martes, 1 de noviembre de 2016
Hechiceros de las revoluciones de colores
Por Marco Robles López
Publicado en la Revista El Observador (octubre-noviembre del 2016)
Un multimillonario en la maraña de los golpes blandos
George Soros, el magnate, filántropo y “fan” de los golpes blandos, revoluciones de colores, motines palaciegos, nació en Budapest, Hungría, el 12 de agosto de 1930, en el hogar de una familia judía, por manera que cumplió hace poco los 86 años.
Abandonó su patria a fines de la guerra, en 1944 y se radicó en Londres en 1947, cursando en esa ciudad estudios superiores en la Escuela de Economía, situación que le brindó la oportunidad para dedicarse a los negocios y trabajar en los bancos de inversiones londinenses. Así se convirtió en un próspero banquero. En 1956 el joven inversionista se trasladó a Nueva York, con cinco mil dólares en su faltriquera. Encontró un buen trabajo y creó un nuevo método de negocios, llamado el “arbitraje interno”.
En 1969, ya hombre muy rico, se convirtió en condueño de la famosa firma “QUANTUM” y en dirigente del Fondo; en 1993 obtuvo las mayores ganancias en Wall Street: algo más de 1 mil millones de dólares.
A partir de los años 70, entregó, en supuestas acciones filantrópicas, 8,5 mil millones de dólares para un programa de esterilización en el hospital de California, e investigaciones, nada filantrópicas, en Rusia y Europa Oriental. Sus últimas donaciones, 150 millones, se habrían destinado a asegurar la transparencia de los Estados en todo el mundo y 100 millones para superar las barreras sociales de los afronorteamericanos; esto último, de ser verdad, consideraríamos digno de reconocimiento.
A fines de la década del siglo pasado G. Soros empieza a “jugar” activamente en la arena política, especialmente en el período de G. Bush Jr., e interviene abiertamente en contra de la guerra en Irak; pero no es que estuvo en contra de la intervención en ese país, sino en el método brutal, prácticamente genocida, en contra del pueblo iraquí al que recurrió G. W. Bush, mientras el magnate, con más sesos y sensatez, imaginaba socavar al régimen de Hussein internamente, accediendo a grupos sociales para provocar los disturbios y protestas.
Por manera que G. Soros, que ya era un exitoso financista, se reveló igualmente un pensador social (es autor de algunos libros sobre economía, política y temas propiamente sociales) y un entusiasta partidario de los golpes blandos, las revoluciones de “colores”, para deshacerse de gobiernos considerados incómodos al orden mundial vigente.
Fondos para agitar el cotarro.
Transformado Quantum en un sistema de fondos, con un valor total de once mil millones de dólares, G. Soros resolvió probar suerte y saber qué sucede si en lugar de “inyectar” grandes sumas de dinero en el mundo de las finanzas, lo hace en el “caos político”, como en Europa Oriental, África, Asia o en el continente americano. Únicamente no han llegado los fondos de este multimillonario, como ayuda, a Israel, lo que le valió la acusación de ser un antisemita de parte del régimen feroz de Netanyahu, calificativo sin duda carente de sustento, porque G. Soros es un judío y en cualquier caso quizá podría tratarse de un anti sionista, que significa algo muy diferente.
Las actividades de G. Soros abarcan el Viejo y Nuevo Mundo: desde México, hasta Europa, Oriente Próximo, Medio y Lejano, África. Con sus organizaciones dudosamente filantrópicas, como la famosa Open Society (“Sociedad Abierta”), sus propósitos no siempre han cristalizado en actos de filantropía, sino todo lo contrario: golpes de Estado, golpes blandos, revoluciones de “colores”, etc. Los datos al respecto aparecieron en el portal DeLeaks.com y causaron revuelo. ¿Cuál es el fondo de estas actividades calificadas de filantrópicas? Fomentar una opinión favorable a la política de Estados Unidos e intervenir activamente en los procesos políticos que tienen lugar en cualquier lugar del planeta, particularmente en aquellos considerados negativos para los planes geopolíticos estadounidenses y del neoliberalismo.
Desde luego, en aquellos casos en los que los golpes blandos o revoluciones de colores amenazan con el fracaso, redoblarán su trabajo los organismos de espionaje, como la CIA, el M16 de Gran Bretaña, inclusive el temible MOSSAD del régimen sionista, la NED (¡Fundación Nacional para la Democracia!, Made in USA, no lo olvidemos); asimismo llegarán en auxilio los tanques de guerra, la infantería, la marina militar o el terror desde el aire mediante los bombardeos de la aviación, los mortíferos drones de EE UU y de sus socios de la OTAN; se armará a los supuestos rebeldes que combaten por la democracia y la libertad, pero generalmente sediciosos y terroristas, como se ha demostrado fehacientemente en los casos de Yemen, Túnez, Libia, sobre todo Siria, etc.
En Europa G. Soros se inmiscuyó al comienzo del ataque especulativo del 16 de septiembre de 1992, situación que causó una abrupta caída de la libra esterlina; es decir ¡la unidad monetaria del más fiel aliado de USA, el Reino Unido!, que le benefició económicamente al magnate. El caso pasó a llamarse “miércoles negro” y significó una pérdida de ¡3.400 millones de libras esterlinas al Tesoro de su Majestad!, merced a la venta de la moneda británica. Esto se llama codicia insaciable, especulación e inconsecuencia para con el país de sus socios, de ninguna manera filantropía.
