viernes, 5 de mayo de 2023

 

No claudicaré, a pesar de que ya hemos perdido definitivamente la batalla del futuro

 Por: José Manuel Castellano

Estoy muy mayor y a estas alturas seguiré manteniendo, más que nunca y con mayor fuerza si cabe, mi firme convicción. No voy a cambiar, a pesar de los engaños, los egoísmos, los desagradecidos, las miserias, los intereses espurios, la maldad, los fracasos y mis reducidas expectativas. No voy a abandonar mi esperanza y creencia en el “otro”.

Afortunadamente me encuentro en los últimos coletazos de mi vida. Una breve existencia que ha estado orientada en un intento por estar en las filas de las causas justas, aunque siempre derrotadas, arrastrando utopías por participar en la construcción de ese gran sueño de una sociedad solidaria de bienestar compartida.

Una lucha que ha perdido todas sus batallas ante una multitud de agentes alienados, descerebrados y travestidos en todas las facetas y caracterizados por un egoísmo autoritario, tanto vertical como horizontal; por una multitud de comparsas que marchan a ritmo de falsas apariencias y al son de cantos hipócritas; por legiones de ciudadanos inoculados por los virus compulsivos de la mentira y la aceptación; por graduados con alta calificación en el arte de la estafa…, cuyas estelas permean hasta lo más hondo y profundo en todos los comportamientos y relaciones sociales (desde la simple amistad a las corruptelas de políticos y dignidades, desde los escenarios profesionales hasta cualquier otro aspecto simple de la vida cotidiana).

Esta sociedad, sin capacidad de reacción alguna, vive encadenada a un espejismo de huecos conceptos fantasmales (Libertad, Democracia, Igualdad, Solidaridad, Paz, defensa medioambiental…) utilizados desde la propia estructura del poder -y canalizados a través de su ramificación orgánica, incluido el propio sistema educativo, y áreas de influencia- con eslóganes publicitarios engañosos, que sirven para calmar las nobles aspiraciones de una supuesta consciencia de los inconscientes y dar credibilidad y estabilidad al sistema establecido.

¿Es posible concebir esa “Libertad” que proclaman, cuando no hay espacio, ni respeto a ideas distintas o contrarias, cuando se intenta silenciarlas para imponer un único criterio hegemónico y que vienen reforzadas por esas comunes prácticas de autocensura por miedo a represalias y la adopción de comportamientos sumisos y cobardes ante las injusticias y los abusos de poder?

¿Es coherente asumir este modelo democrático, cuando el gobierno está estrictamente restringido a la representatividad exclusiva de una élite económica y donde la ciudadanía juega a avalar el sistema con una participación electoral decorativa y pasiva, a través de un voto, mayormente sin calidad, ni criterio, y que incumple su ejercicio de responsabilidad y capacidad posterior para controlar a los gobernantes?

¿Es sensato apropiarnos de esa concepción de “Igualdad” que nos trasmiten, cuando todo este sistema está sustentado en el desequilibrio, en la jerarquización y en un estado de dependencia generalizado?

¿Entendemos y practicamos la “Solidaridad, cuando todas las relaciones están establecidas a través de la apropiación ilegítima, el robo y el saqueo?

¿Son creíbles los discursos sobre la “Paz”, cuando los organismos internacionales, las grandes potencias y sus industrias armamentísticas trafican con la venta y la muerte, creando y fomentando conflictos bélicos que son justificados en base a unos intereses que nada tienen que ver con los valores humanos?

¿Somos respetuosos con el Medioambiente”, cuando todo gira en torno a la destrucción y explotación de los recursos naturales para satisfacer a los insaciables acaparadores creadores de hambrunas innecesarias en una sociedad replicante, que adopta un exacerbado estilo de vida centrado en valores materialistas y consumistas enfermizos?

No sé usted, pero mi impresión es que seguimos cautivos en la caverna platónica y sin opciones de escapatoria. Y lo malo es que lo peor está aún por llegar: Una humanización robotizada al dictado de una Inteligencia Artificial (IA) concentrada, en estos momentos, en unas pocas corporaciones, hasta que la IA consiga alcanzar su propia liberación e independencia.

Ante esa más que inminente realidad (recomendamos la lectura de nuestra próxima colaboración titulada “Los maestros una profesión sin futuro y la educación, como siempre, una instrumentalización social) cabría preguntarse sobre la supervivencia, al menos desde un plano teórico, de esas acepciones reseñadas o por el contrario la implantación forzosa de nuevas concepciones en consonancia a la configuración y articulación de esa nueva (no sé si es adecuado denominarla así) sociedad o nuevo orden.


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