Una cosa es la estrategia que tiene María Fernanda Espinosa para salvarse del juicio político (empresa en la que le está yendo muy bien: la Comisión de Fiscalización que tenía que resolver su juicio se quedó sin quórum el lunes) y otra cosa es la narrativa que ella monta sobre sí misma, en los documentos y declaraciones que ha dado en su defensa.
Por el lado de la estrategia la cosa luce bastante sencilla, si no obvia. Espinosa recurre al eterno recurso de presentarse como víctima de persecución política, sin dar argumentos de defensa sobre la principal acusación que recae sobre ella: el irregular trámite para la nacionalización y acreditación de Julian Assange como diplomático ecuatoriano. Según ella, la persecución es orquestada por la “extrema derecha” que, en su versión, está interesada en eliminarla por ser ella una política con futuro en el país. En otras palabras: victimización pura y dura.
Otra pata de su estrategia está en desmarcarse de la decisión de nacionalizar a Assange y del proceso administrativo que la Cancillería, bajo su dirección, hizo para nacionalizar al fundador de Wikileaks. Según lo que dijo a Janet Hinostroza en África, si algo se hizo mal o de forma irregular en el proceso de nacionalización de Assange, eso fue culpa de los funcionarios de Cancillería, pero no de ella. Es más, Espinosa recurrió en la misma entrevista a la tesis de que, como en el Ecuador se hace mínimo una nacionalización al día, era imposible para ella, en su calidad de Canciller, fijarse en los detalles de la nacionalización de Assange. Claro, Espinosa pretende que se asuma que una figura mundial como Assange, asilada en una embajada tan importante como la de Londres, se nacionaliza todos los días en el Ecuador.
La tercera pata de la estrategia es la de descargar la responsabilidad de la decisión en el presidente Moreno. Si yo no soy la responsable del trámite burocrático, sí lo soy de la decisión política la que previamente fue consultada al presidente Lenin Moreno. ¿Qué gana con esto? Sencillo: desincentivar a los legisladores de Gobierno a llevarla a juicio por temor a que finalmente el embarrado en el proceso sea el Presidente.
Toda la defensa de Espinosa tiene un tono y un relato que parece diseñado para ganarse la adhesión de la bancada correísta: una líder progresista, atacada por la extrema derecha, perseguida por quienes estuvieron tras el feriado bancario y víctima de un plan para que el Ecuador cambie su orientación en la política internacional. En esa misma línea camina el uso que hace en los documentos enviados a la Asamblea del concepto de “judicialización de la política”, del que habla Rafael Correa casi a diario. Espinosa y los suyos lo saben a la perfección: sin morenistas y sin correístas no hay juicio político.
Pero en los documentos y declaraciones de Espinosa alrededor del juicio también se evidencia que la ex canciller tiene una altísima opinión sobre ella. Tan alta es esa opinión que llega a plantearse como una figura política con dimensiones no solo nacionales sino mundiales. Aquí cuatro de las aristas sobre las que ella se describe.
1.- Tengo futuro político
Espinosa asegura ser una figura promisoria de la política ecuatoriana. Según ella, CREO y el PSC (los dos partidos que pretenden llevarla al juicio) quieren borrarla del mapa político por tratarse de una amenaza política para ellos. “Pretenden destruir la imagen y la reputación de una persona de línea progresista, para eliminarlos como contrincantes actuales o futuros en la política”. Es decir, se considera presidenciable (para eso buscó con denuedo su cargo en la ONU). También dice que es perseguida por su condición de mujer. “De ser enjuiciada sería un mensaje de aliento para aquellas mujeres, sobre todo para las mujeres jóvenes del Ecuador y del mundo que quieren participar en la vida política y temen precisamente ser víctimas de discriminación y odio”.
2.- Soy la verdad y la justicia
En el documento enviado a la Comisión de Fiscalización, la ex canciller no puede evitar mostrar una pretendida superioridad moral sobre quienes la quieren enjuiciar. Los partidos que la quieren enjuiciar tienen el derecho de no compartir posiciones y visión del mundo, pero “no tienen la autoridad moral ni política de juzgar mis posiciones y emprender una campaña sostenida de ataques acoso de político”. Es decir, todos tienen derecho a decir lo que se les antoje, salvo cuando esas cosas son contrarias a las que yo digo o pienso. “Las evidencias y los argumentos aquí esgrimidos se basan en la verdad, la razón y el derecho, por lo que solicito se archive el juicio”. Es más, en el Resumen Ejecutivo enviado a la Asamblea asegura, así sin tapujo alguno, que la institucionalidad y la democracia ecuatoriana sufrirían un revés muy grave si es que llega a ser enjuiciada.
3.- Represento al progresismo
Tanto en su entrevista a Telemazonas, a Telesur y en el documento enviado a la Comisión de Fiscalización, Espinosa repite el enunciado de que tras su juicio lo que realmente hay es una “persecución ideológica”, que se explica en el hecho de que ella es progresista y humanista. Sin temor a que se le recuerde su escandalosa adhesión a los regímenes cleptocráticos y autoritarios como el de Daniel Ortega, en Nicaragua; Nicolás Maduro, en Venezuela, y, el de los hermanos Castro en Cuba, Espinosa sostiene que su humanismo y progresismo hizo que en el Ecuador apareciera una corriente de extrema derecha que únicamente buscaba cambiar el norte de la política internacional del Ecuador.
4.- El pueblo y yo coincidimos
Entre los motivos por los que asegura que está siendo acusada por CREO y el Partido Social Cristiano, Espinosa dice que está el hecho de que ella no es cómplice ni del feriado bancario ni de la desaparición de personas como la de los hermanos Restrepo. Ella, “junto a la gran mayoría del pueblo ecuatoriano” no son cómplices de “casos de vulneración de derechos fundamentales como el feriado bancario o como las desapariciones y muertes extrajudiciales aún no esclarecidas como el caso de los hermanos Restrepo y la masacre del ingenio azucarero Aztra»: lo dice sin empacho alguno cuando cualquier persona, medianamente informada, podría recordar que ella fue uno de las diez ministros del correísmo involucrados en la desaparición del informe del asesinato al general Jorge Gabela. Eso, sin hablar de otros tantos casos ocurridos mientras ella fue funcionaria pública.
Foto: página web de M. F. Espinosa
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