viernes, 11 de diciembre de 2015

La oposición debería agradecer al señor Presidente

Por José Hernández

Sí, hay que agradecer al Presidente. Muchos siguen sin entender que el mejor aliado de la oposición es él: Rafael Correa no necesitaba las reformas constitucionales porque el control que tiene sobre instituciones y la usurpación de derechos ajenos ya son totales. Pero las hizo. No necesita más enmiendas: pero se apresta a enviar un nuevo paquete.
Hay que celebrar que el Presidente sea tan acucioso. ¿Quién mejor que él para hablar de sí mismo? Porque vamos a ver. Decir que es prepotente, le encanta el poder y lo quiere todo sin resquicio alguno para nadie, suena exagerado. No es fácil explicar lo que eso significa y cualquiera que lo haga se expone a ser descalificado. Lo grave no es eso: es explicar, en forma convincente, lo que significa que él quiera todo el poder. Todos los poderes.
Felizmente el Presidente hace fácil lo que parece complicado. Ya dijo que él no era solo el jefe del poder Ejecutivo (todo el gobierno y la administración central). Dijo que también es el jefe del poder legislativo (todos los asambleístas juntos), el poder judicial (todos los jueces con Gustavo Jalkh a la cabeza), los organismos de control (un montón), las Superintendencias (otro montón), los gobiernos locales (una letanía)… Todo es todo. Que él lo diga, es un alivio. Que lo diga con aspereza, como suele decir esas cosas, pues lo hace más persuasivo: él manda en todo. Y en todos.
Decir que el Presidente es intolerante, suena a un juicio de valor desplazado. Desconsiderado. Ahora, si el Presidente para su caravana, se baja del auto, rodea con sus guardaespaldas a un chico de 16 años que aparenta 14, lo reprende, se declara monarca dolido… pues aquello de intolerante se cuenta solo. Él lo dramatiza a la perfección. Como si quisiera que sus contradictores tuvieran pruebas filmadas de sus críticas. 
Decir que el Presidente es un reaccionario de mano dura, hiere los oídos de sus fans y puede sonar extremo. Eso se entiende. Pero el Presidente ha regañado más de una vez al ministro José Serrano porque algunos policías, que dependen de él, han sido magnánimos (en algunas partes) los días en que otros policías y militares han perseguido, gaseado y golpeado a los manifestantes (en otras partes). Y Serrano ya ha tenido que explicarle que esos raros manifestantes que no fueron agredidos, no tenían nada que ver con los infiltrados que golpeaban o provocaban a los policías… Reaccionario, entonces. Y duro. Más duro que José Serrano. 
Decir que no oye, no escucha y es tan hermético como una central nuclear suena a cicatero obcecado. El Presidente ayuda a morigerar la impresión. Basta con oírlo un sábado o seguir sus monólogos en la Tv. con el Suso de turno y la duda  quedará zanjada. Es el que más sabe, el único que entiende, el que mejor explica… el dueño de la verdad. Eso no se discute precisamente porque él ayuda a entender que eso es un hecho incontrovertible. Y ya. 
Así se podría continuar. El hecho cierto es que el Presidente se perfila solo. Basta con verlo proceder, oírlo y no agregar nada (de buena o mala fe) que pueda interferir con el sentido genuino que él da a sus actos y palabras. Ah, y a su psicología proyectiva. 
Ahí entran las mal llamadas enmiendas. Es difícil para un ciudadano explicar por qué un poder que tiene tanto poder quiere más poder y demanda mucho más. En política los adverbios son sospechosos. En este campo, no obstante, el Presidente socorre a aquellos que se encuentran en esos trances. Explicadas por él, las enmiendas son decisiones de su gobierno para proteger y reforzar los derechos de los ciudadanos. Claro, con un agregado nimio: el tutor de todos esos derechos es el Estado y el Estado, como él dijo, es él.
Nadie pudiera ser tan esclarecedor. Nadie en el siglo XXI da más poderes a un Presidente que ya tiene todos los poderes, para que en su nombre concentre más poder. Eso fue lo que hizo la Iglesia en el medievo. O los monarcas sin ser cuestionados hasta 1789. El Presidente lo dice sin empacho. Y ayuda a que la gente tome distancia, se sienta subestimada,  tutelada, desposeída precisamente de derechos fundamentales. Eso irrita. Tensiona. Cabrea.
El Presidente hace un gran trabajo (contra sí mismo). Por eso cuando dice (teniendo tantos poderes como los que ya concentró) que quiere más, porque el primer paquete de enmiendas tampoco le basta y quiere enviar otro, pues habría que desearle buen provecho. Que persevere. Nadie hace una pedagogía más efectiva sobre lo que es el poder total, la ausencia de límites, el autoritarismo desbocado y el apetito insaciable de un pacman político.
El trabajo del Presidente es perfecto y la oposición no debiera ser tan cicatera: hay que reconocérselo.

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