Ahora se llaman los perseguidos y han puesto una condición indeclinable para ingresar: que los llame un un juez. El tono cambió radicalmente en ese club de valientes de la década pasada. Ellos, los defensores de la verdad y la moral de la Patria, fabricaron los infiernos de sus perseguidos no solo a punta de condenas, sino de un pulido repertorio de hostigamientos, seguimientos, demandas para dejarlos en la indefensión. Y cuando algunos de ellos salieron del país se burlaron y los ridiculizaron en cadenas informativas y sabatinas pagadas con dineros públicos. ¡Qué no dijeron del ex editor de opinión del Universo Emilio Palacio, quien, en 2012, buscó asilo en Miami cuando la justicia correísta, con Correa a la cabeza, le impuso 3 años de prisión y una multa millonaria! ¡Qué no dijeron, en 2014, contra Fernando Villavicencio, Cléver Jiménez y Carlos Figueroa, obligados a refugiarse en la selva ecuatoriana! O, luego, en 2017, cuando Villavicencio tuvo que ir al Perú y pedir asilo.
Hay ya lista de estos valientes revolucionarios que, con un nada, vuelan a Bélgica, Bolivia, Venezuela o México. Chamorro hizo un viaje a la celda de Jorge Glas (el único que se quedó) y encontró colección de fotografías de los compas, adoradores de los revolucionarios de la Sierra Maestra, pero que tienen alma sumamente sensible: levantan vuelo apenas divisan en el horizonte a un juez.
Caricatura de Chamorro.
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