Hernán Pérez Loose / EL UNIVERSO
Ese es el tamaño de la corrupción que construyó el correísmo, tan grande como el edificio Empire State. Una estructura enorme, con 8.000 metros cuadrados de base, 331.000 toneladas de peso y 443 metros de altura. Así de grande fue el asalto a los fondos públicos de Correa y su pandilla, así de sólida es la impunidad que dejaron instalada, y así de resistente es la cultura de corrupción que sembraron. Robaron en la construcción de carreteras, puentes, bordillos, aceras. Robaron en la edificación de escuelas, colegios y universidades, y en la de juzgados y cárceles. Robaron en la construcción de ministerios, hospitales, centros de salud, y en la compra de ambulancias, medicinas y equipos médicos. Robaron tanto en las centrales hidroeléctricas y redes de transmisión como en la adquisición de grilletes, patrulleros, caballos y fusiles. Les robaron a los maestros su fondo previsional, a los trabajadores sus utilidades, a los jubilados sus pensiones y al IESS sus dineros. Robaron en Tame, en Petroecuador y en los medios de comunicación públicos, y hasta en el terremoto de Manabí. Robaron en las refinerías y aeropuertos, en las ventas petroleras a China y en los seguros. Robaron en grande y en chiquito, robaron por escritura pública, con decretos y leyes, y a escondidas. El atraco de Coca Codo es una bofetada. En la propia China ya estarían enjuiciados los financistas, intermediarios, ministros y constructores.
Pero no solo robaron. Además, dejaron a un ejército de funcionarios, asambleístas, fiscales y jueces para que –salvo honrosas excepciones– los encubran. Tal es la cultura de la corrupción que crearon que hoy andan como el pavo diputados y políticos glosados por la Contraloría. La justicia corrupta fue su obra magna. Ella se prestó para protegerlos mientras violaban los derechos humanos y asaltaba al fisco. Pero no solo robaron, sino que llegaron a matar y secuestrar. Llegaron a asesinar nada menos que a un general de la República y a secuestrar a un diputado. Y, además, hicieron trampa. Trampa en los concursos de méritos, trampa en los juicios penales que instauraron para perseguir a políticos como Galo Lara –a quien lo intercambiaron por una nave involucrada en Panamá en el narcotráfico– o a Mery Zamora. Trampa en sus juicios con sentencias preparadas por sus abogados. Trampa en las elecciones y hasta en la redacción de la Constitución. Y encima permitieron que floreciera el narcotráfico y encubrieron a pederastas. Despilfarraron casi 300.000 millones de dólares y se habrán robado unos 70.000; falsificaron las cuentas fiscales y dejaron quebrado al país.
*Creer que a esta gente se la puede procesar y recuperar lo que robaron nombrando simplemente un nuevo fiscal, sin la asistencia de una comisión internacional de fiscales extranjeros por la ONU, es como creer que se puede derrumbar el Empire State con un martillo. Si no se la sanciona rigurosamente a toda esta mafia, estaremos como nación condenados a vivir sin dignidad en el basurero de la historia. ¿Es eso lo que quieren nuestras iluminadas élites?*
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