sábado, 17 de marzo de 2018

La revolución de marzo



Publicado el 15 marzo, 201814 marzo, 2018 por BLL
[Mario Jaramillo Paredes]
Con la manía que tenemos los ecuatorianos de llamar revolución a la caída en unos casos o al advenimiento -en otros- de un caudillo, se bautizó con el nombre de revolución marcista al movimiento político que en marzo de 1845, terminó con la era de Juan José Flores y dio por finalizado el caudillismo militarista que gobernó a nuestro país luego de la independencia.
El movimiento independista latinoamericano desembocó generalmente en la toma del poder por parte de los caudillos militares que habían tenido un papel preponderante en las guerras contra la metrópoli española. Lo que hoy es el Ecuador no fue una excepción. A nosotros nos “tocó” el general venezolano Juan José Flores que dominará nuestra escena política desde 1830 hasta 1845.
Como todo caudillo concentró el poder en sus manos a través de una constitución hecha a su medida y, de elecciones amañadas con dóciles organismos electorales y sobre todo con un ejército convertido en guardia personal. Legiones de sumisos diputados y complacientes cortesanos completaron el cuadro de éste, el primero de una larga serie de caudillismos que azolarán al país en forma intermitente a lo largo de toda su historia.
La Carta de la Esclavitud, como se denominó a la Constitución aprobada bajo la presión de Flores, fue la tercera de nuestra historia. Luego-siguiendo el mal ejemplo inicial- vendrían diecisiete constituciones más, hasta completar las dos decenas, hechas la gran mayoría de ellas bajo el impulso de caudillos que buscaron perennizarse en el poder con constituciones hechas como terno, a la medida del nuevo mandamás. La denominada Carta Negra de García Moreno o la de Montecristi, con sus reformas para perpetuar a otro caudillo, son otros tantos ejemplos de cartas magnas hechas en nombre de una supuesta revolución.
El movimiento de marzo de 1845 fue, sin embargo, un hito importante en nuestra accidentada vida política. Dio fin a la etapa militarista de los orígenes de nuestra republicana y de paso, terminó con la dictadura de Juan José Flores. Desde la perspectiva social marcó la derrota pasajera de la aristocracia terrateniente de la Sierra para dar paso al gobierno de la élite guayaquileña, progresista y renovadora, representada por José Joaquín de Olmedo, Diego Noboa y Vicente Ramón Roca. La elección posterior de José María Urbina representa el punto más alto, cuando decreta la libertad de los esclavos, un paso trascendental en el camino a la dignidad del ser humano. La interpretación marxista – no marcista- de que esa liberación no fue un paso en favor de los derechos humanos sino solamente un truco para disponer de una mano de obra que favoreciera no a los dueños de eslavos sino a la naciente burguesía, es parte de otra manía muy nuestra, de negar lo bueno cuando no coincide con la ideología.
Luego de varios cambios realizados por quienes gobernaron el país en los años siguientes, finalmente llegó el turno de otro caudillo: Gabriel García Moreno, que dominará con mano férrea la escena política del país en los siguientes años. (O)

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