jueves, 15 de agosto de 2024

 LA IZQUIERDA SIN PROYECTO PROPIO

Por Carlos Castro Riera

En la izquierda política del país, existe una tendencia que no cree,  “por principio”, en los procesos electorales, al considerar que se  tratan de simples recambios de gobierno al interior del sistema  imperante, por lo que caen en el inmovilismo, esperando que “maduren las  condiciones” objetivas y subjetivas para el cambio.

Otra posición considera, la necesidad de priorizar la actuación en  las luchas espontáneas de los sectores sociales, apoyar sus  reivindicaciones, su organización autónoma, subestima la organización  partidaria y confía en la propia dinámica de los movimientos sociales  para avanzar.

Una tercera posición, enfatiza la participación política al interior  de la institucionalidad estatal, disputa cuotas burocráticas de poder,  busca participar en los gobiernos de turno reduciéndose a ocupar cargos  públicos, por lo que su actuación electoral, es oportunista y con  objetivos estrechos. Un matiz de esta tendencia, busca la participación  electoral para alcanzar cuotas de poder en órganos de representación  política y desde allí negociar prebendas, con el gobierno de turno.

Estas posiciones políticas al interior de la izquierda, en un caso,  favorecen el abstencionismo inmovilizador, el culto al espontaneísmo de  las reivindicaciones populares y renuncia a la disputa electoral como  otra forma de lucha política; y, en el otro caso, reducen la  intervención política electoral a la búsqueda de “cuotas de poder” para  el acomodo político.

En términos generales, la izquierda carece de identidad política,  esto es, de un proyecto político propio contrahegemónico, y se ha  subordinado a apoyar a partidos o movimientos que disputan la  representatividad política del bloque de poder del sistema social  imperante.

La crisis de la izquierda, se agudizó a raíz de la caída del llamado  “socialismo real”, muchos renegaron y renunciaron a sus convicciones de  transformación social, cayeron en el escepticismo, en el embuste del fin  de la historia, el fin de las ideologías, el triunfo de la tecnocracia,  el apoliticismo y terminaron abrazando modelos políticos de  modernización del sistema. Pero también la crisis, condujo a una suerte  de diversificación ideológica de la izquierda, que llevó a la inclusión  del pensamiento andino, bolivariano, indigenista, decolonial y las  “novedades” del socialismo siglo XXI.

En este contexto, el surgimiento del movimiento “Alianza País”  aglutinó a nuevos colectivos de izquierda y recibió la migración de  algunos ex militantes socialistas, comunistas, de la izquierda  cristiana, y otros grupos, y ya en el gobierno de Correa, al menos en  sus primeros años, coexistían tendencias como la social ambientalista,  la tecnocrática desarrollista y el círculo íntimo dedicado a los  negocios alrededor del Estado. Finalmente, la “revolución ciudadana”  devino en modernización, autoritarismo y corrupción.

Hoy, en el movimiento RC5, existen varias posiciones, pero la  dominante es aún la correista, que impide la expresión y desarrollo de  algunos sectores democráticos presentes en su interior. Es el líder  máximo quien les clasifica entre buenos y malos, incondicionales y  traidores, y por supuesto, decide las candidaturas, todo con miras al  objetivo máximo de alcanzar la impunidad.

Todas las organizaciones de izquierda están en crisis. Pachakutik,  como brazo político de la CONAIE y expresión de un proyecto  plurinacional, ha restringido su representatividad a la tendencia de su  máximo líder; el Partido Socialista sufre una transición ideológica y se  ha distanciado de la huella histórica de sus antecesores; y, en la  Unidad Popular no hay renovación ni de su propuesta ideológica política,  ni de su práctica instrumental con las organizaciones sociales.

Los demás grupos de izquierda no han logrado aglutinarse en un  partido legal único, que sea su continente común, como tampoco se les ha  convocado a todos estos colectivos políticos para buscar una  confluencia unitaria para la participación electoral, por lo que cada  grupo se mantiene en su propia órbita política.

Las izquierdas necesitan un fuerte debate político para su  renovación, preparar nuevos cuadros políticos, formular propuestas  políticas viables para los diversos problemas, mantener una presencia  política constante, tener coherencia política, rescatar la ética  política y presentar una alternativa de transformación social que  enfrente con éxito la batalla cultural frente a las viejas y nuevas  derechas.

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