El correísmo ultra ya tiene un cuartel para atrincherar a sus soldados y cultivar su discurso más radical y belicoso. Ese cuartel se llama Prefectura de Pichincha y su comandante es la feroz Paola Pabón.
La ceremonia y el discurso de posesión de Paola Pabón como nueva prefecta de Pichincha fue lo más parecido a un acto de declaratoria de guerra. A pesar de los detalles líricos y los apuntes pastoriles con los que adornó su discurso y ceremonia, Pabón dejó muy en claro que la administración que hará al frente de la Prefectura de Pichincha será la de una partisana radical que tiene como objetivo central recuperar los territorios perdidos por los suyos en combate. “Desde Pichincha, esta tarde iniciamos la recuperación de la patria”, exclamó en tono de grito de guerra, casi al final de su alocución que se pareció mucho más a una arenga militante que a un discurso de posesión de alguien que se hace cargo de un organismos administrativo.
Pabón, que ganó con un 22,1% de votos de la población de Pichincha, declaró como una causa de toda la provincia la lucha contra quienes ahora están en el poder, gracias a a la traición cometida en contra de la más iluminada e inspiradora etapa de la historia del país: la “épica revolución ciudadana”. Para sostener su campaña, tiene una herramienta fundamental a la que mencionó triunfalmente en medio de su discurso: la radio Pichincha Universal, que pertenece a la Prefectura y cuyos periodistas y presentadores hicieron de maestros de ceremonia. “Ya tenemos una radio pública que será una plataforma mediática para toda la población”.
En el acto estuvieron, siempre prontos a aplaudir y vitorear a su nuevo comandante de operaciones, los asambleístas del correísmo radical que horas antes habían sido desplumados de su poder en la Asamblea y cientos de militantes que aseguran estar dispuestos a dar la vida por la recuperación de la patria, extraviada por culpa de los poderes fácticos, las imposiciones del Fondo Monetario Internacional y las presiones de la Embajada de los EEUU. Ahí estaban, Pabel Muñoz, Soledad Buendía, Gabriela Rivadeneira y Alfredo Vera… En fin, el no va más de la llamada izquierda revolucionaria que, una vez lejos de un poder que lo ejercieron durante diez años sin empacho ni límites, ahora se pintan a sí mismos como perseguidos políticos y oprimidos por el poder. “Nos investigan, nos espían, nos excluyen, somos víctimas de una terrible persecución judicial”: eso dijo Pabón para el solaz de los asistentes.
La nueva prefecta recitó su arenga de forma impecable. Las inflexiones de voz, el tono, las pausas, las citas, la puntuación… Todo fue perfectamente ejecutado. Por eso, el clima emocional siempre estuvo alto y exaltado, como corresponde a un batallón que tan solo espera la orden de un comandante inspirador para salir a ofrendar la vida en la batalla final. “Tengo mucha energía y me gusta transmitirla -dijo al inicio Paola Pabón-. Esto es un ejercicio de enriquecimiento espiritual”.
En su discurso, la flamante comandante articuló un relato tedioso según el cual el gobierno de Rafael Correa es el eslabón de una lucha libertaria iniciada por Rumiñahui, continuada por los próceres de la independencia, seguida por la lucha de Alfaro y el activismo indígena de las décadas pasadas. En ese trayecto hacia la liberación total, de acuerdo a Pabón, se inscribe su triunfo en las últimas elecciones. “Esta nueva gestión es parte de ese proceso emancipatorio. Aquí hemos llegado aprendiendo de las derrotas y victorias”, dijo Pabón como si hubiera arrasado en las elecciones y luego remató con falsos aires de prócer: “los pronósticos (de las últimas elecciones) eran favorables al proyecto neoliberal, pero el pueblo no se deja engañar. La lucha libertaria de Manuela Sáenz, Simón Bolívar, Sucre y Abdón Calderón tienen un eco estos días”. Y claro, la mención a Rafael Correa no podía faltar: “Nos ilumina el liderazgo de ese hombre que le dio tanto a esta patria. Rafael Correa Delgado está presente”.
Pabón dedicó buena parte de su intervención a hacer el retrato de sus objetivos bélicos a quienes acusó de haber traicionado el plan de gobierno con el que ganaron las elecciones. Para ella, hay que atacarlos porque caminan por un “nefasto sendero que linda con el fascismo”. Sin ocultar su simpatía por cualquier iniciativa que busque sacar del poder a Lenín Moreno y los suyos, Pabón también aseguró que ese objetivo es el de las mujeres revolucionarias como ella. “Vamos a trabajar y luchar contra las injusticias. Si por decir esto no dicen instigadores, aquí vamos a estar para afrontar con ética y responsabilidad”.
Pabón tiene, sin embargo, una batalla nada fácil. Una cosa son las proclamas y las arengas antes de la batalla y otra cuando las balas empiezan a dispararse a la hora de la verdad. La nueva comandante, si en efecto está dispuesta a hacerle la guerra el gobierno como dice, debe asumir que tendrá que lidiar con las miserias de un presupuesto que maneja el muy leal y muy morenista Ministerio de Finanzas. Sus ofertas, de hacer un puente que una al Valle de los Chillos con Quito o el ambicioso plan vial para la provincia que anunció, cuestan mucho dinero y en política, se sabe, sin obras no hay paraíso.
La ceremonia en la árida y agreste explanada de la Mitad del Mundo, amenizada y transmitida por los entusiasmados periodistas de Pichincha Universal, fue la imagen misma de lo que le ocurre ahora al correísmo: un puñado de militantes rabiosos que están cada vez más arrinconados y que afortunadamente han encontrado en la decrépita y débil Prefectura una mísera trinchera para gritar y amenazar. Y ahí, con su vestido amarillo con estampas negras, aparece Paola Pabón imaginando que será la gran la conductora de esas tropas mientras su gran líder está en su cuartel de invierno en Bruselas. En plena debacle política del correísmo, Pabón se estrena de comandante imaginaria.
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