domingo, 20 de diciembre de 2015

Segunda carta a Alberto Acosta: entonces, ¿la sociedad tiene la culpa?

Por José Hernández

Alberto,
Preocupa que sigas defendiendo la Constitución de Montecristi mediante una pirueta conceptual poco digna de tu prestancia intelectual: desconocer la relación directa que hay entre ese texto y el régimen autoritario del presidente Correa. En tu artículo publicado enLa Línea de Fuego haces un ejercicio que se antoja irresponsable políticamente y totalmente metafísico. Tres ejes políticos lo atraviesan:
  1. Tú refieres la Constitución a ella misma. Curioso mecanismo que te permite defenderla como si la naturaleza profunda del correísmo, que tú denuncias, no se fundara precisamente en el texto que con tanta vehemencia defiendes.
  2. Tú aceptas el fracaso de este modelo. Pero endosas la responsabilidad al actor principal, Rafael Correa, y a la sociedad. El lavado de manos no puede ser más elocuente. Y su objetivo más revelador: salvar tu proyecto político manteniéndote tú inmaculado.
  3. Tú propones, en los hechos, que la sociedad produzca un milagro: salir del correísmo sin someter la Constitución a un extreme makeover. Además aludes a un programa post capitalista del cual –y tras 56 años de castrismo, 15 de chavismo y 8 de correísmo– no precisas en qué consiste. Ni dónde están aunque sea atisbos de ese modelo. Suena inverosímil que, tras ocho años de maniqueísmo puro, afirmes que cualquier vía que no sea la tuya, es un retorno al neoliberalismo. ¿No te inquieta repetir lo que dice el presidente Correa?
Tu texto te incluye en la mejor tradición santanderista que consistía en redactar bonitas constituciones y luego, frente a los resultados, culpar al pueblo por encontrarse en completo desfase con ellas.
Tu indiferencia ante la responsabilidad que te incumbe en este capítulo histórico del correísmo, incita a seguir reflexionando sobre la actitud estólida de la izquierda que tú representas. No han hecho autocrítica alguna. No han revisado sus dogmas. No han sacado lecciones. Leer tu texto, que no sufre de arruga alguna tras ocho años de correísmo, genera desasosiego sobre la posibilidad de que la vieja izquierda que representas se logre conectar con la contemporaneidad.
En democracia, no obstante, no hay cómo extinguir debate alguno cuando de por medio está el interés general. Incluiré, entonces, en esta carta, partes de tu texto que se puede leer en su integralidad en el linkseñalado. Extraer algunas partes, para responderte, no es voluntad de evadir el todo: es un recurso metodológico.
Correa sí es el beneficiario directo de Montecristi
Tú escribes: “Las críticas a la Constitución de Montecristi afloran con fuerza. Desde diversas y hasta contrapuestas posiciones ideológicas se denuncia a la Constitución como la fuente del autoritarismo, del caudillismo y de la creciente concentración de poderes. Curiosamente, quien debería ser “el beneficiario” de esas supuestas atribuciones constitucionales: el Gobierno de Rafael Correa, se encuentra empeñado en desmontar la Constitución”.
Respuesta: ¿Quién dijo que el presidente Correa quiere desmontar toda la Constitución? Las enmiendas se producen DESPUÉS de que acumuló todos los poderes gracias a la Constitución. Y solo buscan perennizarse en ese poder híper presidencialista que tú ayudaste a crear y sigues defendiendo.
Tú escribes: “A las apetencias del caudillo del siglo XXI: Correa, le resultan estrechos los límites constitucionales e inclusive no entiende los avances civilizatorios que allí se proponen, como son los Derechos de la Naturaleza”.
Respuesta: Solo tú ves límites constitucionales. Desde que se estaba redactando, era evidente que la Constitución no iba a frenar a Rafael Correa. La parte orgánica diluye la parte dogmática. Relee tu Constitución mirando la realidad –no tus deseos– y llegarás a esta conclusión: es incompatible preconizar prácticas democráticas horizontales en una estructura de poder totalmente vertical.
No, Correa no hubiera sido posible sin Montecristi
Tú escribes: “A estas alturas no cabe duda (de) que Correa hubiese hecho lo mismo con cualquier Constitución escrita con amplia participación popular”.
