lunes, 26 de marzo de 2018

¿Por qué Carvajal abre la boca y alborota las redes?

  en La Info  por 
Miguel Carvajal sale, aparentemente, mal parado en las redes sociales por las explicaciones que suministró en una reunión del Congreso de Ética de Alianza País. ¿Y qué dijo Carvajal? Aquello que su partido ocultó durante años a la opinión y ahora él administra al lado de Lenín Moreno: el fisco no tiene plata, tienen problemas para que el Estado pague al final del mes, el IESS está quebrado, tendrán que realizar al menos dos empréstitos más para encarar la crisis y no saben cómo hacer porque las cifras no calzan: oficialmente la deuda pública solo suma 36% del PIB; realmente alcanza el 67% del PIB. Y como la Constitución solo autoriza llegar al 40% del Producto Interno Bruto, tienen que zanjar el dilema y pedir a la Asamblea que desaparezca esa barrera y la eleve… hasta un límite insospechado por ahora.

Miguel Carvajal hizo ante sus amigos militantes un ejercicio de realidad. Naturalmente ha despertado iras en los usuarios de redes porque no es grato oírlo decir que ellos sabían de algunos de estos temas (el del IESS por ejemplo) y que no hicieron nada. Porque ante el menor movimiento disidente los consideraban traidores…
Miguel Carvajal resume a la perfección el drama del actual gobierno. Para gobernar, en el estado que Rafael Correa dejó el país, requieren decir la verdad a la nación. Y apenas la dicen, se les abre un abismo bajo los pies. Porque con sus propias palabras describen la obra real que surgió de los sofismas que defendieron. Por un lado, las quiebras, los dobles balances, las deudas ocultas, la economía de fantasía. En ese campo tienen que encarar la construcción discursiva que durante años hizo creer a buena parte del país (y de la militancia) que estaban frente a un líder capaz de producir milagros económicos. Hoy todo eso es un campo de ruinas.
Por otro lado, están ante un retrovisor. Apenas aceptan la realidad, se reconocen cómplices de un proceso que afectó gravemente al país y que generó víctimas de todo tipo: perseguidos, encarcelados y, en casos, muertos. Nada extraño que las redes se llenen de epítetos en su contra: cobardes, farsantes, pusilánimes, caraduras, ladrones, corruptos, incompetentes…
Lo curioso de todo esto es que Lenín Moreno, sus ministros, sus funcionarios, sus asambleístas, sus seguidores… no se han hecho cargo de estas realidades. No parecen entender que, desgraciadamente para ellos, no se libran de esa herencia por haber citado una consulta para inhabilitar a Correa, o por haber admitido la irrealidad de las cifras económicas. Y es curioso porque ellos, que hicieron parte del monstruo, no han diseñado un derrotero político para operar un corte con aquello que ya no se identifican. En vez de reconocer errores y horrores, en vez de sacar lecciones y darlas a conocer, en vez de pedir perdón al país, prefieren enervar a la opinión. Se presentan como militantes engañados, ignorantes de lo que apoyaron y produjeron, víctimas de su propio proceso… pero, no obstante y a pesar de los matices, dispuestos a seguir en lo mismo.
Alianza País parece creer que debe explicaciones solamente a sus bases. Y que una alianza –con el PSC, SUMA y algunos otros bloques– le alcanza para gobernar. En su interior, además, muchos consideran que el gobierno puede incluso implementar programas de corte ideológico. Todo eso luce absurdo, insolente e irrealizable. Los militantes que, como Miguel Carvajal, están haciendo un ejercicio de realidad en el campo económico, deberían extenderlo al campo político: entender que si su partido, que nutrió y sirvió al monstruo, quiere gobernar, debe propiciar desde el gobierno una plataforma amplia, profundamente democrática, radicalmente pragmática y preocupada por proteger el tejido social más frágil del país. En claro, tender la mesa en los campos económico y político.
Si hay un plan económico, cuyo contenido y alcance se conocerá el 28 de este mes, el gobierno debería proponer un programa político, que incluya a la Asamblea, para el momento político y para la sociedad en su conjunto. No el programa de Alianza País sino las tareas de un gobierno democrático de transición para una sociedad que requiere recuperar las bases de la institucionalidad y de la convivencia. Una sociedad que tiene que pagar la irresponsabilidad y la incompetencia del gobierno de Rafael Correa, su anterior líder.
Miguel Carvajal y los suyos no han entendido que sin ese derrotero democrático y no partidista; sin certezas de que no volverán a jugar con el país, siguen y seguirán bajo graves sospechas.

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