viernes, 17 de mayo de 2019

¿Por qué Moreno lo deja hasta delinquir?

   en Conexiones4P/Elenfoque  por 
Santiago Cuesta comete delitos en vivo y en directo. Sin hacerse líos. Convencido, al parecer, de que lo que importa es ir por el contrincante. Ya pensará después en la excusa o en la coartada para enmendar sus entuertos. Así sin empacho mostró, en la entrevista con Carlos Vera, los números de (presuntas) cuentas del hermano de Fernando Villavicencio y avanzó montos de ingresos (también de la hermana) que, sumados, superan 12 millones de dólares.
Todo lo que hizo es ilegal: meter al hermano de Fernando Villavicencio en el baile, publicar sus números de cuentas, avanzar montos sin deducir egresos, gastos, impuestos y acusarlos públicamente de fraude tributario… En segundos violó el sigilo bancario, el derecho a la privacidad, mintió, injurió, se dijo presto a comprar información muy posiblemente robada…
Todo esto porque, según dijo, es amigo del Presidente y corre en su defensa. Pero, claro, Santiago Cuesta no es un ciudadano como los otros. Es asesor del Presidente. Un hombre que inspira reticencias en el propio gobierno y que es visto (como ocurrió en la época de Rafael Correa con Jorge Glas) como una cabeza que divide el gabinete entre algunos ministros muy preocupados por los negocios y otros en cómo hacer sobrevivir al gobierno. El hecho cierto es que en el propio gobierno Cuesta es visto más como un problema que un factor de estabilidad para Moreno.
La explicación de por qué Cuesta funge, sin responsabilidad administrativa alguna, pues solo es asesor, de hombre fuerte del gobierno, la tiene el Presidente. En los Ina Papers hay algunas pistas de esta dependencia. Cuesta es un amigo cercano. Un pana. Se nota en el tono caluroso, familiar. Se palpa en esas libertades que se otorgan los amigos y que, a veces, derivan en la chabacanería y doble sentido (“Vendrás -a Ginebra le dice Moreno- con la esposa, no con la mujer… Te conozco desgraciado). Cuesta le dice “grosero”. Moreno le dice “No te creo sepulcro blanqueado”.  Cuesta le dice “Te has hecho viejita ya duermes a las 7 p.m.”. Moreno le dice “patán”, lo llama “viejo morboso”. Cuesta le pide una carta de recomendación para un sobrino que piensa estudiar en una universidad de Boston. Moreno le dice que tiene que ser una carta personal; se entiende que no mencione su cargo en Ginebra.
Es claro en esa correspondencia que Cuesta se dirige a un hombre que él cree que será el próximo Presidente de Ecuador. Se lo dice muchas veces. Le manda encuestas. Le envía los afiches de aquellos que ven al lado suyo como vicepresidente. Juan Carlos Cassinelli por ejemplo. Le infla el ego. “Eres el chico Camel, todos te desean ahora”: Le dice que hay desesperación en Alianza País por decir que él será el candidato. Le dice que ganará en la primera vuelta. Le dice que vence 6 a 1 a Glas. Y en ese contexto de la competencia con Glas, le informa que en AP se están matando y que los hermanos Raúl y Ricardo Patiño tomaron partido por él: “hicieron una invitación para que aporten para tu campaña en el Hotel Marriot de Guayaquil y se declararon tus jefes de campaña”. Le dice incluso que “si tú vas (se entiende a la campaña y a la presidencia) me quedo; si no vas me voy a vivir a Madrid”.
Cuesta hace méritos. Se propone para llevar a Ginebra lo que Moreno pida… Chifles o pan de yuca. Se declara su único encuestador (“tu jefe es Rocío”). Se aparece en Ginebra con gente al punto que Moreno le pide que avise con antelación. Le manda videos, información, críticas y artículos favorables, tuits… que Moreno raramente comenta y responde habitualmente con chistes; un buen porcentaje con carácter sexual. Le cuenta que hay gente –“fans tuyos”- que “quieren ayudar la causa”. Se entiende aportando dinero.
En este punto se entiende que Cuesta jugó un papel primordial. Hay evidencias de que ayudó a conseguir plata para las casas en Manabí que Moreno impulsó tras el terremoto y como parte de su pre-campaña. Cuesta en una de sus respuestas escribe: “Dame tres días y te digo cuántas casas te financio”. Moreno le dice que son 9000 dólares por casa y que necesita 362. Y le manda los planos. Moreno lo invita a que convenza a algunos empresarios de poner 20 casas. En junio de 2016 le escribe que solo le faltan 98 casas. “No serás pura boca -le dice a Cuesta-, pareces del Barcelona”.
No hay, en los mensajes revisados por 4P., precisiones sobre lo que ocurre con el dinero de la campaña del 2017. Es claro que Cuesta lleva a Jordi Segarra, el estratega político español que al parecer participó en la campaña. Lleva a Enrique Cadena, denunciado por Fernando Villavicencio como el hombre que cobra por una intermediación petrolera innecesaria. Le llevó a Ginebra más de 20 empresarios a los cuales anuncia, agregando a su nombre el monto del giro de sus negocios: “están confirmados 2500 millones en ventas anuales los empresarios que irán”. Le promete enviar el listado completo una semana después. “Pero irán Santiago Salem, Otto Sonneholzner, Fernando Zambrano, Olga El Juri o su hijo, Guillermo Salcedo”. La reunión quedó programada para el 16 de septiembre; diez días después Moreno volvió al Ecuador.
“Porque te conozco estaré contigo siempre y cuenta conmigo en lo que quieras”, le escribe Cuesta. “No me tientes, que eres muy feo”, le contesta Moreno con su tradicional doble sentido. Pues bien: siguen juntos en Carondelet. Atados por su amistad y la administración de sus secretos. Moreno lo sigue apoyando y Cuesta, prevalido de ese soporte, cree que puede incluso cometer delitos en vivo y en directo.
Fotomontaje: 4P. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario