lunes, 14 de diciembre de 2015

Fernando Bustamente: ¿de qué tamaño son tus valores y principios?

Por José Hernández

Fernando,
Nueve años después sentiste que tenías principios que defender. Tras nueve años, sentiste -usando tus palabras en El Universo– que como Pilatos te estabas lavando las manos y debías dar testimonio de tus valores “aunque fuese violando la disciplina partidaria”. Y lo hiciste.
Volviste, no se sabe si en forma definitiva, a tu conciencia. Volviste a recordar que es imposible para un espíritu libre vivir de espaldas a lo que cree, piensa, dice o escribe. Los espíritus libres aprendieron, con Nietzsche, que la conciencia es la esfera de las intermediaciones. Tú ahora reivindicas tus convicciones. Y lo haces para violar el código aborregado que el correísmo creó para ignorar que la democracia, incluso la que debe darse en un movimiento político, no puede amordazar esa red de relaciones, de convicciones, de valores que une a cada ser humano con los otros. Eso es la conciencia.
Hay que saludar, Fernando, que tras nueve años, vuelvas a considerar que la dialéctica, que enriquece y justifica cualquier democracia, no tolera imperativos autoritarios. Eso se sabe desde Sócrates quien cultivaba, tú no lo ignoras, una actitud irreverente ante las opiniones dominantes.Y es eso lo que tú y tus amigos de Alianza País han ignorado desde hace nueve años. Han pretendido reducir hasta “la estupidez del estereotipo gregario”, como escribió Niezsche, la esfera pública, la conciencia de cada uno de los ciudadanos.
Si no se piensa como ustedes, si no se acepta la disciplina correísta, no eres ciudadano. ¿Qué eres? La definición exacta pregúntasela a Fernando Alvarado, Carlos Ochoa y Patricio Barriga. Ellos y sus trolls han enlodado y perseguido a ciudadanos que, como tú ante las enmiendas, han dado testimonio de sus valores ante este gobierno que, con ahínco, has defendido. Ellos seguramente se han inspirado en la lista inconmensurable de epítetos que Rafael Correa ha fabricado contra ciudadanos que, como tú ante las enmiendas, han creído necesario defender sus principios y actuar según su conciencia.
Tu actitud ante las enmiendas es encomiable. La tomaste pensando en tus valores, en tus principios. Eso dices. Y claro, por encomiable que sea, lleva a preguntarte si esos principios y esos valores no han sido interpelados durante estos nueve años. ¿No has vivido desdoblado? El liberal que tú eras, o al menos ese fue el perfil que te tallaste hasta 2007, ¿calzó sin rasponazo alguno en las prácticas de un gobierno concentrador de poder y autoritario? ¿Los valores y principios de los que hablas son tan flexibles y tan negociables que nada les ha dejado fuera de juego en estos nueve años? ¿O están circunscritos solamente a los temas que plantean las enmiendas?
Tu explicación suscita más interrogantes que certezas. Nadie cuestionará que el gobierno al cual sirves haya puesto sobre la mesa el tema de la inequidad social. O la desidia de algunas viejas mal llamadas elites del país. O que haya incluido entre las prioridades la educación, la salud, cierta infraestructura pública. Pero, ¿tus valores y tus principios no han sufrido ante los atropellos sistemáticos a los derechos humanos? ¿Ante la legión de indígenas y activistas sociales presos o enjuiciados? ¿Ante los crímenes que se han cometido bajo este gobierno que no han sido dilucidados? ¿Ante el retroceso democrático que significa la concentración de poder en manos de Rafael Correa?
¿No violenta tus principios y valores la cooptación de organismos de control que franquea la vía a los corruptos? ¿No te mortifica la opacidad administrativa bajo la cual funcionarios y parientes del correísmo se han convertido en los nuevos ricos del país? ¿No han sufrido tus valores y principios ante el despilfarro de tu gobierno? ¿Ante mecanismos cínicos y antiéticos para convertir a los pobres del país en clientela manipulable por parte de tu movimiento? ¿Ante los contratos que comprometen deuda y recursos naturales del país y que han sido convertidos en secretos de Estado?
