lunes, 15 de febrero de 2016

‘Sean valientes, no agachen la cabeza y sean blasfemos si es necesario’



Publicado en febrero 15, 2016 en La Info por Redacción 4 pelagatos

4Pelagatos publica aquí el texto del discurso que Martín Pallares, uno de sus miembros fundadores de 4pelagatos.com, dio durante la ceremonia de graduación de la clase del 2015 de la Universidad San Francisco de Quito. Pallares fue invitado por Carlos Montúfar, rector de la Universidad San Francisco de Quito, a dar el discurso de orden. Al final del texto está el video.
Quiero comenzar felicitándolos por esta graduación. No solo por haber superado con éxito todas las dificultades que significa llegar a este momento, sin duda una de las más bellas cumbres que conquistarán en sus vidas.
Quiero felicitarlos también por haberse graduado en una Universidad única y valiente. Única porque se ha atrevido a educar en artes liberales en una sociedad acostumbrada a la enseñanza vertical y valiente porque hacer eso en un país como éste, donde los dogmas y los fetiches están a la vuelta de la esquina, no es cosa fácil.
Pero no solo es a ustedes a quienes quiero felicitar. Con su permiso y su perdón quiero felicitarme a mi mismo. Créanme, estar invitado como orador de este acto supone para mi un honor que me tiene al borde de la embriaguez emocional.
Estos no han sido tiempos fáciles para mí. No hace mucho perdí lo que para las personas de mi edad se supone que es uno de los patrimonios más valiosos: su seguridad laboral. Un día no hace mucho, en el lugar donde trabajaba como periodista, me dijeron que tenía que escoger entre mi libertad de decir lo que pensaba o la tranquilidad de tener un buen empleo y un sueldo al final de cada quincena. No escogí porque pronto me di cuenta de que no había nada que escoger, de que la opción que me habían dado era una no-opción, porque silenciarse es para mi, como para muchos periodistas, renunciar a lo esencial, a la existencia.
Y seguí diciendo lo que pensaba… y aquí me tienen: sin sueldo cada quincena y ejerciendo orgullosamente mi condición de pelagato.
Quiero también felicitar a Manuela, mi esposa y compañera, a mis hijos Antonio y Rosario y a mi mamá que están felices de verme en este lugar porque saben que esta invitación es un reconocimiento de esta Universidad, su Universidad, al hecho de haberme negado a que la tiranía del silencio gobierne mi vida y la de mi familia.
Y es precisamente porque para esta universidad y para mi la razón de toda existencia civilizada es la resistencia frente a las tiranías y los absolutismos, que quiero compartirles algunas reflexiones sobre la más noble y humana de las libertades: la de expresión y de pensamiento.
Estoy convencido de que les esperan días luminosos. De que por delante tienen la mejor parte de sus vidas. Pero creo que la construcción de ese futuro depende del compromiso que ustedes tengan con la defensa de la libertad de expresión.
Es verdad que, como nunca antes en la historia, las posibilidades de expresarse se han multiplicado tanto como ahora. Estoy seguro de que cada uno de ustedes tiene alguna cuenta en redes sociales: casi seguramente en Facebook, probablemente en Twitter, Instagram o hasta quizá en Google plus. Eso los convierte en propietarios, gerentes y periodistas de, al menos, un medio de comunicación público; cosa que cuando yo tenía la edad de ustedes era impensable. Este maravilloso eco sistema también permite que ustedes estén expuestos a una variedad extraordinaria de ideas e información, algo sin precedentes en la historia de la humanidad
Pero este entorno maravilloso está bajo amenaza, porque tanta libertad de expresión y de pensamiento no conviene a todos. Preocupa e incomoda en especial a los poderosos y a los intolerantes. Para quienes se aferran a la posibilidad de controlar la vida de los otros, nunca será conveniente mucha libertad flotando a su alrededor.
Ha sido precisamente durante los años en los que ustedes estuvieron en esta Universidad cuando estas amenazas se hicieron más tangibles. Si hacen un examen de la situación de estas libertades en el mundo se darán cuenta que la situación se ha hecho dramática, especialmente en los últimos cinco años. Durante estos años el espacio para el pensamiento libre en Rusia se ha reducido. En China, el estado monopoliza la libertad de expresarse en proporciones industriales. Solo para censurar el internet, el gobierno chino emplea 50 mil burócratas, en lo que constituye un nivel de represión sin precedente en la historia de la humanidad.
Nuestro pedazo de América no es la excepción: los totalitarismos fantoches en Venezuela, Bolivia, Ecuador y hasta hace poco en Argentina, también se propusieron robarle la palabra a sus sociedades para imponer una única verdad. Lo de México es trágico: 64 periodistas fueron asesinados en el 2015 por voluntad de los mafiosos.
El afán totalitario de los fanáticos religiosos ha sido durante estos últimos tiempos otro de los enemigos para la libertad de expresión.
Quizá uno de los ejemplos más hermosos y heroicos de esta resistencia contra la tiranía del silencio es el de la revista francesa Charlie Hebdo. Sus oficinas fueron bombardeadas en el 2011 por haber publicado caricaturas consideradas blasfemas al Islam. Sin embargo, sus periodistas no pararon. Recibieron amenazas de muerte y no pararon. En enero del 2015, nueve de sus colegas fueron asesinados con disparos en sus oficinas y el personal de la revista no paró. A los pocos días sacaron una portada en la que perdonaban a sus atacantes. “Tout est pardonné”, todo está perdonado, dijeron. Si ellos hubieran cedido ante la amenaza, el veto asesino de los fanáticos se hubiera salido con las suyas. Luchas como la de los periodistas de Charlie Hebdo son las que nos permiten tener esperanza en el futuro de Occidente.