Respuesta: Es nuevo que hagas depender el destino del poder de la voluntad del actor principal. Esa lectura no parece leal con la historia de lo que ha ocurrido. Ustedes facultaron a Correa, mediante la Constitución, a hacer lo que hizo. Él no violó la Constitución para dominar los organismos de control, el CNE, el quinto poder, todos los poderes, y tener delegados en todos los entes del Estado. Tu amigo no se hubiera podido convertir en dueño de todo con cualquier constitución. Lo hizo, Alberto -esos son los hechos- con la de Montecristi.
¿Ahora es la sociedad la que tiene toda la culpa?
Tú escribes: “Sabíamos desde la finalización de la Asamblea Constituyente que la consolidación de las normas constitucionales en leyes e instituciones, así como en renovadas políticas coherentes con el cambio propuesto en la carta magna, era una tarea que convocaba a toda la sociedad. Conocíamos que para impedir que se vacíe de su contenido histórico a la nueva Constitución, sobre todo la sociedad civil organizada debía permanecer vigilante y tenía que intervenir en una suerte de proceso constituyente permanente. Lamentablemente eso no sucedió (…)”
Respuesta: ¿Querías que la sociedad estuviera en estado de movilización permanente? Y como no fue el caso, ¿es ella la culpable del autoritarismo? Tu argumento corta la respiración. ¿Y ustedes? ¿Acaso no estuviste entre los artífices principales de que ese autoritarismo encontrara una estructura formal, política y legal para instalarse?
Quien ignora la historia está condenado a repetirla
Tú escribes: “Aquí, cuando ya tenemos veinte constituciones acumuladas desde 1830, cabría preguntarse el sentido de hacer una constitución en el Ecuador. Es decir, por qué y para qué hacemos constituciones si a la final todos los gobernantes no las respetan y la sociedad no termina por apropiarse de ellas. ¿Cuál es el propósito de hacer una Constitución?, nos volvemos a cuestionar”.
Respuesta: ¿No eran esas las preguntas pertinentes que ustedes debieron responder políticamente antes de empoderar a un caudillo y convertir la sociedad, como lo hace la Constitución de Montecristi, en apéndice del poder Ejecutivo?
Tú escribes: “La Constitución es ante todo ¡un proyecto! Un proyecto de vida en común, es como el “marco referencial” de la sociedad que se quiere construir, no de la sociedad construida. En sí, la Constitución implica una hoja de ruta. Entonces, es obvio, que muchos derechos estén por ser realizados todavía, como lo es la universalización de la seguridad social, un derecho que hay que ponerlo en la práctica”.
Respuesta: La Constitución de Montecristi no fue concebida como un marco referencial. ¿Olvidaste que el poder que la hizo quería el monopolio absoluto de la política y de la esfera pública? Tampoco hay cómo coincidir contigo cuando dices que muchos derechos están “por ser realizados todavía”. No muchos derechos, Alberto: todos. Porque tú ayudaste a entregar la sociedad atada de pies y manos al poder político.
Tú escribes: “El primer límite son los derechos: todo poder está prohibido de violarlos y tiene que garantizarlos. El segundo límite está en las competencias de los poderes públicos: por ejemplo, la Corte Constitucional –actualmente servil al gobierno central– debe respetar y hacer respetar la Constitución y no permitir sus violaciones”.
Respuesta: Ahora hablas de nuevo del deber ser del poder. Y cuando te refieres a la Corte Constitucional como un poder servil al gobierno, no es casual que lo hagas. Correa metió la mano a la Justicia gracias a una consulta popular de la cual no respondes tú, como constituyente. Pero con la Constitución de Montecristi, Correa volvió serviles a todas las otras instituciones y funciones del Estado. La Corte no es una excepción.
Tú escribes: “El cuarto límite es el denominado “candado constitucional”: evita que las reformas a la Constitución se las hagan en beneficio de un grupo que ostenta el poder y perjudique a la sociedad en su conjunto”.
Respuesta: El candado sirve hoy exactamente para lo contrario, Alberto: para que el grupo que ostenta el poder, siga perjudicando a la sociedad en su conjunto. Se espera que digas cómo, con ese candado, se va a desmontar el correísmo. Pero, claro, a ti no te mortifica el modelo; te molesta el actor. Y asusta pensar que te digas demócrata y hables de libertad de expresión y no encuentres contradicción alguna con defender al señor Maduro que, además de corrupto, es un conspicuo represor. ¿Qué se debe entender con tu actitud? ¿Que es otra finta tan aristocrática como metafísica?
Con un cordial saludo,

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