Se viene el TLC con China
La ruta para el aperturismo indiscriminado fue trazada por el anterior gobierno. Una vez que se consolidó el modelo de economía monopolizada y que se desmanteló a los movimientos sociales que podían resistirse al despojo, el siguiente paso fue la transnacionalización del comercio exterior. La firma del TLC con la Unión Europea fue –como muchos lo advertimos– la punta del iceberg del entreguismo comercial del país. Lo demás viene por añadidura.
12 de diciembre del 2018
POR: Juan Cuvi
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
Las últimas moviliza-ciones de ese sector tienen relación con los impactos de la pene-tración en nuestro mercado de los exce-dentes lácteos de los produc-tores europeos".
Por fortuna, el ministro de Comercio Exterior no ha ocultado los objetivos del viaje presidencial a China. Pablo Campana lo viene anunciando desde hace tiempo: hay que llegar a un acuerdo comercial con la potencia asiática y, de paso, allanar el camino para un Tratado de Libre Comercio con Estado Unidos. En buena hora nos anticipa el esquema económico que quiere aplicar el gobierno. Así sabremos por dónde nos caerá el costalazo.
La ruta para el aperturismo indiscriminado fue trazada por el anterior gobierno. Una vez que se consolidó el modelo de economía monopolizada y que se desmanteló a los movimientos sociales que podían resistirse al despojo, el siguiente paso fue la transnacionalización del comercio exterior. La firma del TLC con la Unión Europea fue –como muchos lo advertimos– la punta del iceberg del entreguismo comercial del país. Lo demás viene por añadidura.
De poco sirvió la verborrea izquierdista del expresidente Correa. Lo que al final primó en su gobierno fue un modelo de acumulación que se venía consolidando desde tiempos de Lucio Gutiérrez, una vez que la economía salió del shock de la dolarización. Han sido los grandes grupos económicos los que han marcado el paso. Basta revisar el reciente libro de John Cajas Guijarro Los capos del comercio para constatar la línea de continuidad que se ha producido desde inicios de siglo.
Los –eufemísticamente– denominados acuerdos comerciales con las grandes potencias tienen una condición intrínseca de desigualdad. Operan eficazmente para los sectores de la economía con alta capacidad financiera y tecnológica. Sobre todo, para aquellas empresas que tienen una inserción previa en los circuitos comerciales globales. Los demás productores quedan anclados a una dependencia caprichosa de la demanda internacional.
Ya está sucediendo, por ejemplo, con los productores lecheros nacionales. Las últimas movilizaciones de ese sector tienen relación con los impactos de la penetración en nuestro mercado de los excedentes lácteos de los productores europeos.
Si así comenzamos con este tratado comercial, hay que alarmarse con lo que ocurrirá luego de los acuerdos con la primera potencia comercial del planeta. Los chinos no solo tienen la capacidad de inundar nuestro mercado con productos baratos; intervienen con una lógica implacable frente a los derechos laborales y ambientales. Las denuncias al respecto son interminables, y no solo en nuestra geografía.
En ese sentido, el país necesita de mínimas certidumbres sobre lo que se estaría negociando en China. Las gigantescas inversiones de las que habló el presidente Moreno insinúan un escenario de dependencia mayor y más vulnerable. ¿Qué daremos a cambio? Ingenuo sería obviar las implicaciones geopolíticas que acarrean estas decisiones. La confrontación mundial entre China, Rusia y los Estados Unidos se está calentado peligrosamente. La intervención en Venezuela es solamente la punta del ovillo de un conflicto estratégico.
Cuando Correa entregó el país a los chinos yo advertí sobre la amenaza que se cernía sobre nuestra joya geopolítica: las islas Galápagos. La amenaza sigue latente. Peor aún si para negociar un TLC con China tendremos que hacer concesiones secretas, como la que se hacen en todo “acuerdo” comercial.
La ruta para el aperturismo indiscriminado fue trazada por el anterior gobierno. Una vez que se consolidó el modelo de economía monopolizada y que se desmanteló a los movimientos sociales que podían resistirse al despojo, el siguiente paso fue la transnacionalización del comercio exterior. La firma del TLC con la Unión Europea fue –como muchos lo advertimos– la punta del iceberg del entreguismo comercial del país. Lo demás viene por añadidura.
De poco sirvió la verborrea izquierdista del expresidente Correa. Lo que al final primó en su gobierno fue un modelo de acumulación que se venía consolidando desde tiempos de Lucio Gutiérrez, una vez que la economía salió del shock de la dolarización. Han sido los grandes grupos económicos los que han marcado el paso. Basta revisar el reciente libro de John Cajas Guijarro Los capos del comercio para constatar la línea de continuidad que se ha producido desde inicios de siglo.
Los –eufemísticamente– denominados acuerdos comerciales con las grandes potencias tienen una condición intrínseca de desigualdad. Operan eficazmente para los sectores de la economía con alta capacidad financiera y tecnológica. Sobre todo, para aquellas empresas que tienen una inserción previa en los circuitos comerciales globales. Los demás productores quedan anclados a una dependencia caprichosa de la demanda internacional.
Ya está sucediendo, por ejemplo, con los productores lecheros nacionales. Las últimas movilizaciones de ese sector tienen relación con los impactos de la penetración en nuestro mercado de los excedentes lácteos de los productores europeos.
Si así comenzamos con este tratado comercial, hay que alarmarse con lo que ocurrirá luego de los acuerdos con la primera potencia comercial del planeta. Los chinos no solo tienen la capacidad de inundar nuestro mercado con productos baratos; intervienen con una lógica implacable frente a los derechos laborales y ambientales. Las denuncias al respecto son interminables, y no solo en nuestra geografía.
En ese sentido, el país necesita de mínimas certidumbres sobre lo que se estaría negociando en China. Las gigantescas inversiones de las que habló el presidente Moreno insinúan un escenario de dependencia mayor y más vulnerable. ¿Qué daremos a cambio? Ingenuo sería obviar las implicaciones geopolíticas que acarrean estas decisiones. La confrontación mundial entre China, Rusia y los Estados Unidos se está calentado peligrosamente. La intervención en Venezuela es solamente la punta del ovillo de un conflicto estratégico.
Cuando Correa entregó el país a los chinos yo advertí sobre la amenaza que se cernía sobre nuestra joya geopolítica: las islas Galápagos. La amenaza sigue latente. Peor aún si para negociar un TLC con China tendremos que hacer concesiones secretas, como la que se hacen en todo “acuerdo” comercial.
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