Publicado en la Revista El Observador, edición 110, Abril de 2019 |
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La modernización del Estado correísta alteró el tejido social y organizativo de las expresiones sociales. Las primeras fracturas de la hegemonía correísta se pueden recoger empíricamente en los años 2010, 2011, pero la primera gran crisis estalla en el 2013, la que se traduce en el revés electoral de 2014 y en grandes movilizaciones. Tiendas políticas de todo el espectro ideológico crean vínculos y se forma el anticorreísmo. Entre las causas pululan la pérdida del consenso con fracciones de la burguesía, los acuerdos del régimen con los imperialismos estadounidense, europeo y chino, la represión del régimen, la ebullición de un movimiento ecologista y antiminero, el menoscabo de los derechos de los trabajadores de la ciudad y el campo, la violación de las libertades de organización y expresión, el endeudamiento excesivo, la corrupción y varias otras. En los episodios de crisis, el correísmo fue muy hábil con la restauración hegemónica. No obstante, la crisis más grave del correísmo empieza con un Caballo de Troya propio: Lenin Moreno; después del oscuro proceso electoral de 2017, la ruptura con Correa/Glas y el fraccionamiento interno de Alianza País (AP) en un contexto de decrecimiento económico y apertura al Fondo Monetario Internacional (FMI).
Los resultados de las elecciones de marzo de 2019 cambian la correlación de fuerzas, generando un escenario plural en la geografía política. En este momento, se remarcan tres fenómenos para el estudio del mapa ideológico político: primero, la gran mayoría de organizaciones han realizado alianzas políticas del más variado tipo para la participación electoral; segundo, tanto las alianzas cuanto la composición electoral esta intermediada por el eje correísmo/anticorreísmo (aquí se cuenta la ineptitud y descomposición de la dirigencia correísta para organizarse a pesar de tener numerosas instituciones, funcionarios y un alto porcentaje electoral); y, tercero, los conceptos: derecha e izquierda toman relevancia en conexión con las posiciones democráticas que enfrentan la modernización autoritaria y el pacto neoliberal, lo que aclara la composición ideológica y política en las 23 prefecturas y 221 alcaldías. Del lado de la derecha y el pacto neoliberal del poder se contabilizan más de 50 alcaldías para el PSC, 9 para CREO y 9 para Alianza País (de Moreno). Si se suman a estas, las otras formaciones locales de derecha, tendrían aproximadamente 170 alcaldías. En prefecturas, los socialcristianos tendría 8: 3 propias (Cañar, Esmeraldas, Los Ríos) y 5 en alianzas (Bolívar, Guayas, Santa Elena, Imbabura y Pastaza); SUMA gana en Sucumbíos; otras coaliciones empresariales tendrían el Oro y Loja; el correísmo 2 (Manabí y Pichincha; en 2014 tenían 10). En total sumarían 13 prefecturas. Las organizaciones políticas que, por lo pronto, se alejan del pacto neoliberal (las izquierdas y la socialdemocracia) Pachakutik (PK) (14), Unidad Popular (UP) (6), algunas alcaldías de Democracia Sí, la Izquierda Democrática (ID) y otros movimientos llegarían aproximadamente a 50 alcaldías. En prefecturas sin alianzas PK tiene 4 (Azuay, Napo, Morona Santiago, Tungurahua), en alianza con UP 1 (Cotopaxi); UP en alianza 2 (Orellana y Zamora), Democracia Sí (DS) en alianza 1 (Santo Domingo), la ID 1 (Carchi), Cambio 1 (Chimborazo). En total 10 prefecturas. Esta situación se podría alterar por los acuerdos políticos. Aquí la cercanía o el alejamiento del pacto neoliberal se vuelve vital para el análisis. Asimismo, de la lid electoral se puede concluir una formación política de centros y periferias en las provincias. La derecha y los empresarios tienen la mayoría de capitales (17) y la izquierda la minoría (7). Aunque no es general, la izquierda reconstituye la geografía política triunfando en las periferias, aunque no únicamente en estas. En la costa, la derecha triunfa (6) con Agustín Casanova en Portoviejo (PSC-Unidad Primero, Movimiento Camino), Carlos Gaibor en Babahoyo (PSC), Wilson Erazo en Santo Domingo (Unidad 20/100), Cynthia Viteri en Guayaquil (PSC-MG), Otto Vera en Santa Elena (MPCNG) y Henry Cobos en San Cristóbal (CREO). Mientras que la izquierda lo hace con Lucia Sosa (UP) en Esmeraldas y Darío Macas (UP-Avanza) en Machala. La izquierda nunca había tenido más de una alcaldía en las capitales del litoral. En la Sierra, la derecha y los grupos empresariales ganan (6) con Livardo Benalcázar (Alianza conservadores y PSC), Andrea Sacco en Ambato (Únete), Jorge Yunda en Quito (Unión Ecuatoriana), Byron Pacheco en Azogues (PSC), Pedro Palacios (Ecuatoriano Unido) y Jorge Bailón en Loja (ALPT). Las izquierdas y la socialdemocracia (4): Byron Cárdenas en Latacunga (PK, 18-20), Medardo Chimbolena en Guaranda (PK), Javier Altamirano en Ambato (ID,12-63) y Cristian Benavides Tulcán (centro izquierda, SOMOS). En la Amazonía la derecha se lleva casi todas las alcaldías (5): Abraham Freire en Lago Agrio (SUMA-Acuerdo Ciudadano), Carlos Guevara en Pastaza (PSP), Elías Jachero en Puyo (Unidos-PSC), Franklin Galarza en Morona (CREO) y Víctor González Zamora (CREO). La izquierda tiene en alianza una alcaldía con Ricardo Ramírez en Orellana (Alianza Orellana). En Guayas, el PSC gana 16 de las 25 alcaldías, en total la derecha tiene 23 alcaldías y la centro izquierda 2. En Pichincha la derecha se lleva 6 alcaldías y la centro izquierda 2. En Azuay la centro-izquierda tendría alrededor de unas 5 alcaldías y la centro derecha 10. Las decisiones políticas de las Cámaras Provinciales y de los Consejos Municipales estarán signadas, en su mayoría, por los consensos, salvo algunas excepciones como en Guayas y Guayaquil. El llamado al voto nulo a un electorado confundido permitió que el correísmo organizado tenga 4 miembros en el Consejo de Participación Ciudadana. Aunque la salida jurídica para la eliminación de esta Función sería la Asamblea Constituyente, la voz de Trujillo por la Consulta Popular gana adeptos. Algunas maquinarias electorales se conservan, pero otras tienen un rotundo fracaso. Aparecen numerosas expresiones con menor poder político y económico que a través de campañas austeras y en el mundo interactivo logran arrebatar espacios a caudillos y fuerzas tradicionales. La desarticulación del correísmo deja un panorama electoral diferente. La derecha tradicional tiende a reagruparse junto a formaciones nuevas. Por su parte, la socialdemocracia y las izquierdas ganan una fuerza no vista en el siglo XXI. Existen fronteras borrosas entre la izquierda/derecha, pero la distribución de los presupuestos del gobierno central vendrán de la mano con la lucha contra el acuerdo del FMI. Todo parece apuntar a que la izquierda si quiere alterar el rumbo histórico tendrá que calificar su discurso ideológico y político, la crítica dentro de la administración pública y aprender a combatir la presión del capital dentro y fuera de las instituciones. |
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