La batalla frente a esta amenaza tiene que ser frontal y sin condiciones. Cuán decepcionante fue ver cómo medios como el The New York Times, The Washington Post, Los Ángeles Times y nuestra prensa nacional prefirieron describir las caricaturas de Charlie Hebdo y no publicarlas bajo argumentos como el de la sensibilidad y el respeto, que lo único que hacían era esconder el miedo. Esa fue una triste claudicación.
Estas ansias por controlar a los individuos no es exclusiva de los fanatismos religiosos. NO. Eduard Snowden nos ha mostrado que hay estados, que se jactan de respetar la libertad de expresión pero que en nombre de la seguridad, están violando uno de los pilares que sostienen la natural inclinación de los seres humanos a hablar. Me refiero a la privacidad. Si permitimos que violen nuestra privacidad, bajo cualquier pretexto, tendremos tanto miedo de lo que decimos que terminaremos por callarnos.
Ahora que han terminados sus estudios saldrán al mundo para tratar de construir un futuro, quizá una familia. Ahí afuera, y me refiero al Ecuador hay un enorme trabajo por hacer para recomponer el derecho que tenemos a un ejercicio pleno de nuestras libertades.
Un grupo, al que los ciudadanos encargaron el poder, ha terminado secuestrándolo y abusando de él desde hace 9 años. Su herramienta más poderosa para consolidar ese fraudulento monopolio del poder fue quitarle a la sociedad ecuatoriana su capacidad plena de decir lo que siente y lo que piensa.
Fueron mucho más sofisticados y eficientes que los fanáticos religiosos que asesinaron a los periodistas de Charlie Hebdo.
Para legitimar su cerco a la libre expresión, construyeron un sistema legal que ha hecho que expresar nuestro pensamiento sea un acto de alto riesgo.
La prensa ecuatoriana ha sido desbaratada y los jefes de redacción hoy en día son los abogados. El periodismo de investigación, que en otros tiempos destapó escándalos y abusos, ha sido acallado por temor a multas extorsivas y posibles demandas judiciales por calumnia. Se vive en el reino del terror y la autocensura se ha convertido en la mordaza ideal. Aquí no necesitaron ni las bombas ni las balas de los lunáticos yihadistas.
Quienes hemos dicho cosas que no han sido del gusto del caudillo, hemos sido insultados, descalificados y hasta expuestos al peligro de agresiones físicas. Nuestra profesión ha sido perversamente criminalizada. El que no alaba al poderoso, es acusado de vendepatrias, desestabilizador, corrupto y pelagato.
Hoy en día prácticamente no quedan programas de opinión en los canales de televisión que no pertenezca al gobierno. Más de 300 radios tiemblan ante la posibilidad de que los tinterillos del caudillo les reviertan las frecuencias y prefieren reproducir exclusivamente las versiones oficiales para no fastidiar al Gobierno. Mientras estos ocurre, oscuros empresarios obtienen frecuencias para canales de televisión en poquísimo tiempo y sin los requisitos que se les exige a otros.
Desde el 2008 hasta el 2015 se han reportado 1409 agresiones a periodistas y solo en el 2015, que fue el peor de todos los años, 377.
Además, no olviden que todo esto nos cuesta y mucho. Solamente entre la Secom, la Supercom y el Cordicom, que son los organismos encargados de regular y acosar a los medios, trabajan 749 personas.
Pero lo más grave es que estos infames han logrado que ciertos sectores de la sociedad terminen pensando como ellos. Hay gente que se escandaliza más porque un niño le dedica un yucazo al caudillo a que ese niño sea castigado sin siquiera un proceso justo por un hecho que, a lo sumo, era de mal gusto. Han logrado que muchos compartan con uno de los razonamientos más retrógado posible: que la afectación a la majestad de la autoridad merece ser un crimen.
Vale la pena tener esto en mente para que comprendan que este tema les incumbe: la libertad de expresión sostiene todas las otras libertades que disfrutamos. Sin la libertad de expresión, la democracia es un mito. Cada derecho que tenemos o aspiramos tener (de hábeas corpus, de un proceso justo, de libre asociación, igualdad sexual, derechos de los niños o de los animales) tienen que ser libremente pensados, expresados y escritos para darles existencia. No existe un individuo que pueda generar esos derechos por sí solo.
Salman Rushdie, el escritor inglés de los versos satánicos, sostiene que el derecho a contar nuestra propia historia y la de los otros es parte de la naturaleza humana. Cualquier intento de impedir que esas historias sean narradas no es una simple restricción de la libertad de expresión es un asalto a la naturaleza humana, sostiene Rushdie.
Es por todo esto que el Ecuador necesita ya jóvenes que estén dispuestos a dar la pelea.
Yo les pido que nunca olviden aquella frase asociada a Voltaire: “Puedo no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirla”.
Cuando los fanáticos en Francia habían bombardeado las oficinas de Charlie Hebdo su editor, Philippe Val, publicó un libro titulado “Reviens Voltaire, ils ont devenus fous”, regresa Voltaire que se han vuelto locos. No dejen de recurrir, como lo hizo Val, al sabio Voltaire cuando alguien pretenda callarlos.
Llévense también con ustedes esta frase de George Washington: “si la libertad de expresión nos es arrebatada, silenciosos y mudos, seremos llevados como borregos al matadero”.
Sean valientes, no agachen la cabeza y sean blasfemos si es necesario. Buena suerte y como dice un ilustre pensador ecuatoriano: jueguen muchachos.
Gracias

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