viernes, 19 de febrero de 2016

CIUDAD JUÁREZ, México — A un lado del muro de concreto frente al río Bravo, el Papa Francisco pisó la frontera militarizada entre Estados Unidos y México y rogó por compasión hacia los inmigrantes. No puso un pie en Estados Unidos, pero sus palabras sí hicieron mella en el debate estadounidense sobre la inmigración.
Bajo un cielo azul, Francisco convirtió la tierra de nadie en una tierra simbólica. A un lado, una multitud de 200.000 personas lo esperaban para la misa en Ciudad Juárez. Al otro, lo escuchaba un grupo de personas de la diócesis de El Paso, Texas, donde agentes de policía y guardia migratoria vigilaban el espectáculo con los mismos binoculares que utilizan para atrapar a inmigrantes que buscan cruzar la frontera.
El papa caminó con lentitud hacia un discreto monumento construido para conmemorar la muerte de los que se han aventurado a cruzar esa frontera. Se detuvo frente a una gran cruz que miraba de frente al río que separa a Estados Unidos de México y también oró frente a una ofrenda de flores. Entonces miró hacia Estados Unidos y bendijo a los que se habían acercado desde tierra estadounidense.
Duró dos minutos, quizá tres. Pero durante esos instantes solo hubo silencio.
A Francisco le gustan esos gestos, pero el simbolismo de este fue aún mayor por el momento político actual. Habló de compasión en medio de las primarias del Partido Republicano, en las que muchos candidatos han hablado en contra de la inmigración.
Donald Trump, que ha prometido que forzará al gobierno mexicano a construir un muro si es elegido presidente, criticó su visita desde el inicio y acusó a Francisco de servir a los intereses del gobierno mexicano. El portavoz del Vaticano aclaró que el papa no respondía a los intereses del gobierno de México.
Desde el inicio de su papado, Francisco ha querido aumentar la atención global hacia el flujo de inmigrantes. Así fue cuando visitó Lampedusa, la isla italiana llena de migrantes que intentaban escapar del norte de África en balsas y botes. Durante un viaje a Tierra Santa, Francisco hizo una parada improvisada en Belén para rezar en silencio sobre la división de los habitantes de Palestina que viven en Israel.
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El pontífice escogió Ciudad Juárez, marcada por la migración y la violencia, para cerrar su gira de seis días por México. CreditGregory Bull/Associated Press
Ciudad Juárez fue la última parada de la visita de seis días que el papa hizo a México, en la que habló de temas como la desigualdad, la corrupción, el narcotráfico y la pobreza. Su último evento fue esta enorme misa celebrada a menos de un kilómetro de la frontera. Se transmitió en vivo al otro lado del río, en El Paso, Texas, donde una multitud lo escuchaba en el estadio Sun Bowl.
“No podemos seguir ocultando la crisis humanitaria que, en los últimos años, ha hecho inmigrar a miles de personas”, afirmó en su homilía. “Esta tragedia es global. Esta crisis, puede ser medida por estadísticas, pero es mejor medirla con nombres, historias, familias”.
Francisco fue cauteloso y prefirió no nombrar culpables al denunciar el tráfico de personas. Pero aunque no se dirigió directamente a los gobiernos o a las políticas gubernamentales, sí habló sin pelos en la lengua sobre la “migración forzada” para referirse a las miles de personas que han huido de la violencia desde Centroamérica.
Su llegada a Juárez trajo enormes multitudes a las calles, especialmente en el sitio donde se celebraría la misa.
Elizabeth Coello, que estaba sentada junto a sus dos niños muy cerca del sitio donde el papa celebraría la misa, dijo que el mensaje de Francisco es importante, pero que necesitaba mucho más que solo inspirar a los asistentes. Afirmó que el papa debería permitir a los divorciados recibir la comunión, un tema constante en la agenda de la Iglesia y uno pendiente para el papa.
Aun así, Coello estaba de acuerdo con muchos de los temas que abordó Francisco durante su viaje en México. “Vivimos en una época en la que parece que el dinero lo resuelve todo, somos unos materialistas”, dijo. “En ese sentido, estoy de acuerdo con el papa. Hay católicos que son muy cerrados y hay otros que quieren abrir su mente”.
Josué Daniel, de 26 años, de Guatemala, es uno de los inmigrantes que vive en un refugio en Juárez. Llegó a las siete de la mañana para conseguir un buen sitio para seguir la misa. Daniel cuenta que tenía 10 años la primera vez que intentó escapar del caos y la violencia de Guatemala. Lo intentó de nuevo a los 18, a los 21, a los 24 y, una vez más, a los 26.
Aunque ya había intentado el viaje tantas veces, se empeñó en llegar a Estados Unidos porque la vida en Guatemala iba de mal en peor, afirmó, y añadió que intentaría cruzar la frontera hasta que lo lograra.
¿Cómo ayuda la visita papal a su aventura?
“Queremos su bendición”, comentó con una sonrisa. “Después de esto, irá bien”.
De 1965 a 2015, más de 16 millones de mexicanos entraron a Estados Unidos, una de las cifras más grandes de inmigración en la historia y una que continúa generando debate en la política norteamericana. México se ha convertido en tierra de paso para miles de inmigrantes que vienen de El Salvador, Honduras y Guatemala que viajan hacia el norte.
“Aquí, en Ciudad Juárez, y en otros puntos de la frontera, hay miles de inmigrantes centroamericanos y de otros países que no se olvidan de los mexicanos que también han intentado a cruzar hacia el otro lado”, dijo el papa durante la misa.

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