martes, 14 de mayo de 2019

La insoportable libertad de Ola Bini



Miguel Molina Díaz
@miguelmolinad
miguelmolinad@gmail.com
Era adolescente y ya me había decantado por estudiar Derecho cuando escuché, por primera vez, sobre lo abusiva y brutal que puede ser la prisión preventiva. Me lo explicó una amiga y me dijo que Ecuador incluso había sido condenado por el uso irracional, desproporcionado y prolongado en el tiempo de esta prisión, la más seria y violenta de las medidas cautelares. Es cierto, el Comité de Derechos Humanos de la ONU encontró que la Justicia ecuatoriana vulneró los derechos de Floresmilo Bolaños, al aprisionarlo preventivamente 6 años y 4 meses en el caso de 'La jaula de los leones' y por un crimen con el que jamás tuvo nada que ver. Este emblemático caso le reveló al país la importancia de que la prisión preventiva caduque en un plazo determinado y de entenderla como una medida de ultima ratio.
Y no es que quiera comparar el caso de Bolaños con el del sueco Ola Bini, que son diferentes en lo factual y procesal, sino que me propongo reflexionar sobre la fuerza de las palabras. En aquel entonces, mi amiga era una de las mentes jóvenes más brillantes del Ecuador. Su palabra era transparente, orientadora, demoledora por honesta. Decía que quería hacer política no para sentarse en la silla del poder, sino para cortarle las patas. La asombrosa capacidad dialéctica de sus palabras y su frescura intelectual la hicieron imbatible en los debates en los medios de comunicación. Las primeras nociones contemporáneas que escuché sobre el Derecho Internacional de los Derechos Humanos fueron de su boca.
Los giros de la vida son, a veces, como maremotos. En un ejercicio de euforia colectiva cientos de miles de ecuatorianos decidimos creer en un proyecto político que se calificaba de revolucionario y que prometió la transformación del Ecuador. Mi amiga fue uno de los rostros más notables del proceso constituyente y su palabra una de las pocas certezas. Me ha costado años admitirlo, pero la verdad es que no fui capaz, por falta de madurez y conocimiento en política, de entender que los rasgos fascistas y caudillistas del proceso estuvieron presentes desde el primer minuto. La deriva totalitaria y asquerosamente corrupta era inevitable. Mi amiga, que dominaba las palabras, denunció públicamente el intento de secuestrar la Justicia y se opuso al régimen, pero durante años la opinión pública y una buena parte del electorado no le perdonó el apoyo inicial al sátrapa. Su palabra ya no concitaba confianza.
En muchos sentidos consideraba a mi amiga como una mentora política, pero esos años fueron duros. El sátrapa efectivamente secuestró la Justicia y con ella persiguió y en algunos casos encarceló a periodistas, opositores, dirigentes indígenas y de movimientos sociales. La política puede sacar lo mejor y lo peor de la gente, y lo peor es muy oscuro. Dejé de creer en la militancia, en los partidos, en los líderes. En la escritura encontré mi espacio de resistencia. A mi amiga no la vi durante muchos años, pero me alegré cuando asumió el principal y más influyente ministerio del actual gobierno. Desde distintas veredas, ella y yo habíamos combatido a la satrapía. En otro contexto factual y con otro tipo de violencia estatal, mucho más brutal, los Ola Bini de aquella época de abusos eran 'Los Diez de Luluncoto'. Los parecidos no vienen desde lo jurídico y factual sino de lo teatral: la banalidad del mal, el escarmiento, y el capricho.
¿Cómo escribir este artículo sin rabia, sin profunda decepción, sin pena? ¿El destino irremediable de los políticos es convertirse en aquello que más cuestionaron? Ola Bini permanece en prisión preventiva desde el 11 de abril de este año, con desconcertantes violaciones a las garantías del debido proceso, la tutela judicial efectiva y la libertad personal. El motivo principal es su amistad con Julian Assange. Lo detuvieron sin cumplir procedimientos básicos e incomunicándolo. Lo vinculan con Patiño, que en realidad fue amigo y líder de absolutamente todos los miembros del actual gobierno, incluyendo mi amiga. La Fiscalía sigue buscando, sin éxito, pruebas de que Bini vulneró sistemas informáticos en el contexto de una supuesta arremetida para desestabilizar a Lenín Moreno, luego de la expulsión del ecuatoriano Julian Assange de la embajada ecuatoriana. En rueda de prensa, la poderosa ministra habló de dos rusos que hasta el momento no existen; una llamada al 911, servida de un alias, dio a entender que uno de ellos es Bini. Contra él, y sin indicios sólidos, lanzan todo el peso de la Justicia penal, mientras que a excamaradas, como Fernando Alvarado y el propio Patiño, los dejaron fugarse. La paranoia, otra vez, es la política de Estado en el gobierno del vicepresidente de Correa. La palabra de mi amiga hoy no tiene presentación. Ni calificación. Eras mejor que el papelón que haces. ¿Dónde quedó tu compromiso con los derechos humanos? ¿Con la democracia radical y profunda? Todo lo que comienza como tragicomedia acaba, indefectiblemente, como caricatura de uno mismo. (O)

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