domingo, 20 de septiembre de 2020

 

POR: Edith Patiño S.

 

Publicado en la revista El Observador (abril de 2020, edición 116) 


Salon del pueblo
Mujeres entrenzando paz y armonía
Ahora que hemos experimentado este aislamiento emergente, necesario, preocupante; nos ha permitido volver a nuestro yo interior, al silencio, a la espiritualidad, a mirarnos a los ojos, a  valorar los afectos, a re-aprender las lecciones de los y las mayores; a hacer un alto a nuestra rutina diaria de las carreras, la presión del tiempo, las comidas rápidas, el consumismo, las banalidades materiales, la enajenación... en fin. Han circulado muchísimos mensajes en torno a la pandemia -positivos y negativos- nos han convocado a la reflexión: ¡La humanidad clamó! ¡La naturaleza clamó! aprendimos la lección; nuestra Pachamama está herida, la tierra y el cielo se han fusionado en los consensos; porque la muerte de muchos no puede ser en vano, el sacrificio y entrega de miles de personas debe ser gratificada con los cambios de comportamiento y acciones. Hemos recurrido a nuestros ancestros, a costumbres milenarias para contrarrestar y desintoxicamos de todo lo negativo, hemos orado unánimemente al Dios que todo lo puede y todo lo vence; más allá de los gobiernos y de los recursos.

Todo aquello sumado a políticas mundiales depredadoras, la dominación y violencia perpetuada por el neoliberalismo que ha causado saqueo, contaminación, amenaza de muerte planetaria; y que ha llevado a crisis sociales, culturales, económicas, políticas, ambientales, entre otras.

Lo que vivimos en el Salón del Pueblo “Efraín Jara”, fue –sin sospecharlo siquiera como un  preámbulo a lo acontecido; un espacio propicio para la demostración de saberes milenarios, ancestrales, proyectados en esa cotidianidad de las mujeres que entrenzan sus luengas cabelleras con la cercanía afectiva que les caracteriza, de madres a hijas, de amigas, vecinas… que les permite procesos dialógicos de transmisión de conocimientos y saberes. EI enfoque de género en la interculturalidad muestra el quehacer de las mujeres, buscando la equidad, la solidaridad y sororidad. Por ello la Casa de la organización Yachak Ayapu Pumapungo, con Taita Roky al frente, y la Coordinadora Política de Mujeres del Azuay, por tres años se han sumado para consensuar esta actividad en varias etapas:

- Una instalación foto — lenguaje, donde se plantearon las temáticas de los diversos feminismos.
- Exposiciones fotográficas y audiovisuales sobre los saberes y prácticas de las mujeres y hombres de medicina andina.
- Un performance, arte terapia y las limpias de las mamas.
- Una exposición e instalación de cultura viva y saberes.
- RITO - Ceremonia andina: ¡Mujeres entrenzando paz y armonía! “El símbolo predominante de esta relacionalidad es la Chakana que proviene de una sabiduría milenaria como producto de la observación macro cósmica (del mundo celeste) una prospección que dio lugar a la identificación de la constelación de la Cruz del Sur, desde la cual se construye la proporción cósmica que guarda relación con los conocimientos y las organizaciones de los pueblos, las tecnologías astronómicas para optimizar un sistema de producción y la observación de los fenómenos naturales; la profundidad del pensamiento filosófico matemático del mundo comunitario se encierra en una síntesis de símbolos geométricos” como dice Carlos Milla.
El fin último es y será para nuestra Cuenca de los Andes, el país y el mundo, tener una vida armónica, de justicia y de paz.

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