Mantener a María Fernanda Espinosa como presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas habrá costado al país algo más de medio millón de dólares cuando termine su año de gestión. Eso si únicamente se cuenta el pago de su sueldo por un año, que asciende a los nada despreciables 12 mil mensuales, más su arriendo, sus gastos de representación y de traslado. En total 510 811 dólares. Hay que agregar lo que cuestan los dos asesores ecuatorianos que trabajan con ella: 241 570 dólares. Así por el trabajo de Espinosa en la ONU, el Ecuador habrá desembolsado 752 381 dólares.
El costo para el país no termina ahí. Hay que sumar otros gastos que se hicieron antes de su designación y que aún no han sido cuantificados. Por ejemplo, lo invertido durante la campaña que la señora hizo en varios países, con el fin de socavar la candidatura de Honduras que, para finales del 2017, tenía prácticamente el consenso global para que sea la ganadora. Parte de ese monto tendrá que presentar la Contraloría que hizo un examen de lo que costó el uso del avión presidencial para el desplazamiento de Espinosa durante los meses previos a su elección. En total, esto significará para las alicaídas arcas fiscales del Ecuador alrededor de un millón de dólares.
La cifra no es pelo de cochino, más aún si se considera las condiciones económicas del país. Por eso, es inevitable hacerse la pregunta ¿valió la pena pagar tanto?
Para responder, lo primero es considerar que la Presidencia de la Asamblea General es un cargo simbólico, con muy poca capacidad de decisión y forcejeo político. Básicamente, tiene la función de organizar los debates durante el año que dura la Asamblea General. De acuerdo al experto en la historia de las Naciones Unidas, Helmut Volger, para desalentar cualquier posible ambición política del Presidente, el artículo 36 de la Carta de las ONU dice que el “presidente, en el ejercicio de sus funciones, está bajo la autoridad de la Asamblea General”. Tan evidente es el desinterés por el cargo, que los países miembros no proveen de un salario, así que el Presidente es pagado por su país de origen, dice Volger. “La falta de poder, a más de las inadecuadas condiciones de trabajo han hecho que la Presidencia haya sido asumida más bien por poco inspiradores e inexpertos diplomáticos”, dijo Christian Wenaweser, el embajador de Liechtenstein en el 2007 durante un debate para reformar la carta de la ONU, recuerda Volger.
El ejercicio del cargo no ha significado para el Ecuador ningún beneficio sustancial para el país. Si se observa en la página web de promoción que Espinosa ha montado, es notorio que su gestión, como la de prácticamente todos los presidentes anteriores de la Asamblea, ha estado enfocado a las relaciones públicas y a temas de cajón como el de la superación de las mujeres en los países subdesarrollados; no a una agenda de política internacional de Ecuador. ¿Qué beneficios ha traído al Ecuador la gestión? Entre los datos más relevantes, en su página, aparece información sobre una visita a Cuba, hecha a inicios de abril, donde se reunió con el presidente Miguel Díaz-Canel y en la que, fiel a sus preferencias ideológicas, elogió “la resistencia” de Cuba ante “el injusto bloqueo” de los EEUU. Aparece, además, una visita hecha a México con ocasión de la posesión de Manuel López Obrador y una campaña para erradicar el uso de las botellas plásticas en la que parece ha estado muy involucrada. Hay entrevistas en las que habla de la importancia del multilateralismo o de la cooperación sur-sur. Lo mismo se ve en su cuenta de Twitter.
En realidad, el millón y pico de dólares que los contribuyentes ecuatorianos habrán pagado al final del año de la Presidencia de Espinosa son un aporte a la hoja de vida de la ex canciller y consecuentemente a sus aparentes aspiraciones políticas. Un aporte, sin duda, muy costoso.
El auspicio a la candidatura a la Presidencia de la Asamblea y la concesión de las generosísimas condiciones con las que ella fue a ejercer ese cargo fueron, evidentemente, parte de un pago de favores de Lenín Moreno. Espinosa y su esposo, Eduardo Mangas, fueron muy cercanos a él cuando Espinosa era embajadora del Ecuador ante la ONU en Ginebra, Suiza. Ambos fueron, además, operadores políticos clave para la candidatura presidencial del actual mandatario. Espinosa pidió licencia para venir al Ecuador durante la campaña electoral y cuando Moreno asumió el poder, ella fue nombrada canciller. En ese cargo fue piedra angular de la vergonzosa política internacional del primer año de gobierno de Moreno en el que apoyó a la Venezuela de Maduro y se mantuvo el discurso de simpatía y apoyo a los regímenes autoritarios de Cuba y Nicaragua. Su viaje a Managua en avión presidencial, acompañada por Ricardo Patiño, para lambisconear y alabar líricamente a la inefable Rosario Murillo, esposa y controladora del déspota Daniel Ortega, fueron marcas bochornosas que mancharon la ya golpeada imagen del país.
Que María Fernanda Espinosa haya sido candidatizada a la Presidencia de la Asamblea General cuando ella estaba envuelta en el escándalo por la forma en que nacionalizó y acreditó como diplomático ecuatoriano en Moscú a Julian Assange, también es la evidencia de que el mandatario estaba dispuesto a todo para defender y proteger a su ex operadora política.
Así como Rafael Correa envió 1,6 millones de dólares a Moreno para que incube su candidatura presidencial en Ginebra, así Moreno ha hecho con Espinosa. El pago de favores y la lógica de las amistades y las lealtades se pagan. Pero claro, con plata del país.
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