miércoles, 21 de marzo de 2018

ANIVERSARIO 20 DE LA REVISTA ELOBSERVADOR



Esto de los festejos, aniversarios tiene sus bemoles.
Si los hacemos como simple fidelidad a una tradición, por
respeto a la costumbre, como un recuento de momentos
estelares, caemos en el mal gusto del autoelogio, la
autosuficiencia, el narcicismo. Si, por el contrario, abrimos un
espacio para ejercer una rigurosa y exigente autocrítica
estamos cumpliendo un imperativo ético que nos permite
detenernos un momento para observar vacíos y enmendar
posibles errores.
Así, en este contexto y desde esta perspectiva debe verse el
aniversario de la revista El Observador. Se trata de hacer un
inventario de su historia, se trata de asumir las deficiencias, de
podar excesos y decantar caminos.
No queda ninguna duda que el balance actual es altamente
positivo. La revista, desde su fundación, se convirtió en una
firme defensora del derecho a la expresión, lo cual, en buen
romance supone el ejercicio del derecho a informar, pero
también, el derecho a criticar, argumentar, debatir y opinar
partiendo, desde luego, de hechos objetivos y verificables.
La revista es pues un claro ejemplo de un órgano periodístico
que ha superado múltiples obstáculos, ha tenido
contratiempos pero que ha sabido vencerlos y ha defendido
con fervor sus principios para hacer un periodismo limpio y
honesto. Desde el punto de vista de su aceptación y, sobre
todo, su permanencia, pues 20 años de vida es una cifra
importante en un medio en el que las revistas suelen tener una
vida muy efímera, El Observador merece todos los encomios y
todos los aplausos, ya que, tras intensas jornadas, se ha llegado
a este remanso. Corresponde a los directivos mirar el pasado
con humildad y el futuro con optimismo, para seguir haciendo
un periodismo sin dogmas y sin sensacionalismos, sino como un
camino que conduzca siempre a la verdad.
Felipe Aguilar

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