Es encomiable, Fernando, que defiendas tus principios y valores. ¿Y qué te dicen esos principios y valores cuando tu gobierno cambia biografías de ciudadanos honestos, insulta, denosta, maltrata, encarcela, quita la visa o  expulsa a ciudadanos que, fieles a su conciencia, defienden causas que hacen parte de los principios y valores democráticos? ¿Cuentan tus principios y valores y no los de ellos? ¿Cómo explicas tu silencio durante nueve años? ¿Cómo explicas tu acomodo a una política exterior que ha defendido regímenes tan criminales como los presididos por Mahmoud Ahmadinejad y Aleksandr Lukashenko?
Tú has puesto de nuevo sobre la mesa -y eso se agradece- el tema de la conciencia individual. Y es evidente que con ese tema llega otro: el aprendizaje mayor para las sociedades de lo que fueron los totalitarismo de izquierda o de derecha. De la experiencia tras la cortina de hierro, los demócratas del mundo  aprendieron que es el Estado el que debe servir a la sociedad y no al revés. De Vaclav Havel aprendieron que ningún ciudadano puede entregar su conciencia a un líder, a un partido, a un gobierno, a un Estado. A nadie. Las libertades públicas se sustentan en la conciencia que tenga cada ciudadano de ser, pensar y actuar éticamente y por sí mismo.
Tú has llegado a la misma conclusión ante los imperativos creados por tu movimiento político, pero lo has hecho selectivamente. Como si hoy nacieras a la vida pública. ¿Y los nueve años de correísmo, Fernando? ¿Y ese monstruo que has ayudado a forjar, que has visto cómo se nutre de los derechos ciudadanos y cómo violenta conciencias ajenas? ¿Y la sociedad que, como tu destino político, queda en manos de seres que pueden disponer lo que quieran, cuando quieran, como quieran?
Te inquieta que el uso de los militares pueda tener “efectos dañinos para la propia institución, para la población civil y (que ponga) en grave riesgo la relación entre civiles y militares”. ¿Y no te ha inquietado el uso de los militares que ya se dio y la afectación a la población civil que ya se dio?
Eres contrario a la reelección indefinida porque “tenemos que evitar (…) la dependencia excesiva en una figura fuerte presidencial única”…. ¿Y durante nueve años no han trabajado denodadamente, tú y tus compañeros, para dar más y más poder a esa “figura fuerte presidencial única”? ¿Por qué ahora te preocupas por esos aderezos (eso son los enmiendas), a un proyecto autoritario que has contribuido, tú, un intelectual, a fraguar?
Te preocupa que la comunicación haya sido declarada servicio público. Tu sostienes que es un derecho. ¿Y crees que ese derecho está protegido por ese bodrio, llamado Ley de Comunicación, que tu gobierno impuso? ¿Y crees que ese derecho está resguardado por jueces como el innombrable Ochoa? ¿La declaratoria de servicio público lastimó tus principios y valores y no la persecución sistemática de Rafael Correa a este oficio y a los periodistas que entienden que dentro de sus obligaciones no está servir de limpiapies a tu movimiento político?
Tu reflexión sobre la objeción de conciencia es, dicho con consideración, una impostura. Ahora resulta que has hecho uso de un derecho… pero te sometes al castigo que te impongan. Y aceptas sin chistar la supremacía moral de la instancia que preside Carlos Marx Carrasco. Gran figura de la moral pública, sin duda. Impostura, Fernando, porque tu mensaje es que un derecho de conciencia -es decir un derecho ciudadano- para ser defendido debe incluir un castigo. Ya hiciste tuya la pedagogía correísta que pretende convertir los derechos ciudadanos en casos de objeción de conciencia.
El Presidente ha sofisticado tanto su obsesión castigadora contra los disidentes que dice que en su gobierno no se persiguen personas sino delitos. Y esas personas son perseguidas por defender derechos, valores y principios. Lo que tú hiciste, según tus palabras, en el caso de las enmiendas. Y por hacerlo estás esperando un castigo que, por adelantado, estás aceptando. ¿Recuerdas los juicios bajo los regímenes comunistas? Eran eso, Fernando: llevar a confesar a los opositores que habían cometido un delito (defender valores y principios) y así tener la coartada pública -legalmente establecida- para castigarlos hasta con la muerte. El correísmo solo mata civil y simbólicamente.
Pues ahí estás, Fernando: confesando un delito (haber defendido tus valores y principios) y esperando un castigo. En nueve años abandonaste la sociedad y personalmente, por lo que dices, has llegado a parajes realmente desolados. Es abrumador el retroceso.
Con el recuerdo vivo del respeto que inspirabas,

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