David Hale, subsecretario de Asuntos Políticos del Departamento de Estado, estuvo en Ecuador. Y dijo en público, en una entrevista con El Universo, algo que corría discretamente por los mentideros políticos: que la prioridad de Estados Unidos en este momento, de cara a Ecuador, es apoyar al Presidente Moreno. Es lo que ha dicho Todd Chapman, el embajador de ese país que no se desprende de su sombrero, a los líderes del país en los últimos meses. Ha hecho lobby a favor de Lenín Moreno.
Al parecer, muchos creen que la debilidad política del Presidente, podría atentar contra su estabilidad. Y, de paso, contra una democracia endeble que se reactiva tras una década de autoritarismo. Ese sentimiento está arraigado en parte del establecimiento que, en forma obsesiva, ha cerrado filas alrededor del gobierno. Y que ve en las críticas a su gestión apoyos abiertos o inconscientes al correísmo que, en efecto, milita por el caos porque anhela pescar a río revuelto.
Moreno ha hecho méritos para no desmentir esos relatos en los que él y su gobierno penden de un hilo. En este punto, hay dos capítulos: uno que se desprende del momento político que tuvo que asumir y de la situación económica que heredó. Otro, de la operación política de su gobierno y del empantanamiento propio de su circunstancia: él es parte de la matriz correísta y arrastra cacerolas que hacen mucho ruido.
Es obvio que casi todo militaba en su contra cuando Correa le transfirió el poder el 24 de mayo de 2017: le dejó Vicepresidente, asambleístas, Fiscal, Contralor, Procurador, Corte Nacional, Corte Constitucional, CNE, Consejo de la Judicatura, superintendentes, CPCCS… puestos por él; leales a él. Le dejó una contabilidad falsa, deudas colosales, el IESS estructuralmente desfinanciado, jubilados impagos, petróleo prendado, juicios millonarios… Un país dividido en una situación de vacas flacas.
Ese cuadro tuvo un contrapeso en la opinión suscitado por un hartazgo de autoritarismo, que facultó al Presidente a tomar medidas y también atajos. Ejemplo: la creación del CPCCS Transitorio liderado por Julio César Trujillo.
Moreno no se apoyó en la opinión que en ese momento era favorable y se recostó sobre todo en el Partido Social Cristiano: una operación que lo hizo dependiente y creó la percepción de debilidad política de la cual no se cura. Porque esa no es una realidad: es un espejismo. La prueba está en las respuestas a dos preguntas: ¿quién quiere tumbar a Moreno? ¿Y quién puede realmente hacerlo?
¿Querer? Correa y los suyos. Eso inspiró la calentura que atacó a Ricardo Patiño, en octubre pasado en Latacunga, cuando llamó a los suyos a “tomarnos instituciones públicas” y cerrar caminos. Es obvio que los correístas piensan con el deseo. Fuera de ellos, nadie quiere tumbar a Moreno porque, a pesar de la crisis económica, el país sabe (o intuye) que este es un gobierno de transición que no quiere (y no puede) prolongarse. Y también sabe (o intuye) que las facturas de diez años de derroche y corrupción del correísmo son una realidad.
No hay además factores institucionales que aúpen la inestabilidad. Aquellos que abiertamente buscan la alternancia (Guillermo Lasso, Jaime Nebot, Gustavo Larrea y N número de posibles outsiders) tienen los ojos puestos en 2021. Y las Fuerzas Armadas están ocupadas, con Oswaldo Jarrín, recomponiendo sus factores de poder. En ese marco, no prestarán oído alguno a los pocos que promocionan un tsunami político. Los sindicatos, por su lado, llaman a un paro nacional, pero apenas representan una fracción de aquellos que trabajan, frente a cinco millones de personas sin empleo adecuado. Conclusión: Moreno no está amenazado ni se puede caer por factores externos.
Su fragilidad real proviene de sus propias inconsistencias y de las cuentas que tendría que ofrecer al país por la corrupción de su entorno tóxico. En este punto, el Presidente se ha esforzado en agravar su caso. Su gobierno se ha vuelto una empresa productora de palabras que no refrenda con hechos. Mientras tanto, tarda en desprenderse de figuras cuestionadas o que colaboraron en su campaña y ostentan cargos públicos. Ejemplos: Santiago Cuesta y el representante de Hidalgo e Hidalgo. Una señal que calza mal con su discurso de transparencia y lucha contra la corrupción. Tampoco responde concretamente las acusaciones que pesan sobre sus amigos (de los cuales no se deslinda) o sobre la cuenta de su esposa (que sí tuvo una, con bastante dinero y que transfirió a finales de 2016). En vez de aquello, desprestigia a sus acusadores.
La debilidad de Moreno y su gobierno no es, entonces, institucional ni es política pues cuenta con un acuerdo legislativo con apoyo total de CREO y otras tres bancadas. Moreno depende de Moreno. De su capacidad para gestionar el ruido de las cacerolas que arrastra. El apoyo de Estados Unidos es clave para empresarios e inversionistas. Pero es claro que es insuficiente.
Foto: Asamblea Nacional.
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