Escoja bien la terna, presidente Moreno
Este juego de tronos criollo puede derivar en una nueva metida de pata del presidente Moreno, en un momento en que podría enviarle a la ciudadanía un claro mensaje de responsabilidad política. Es decir, de preocupación prioritaria por el país. Para ello no necesita más que agotar las posibilidades de un amplio acuerdo en la elaboración de la terna.
05 de diciembre del 2018
POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Nos guste o no, la terna para designar al remplazo de la señora Vicuña marcará el ritmo de la política nacional en las próximas semanas. Y no por la trascendencia del cargo, sino por el despliegue de intereses y ambiciones al que asistiremos. Más que un reacomodo de fuerzas en sentido político, lo que observaremos será una interminable serie de amarres, movidas y repartos propios de la desinstitucionalización que vive el Ecuador.
En efecto, las intenciones afloraron apenas se conoció de la renuncia de la exvicepresidenta. La derecha empresarial, por ejemplo, se apuró en sugerir para el sucesor o sucesora un perfil económico que apuntale el esquema neoliberal que no termina de cuajar en manos del ministro de Economía.
Desde el correísmo obtuso, en cambio, se abona a la demolición de las instituciones, con miras en una eventual –aunque inviable– muerte cruzada que supuestamente beneficie el expresidente Correa. En su obcecación, este sector no logra digerir el desprestigio en que han caído a causa de la corrupción rampante. Con su apuesta por el caos pretenden, de paso, revolver los procesos judiciales que amenazan con poner a algunos tras las rejas.
Por su parte, el oficialismo insinúa una maniobra burocrática cuyo único propósito sería blindar a Moreno contra las amenazas de desestabilización. El remplazo de Vicuña quedaría en manos de algún funcionario o militante cercano al presidente. El problema es que el oficialismo también es una olla de grillos, donde el que menos piensa en sacar provecho personal de la sucesión. A fin de cuentas, ser vicepresidente de un primer mandatario tan frágil es una buena apuesta. Para hoy o para el 2021.
Este juego de tronos criollo puede derivar en una nueva metida de pata del presidente Moreno, en un momento en que podría enviarle a la ciudadanía un claro mensaje de responsabilidad política. Es decir, de preocupación prioritaria por el país. Para ello no necesita más que agotar las posibilidades de un amplio acuerdo en la elaboración de la terna.
Al contrario de lo que sucedió en enero de este año, cuando el remplazo de Glas fue pactado en los cotos cerrados de Carondelet, hoy se puede abrir el proceso a la sociedad. Mejor dicho, a los movimientos sociales que hoy presionan por una democratización de las decisiones políticas y económicas. El relanzamiento del diálogo hecho por el Gobierno en días pasados puede empezar por una negociación transparente a propósito del remplazo de Vicuña.
Con la conformación de la Comisión Cívica Anticorrupción, iniciativa que a su vez influyó en la designación del Consejo de Participación transitorio, los movimientos sociales tuvieron un gran acierto; demostraron que sus propuestas están por encima de las inveteradas mezquindades grupales, corporativas o partidistas.
Frente a la agenda restringida de la derecha empresarial y frente a la agenda utilitaria de los altos funcionarios del Gobierno (ambas incompatibles con el momento que vive el país), Moreno puede escoger a alguien que exprese una agenda social más incluyente y estratégica. Alguien distante de las tradicionales maniobras de nuestra vieja política. Sobre todo, alguien que piense en los problemas generales antes que en la sucesión presidencial.
En efecto, las intenciones afloraron apenas se conoció de la renuncia de la exvicepresidenta. La derecha empresarial, por ejemplo, se apuró en sugerir para el sucesor o sucesora un perfil económico que apuntale el esquema neoliberal que no termina de cuajar en manos del ministro de Economía.
Desde el correísmo obtuso, en cambio, se abona a la demolición de las instituciones, con miras en una eventual –aunque inviable– muerte cruzada que supuestamente beneficie el expresidente Correa. En su obcecación, este sector no logra digerir el desprestigio en que han caído a causa de la corrupción rampante. Con su apuesta por el caos pretenden, de paso, revolver los procesos judiciales que amenazan con poner a algunos tras las rejas.
Por su parte, el oficialismo insinúa una maniobra burocrática cuyo único propósito sería blindar a Moreno contra las amenazas de desestabilización. El remplazo de Vicuña quedaría en manos de algún funcionario o militante cercano al presidente. El problema es que el oficialismo también es una olla de grillos, donde el que menos piensa en sacar provecho personal de la sucesión. A fin de cuentas, ser vicepresidente de un primer mandatario tan frágil es una buena apuesta. Para hoy o para el 2021.
Este juego de tronos criollo puede derivar en una nueva metida de pata del presidente Moreno, en un momento en que podría enviarle a la ciudadanía un claro mensaje de responsabilidad política. Es decir, de preocupación prioritaria por el país. Para ello no necesita más que agotar las posibilidades de un amplio acuerdo en la elaboración de la terna.
Al contrario de lo que sucedió en enero de este año, cuando el remplazo de Glas fue pactado en los cotos cerrados de Carondelet, hoy se puede abrir el proceso a la sociedad. Mejor dicho, a los movimientos sociales que hoy presionan por una democratización de las decisiones políticas y económicas. El relanzamiento del diálogo hecho por el Gobierno en días pasados puede empezar por una negociación transparente a propósito del remplazo de Vicuña.
Con la conformación de la Comisión Cívica Anticorrupción, iniciativa que a su vez influyó en la designación del Consejo de Participación transitorio, los movimientos sociales tuvieron un gran acierto; demostraron que sus propuestas están por encima de las inveteradas mezquindades grupales, corporativas o partidistas.
Frente a la agenda restringida de la derecha empresarial y frente a la agenda utilitaria de los altos funcionarios del Gobierno (ambas incompatibles con el momento que vive el país), Moreno puede escoger a alguien que exprese una agenda social más incluyente y estratégica. Alguien distante de las tradicionales maniobras de nuestra vieja política. Sobre todo, alguien que piense en los problemas generales antes que en la sucesión presidencial.
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