Es necesario señalar que Soros tiene una doble pasión incontrolable: 1) Es un enemigo declarado de los periodistas pundonorosos, no los tolera; 2) Su “Sociedad Abierta” (Open Society), concentra sus esfuerzos en el control de la opinión pública europea, primordialmente, lo que explica que diversas ONG (Organizaciones No Gubernamentales) hayan recibido financiamiento con el objetivo de desacreditar a los movimientos que “entienden a Rusia” y a los que se oponen a la influencia de EE UU en el Viejo Continente.
En los graves sucesos de Ucrania, G. Soros intervino activamente a través de las ONG que se encuentran bajo su control, de los medios de comunicación en los que tiene su influencia, y merced a la financiación a los grupos sediciosos, que dieron al traste con el gobierno legítimo de Ucrania, ¡incluidos grupos sumamente violentos de neonazis y chauvinistas! De inmediato se movilizaron a la tierra de conquista la Exon Movil Oil – Chevron, la vendedora de armas para la muerte, Raytheon y la inefable Coca-Cola, que negocia esa bebida con adictivas dosis de azúcar. Ya sabemos que el presidente de este gigante corporativo es el hijito del vicepresidente de EE UU. Pero no termina en esto: el esposo de Victoria Nolan, representante para Europa Oriental y Rusia del régimen de B. Obama, que ya se está acabando, con más inconsecuencias y decepciones que aciertos, negoció para MONSANTO, el de los pesticidas, transgénicos y el mortífero glifosato, la compra de feraces tierras de Ucrania, lo que se explica porque él es un alto ejecutivo de esa gigantesca empresa. Sin embargo, de lo señalado, todo ese proceso antidemocrático que se dio en la república de la ex URSS, mientras el nuevo régimen se revelaba producto de un golpe sedicioso, se logró convencer a la mayoría de actores de la Unión Europea que el proceso fue democrático. Y en este asunto, mucho tuvieron que ver los medios controlados o influidos por el magnate.
¿Cómo así los “golpes blandos”?
… ¿Y las revoluciones de colores, de los jazmines, de terciopelo, los golpes parlamentarios, los motines palaciegos, los golpes de Estado, definitivamente? Resulta que G. Soros es un importantísimo eslabón financiero en estos procesos de cambios en países que resultan incómodos para el arrogante y nada democrático poder de EE UU y de sus más importantes socios, en virtud de que sus acciones y sus tesis el magnate los respalda con los millones de dólares que tiene (su fortuna se calcula en ¡24 mil millones de dólares!); pero Soros de ninguna manera representa la cadena completa, menos el “procerato” de esta política al servicio de los grandes poderes imperialistas. Existen otros personajes bastante bien conocidos y otros que actúan discretamente, como el politólogo Z. Brzesinski, con un sórdido historial en estos asuntos; por ej., entre sus tesis, “brillantemente” siniestras, tiene una digna de recordarse: “El fundamentalismo islámico es un baluarte contra el comunismo”. Sin duda en estos tiempos Europa y el mismo imperialismo ya han “disfrutado” de los beneficios de semejante baluarte. El teórico Francis Fukuyama, aquel del fallido pronóstico del “fin de la Historia”, es otro de esos personajes, así como Jeane Kirpatrick, ex Secretaria de Estado, Henry Kissinger, quizá uno de los más tenebrosos diplomáticos que ha tenido EE UU, quien para justificar el sangriento golpe de Estado fascista en Chile señaló: “No veo por qué tenemos que permitir que un país se vuelva marxista sólo porque su gente es irresponsable” (¡-!) (Cf. Morris Berman. Edad oscura americana. La fase final del imperio. Ed. SEXTOPISO, México, 2008, p. 179). Pero recordemos: ¡Kissinger es igualmente corresponsable con R. Nixon del genocidio en Vietnam, de los bombardeos criminales en Camboya, y sin embargo recibió el Premio Nobel a la Paz!, qué escarnio y ofensa a la dignidad de la humanidad. Otro connotado agente de estos cambios que retornan al pasado, es Jeffrey Sachs, amigo de G. Soros y quien ¡poseía una licencia de asesor para Bolivia! Asimismo, se cuenta con instituciones y organismos que laboran en profunda clandestinidad o a la luz del día.
Cómo lograr la “implosión” del Estado condenado.
Pues bien: el cerebro de los “golpes blandos” es un intelectual de altos quilates, doctor en ciencias políticas oxfordiano y radicado en EE UU. Nos referimos a Gene Sharp (Si G. Soros pone los milloncejos, G. Sharp pone la fórmula Frankensteiniana). Justamente por iniciativa suya se creó en Boston el Centro Internacional de Investigaciones de la Resistencia no Violenta, “Albert Einstein”, una de cuyas primeras tareas fue el desmontaje de la influencia soviética en Europa Central y Oriental, cuando se desintegró la antigua URSS, no solamente por una “implosión” (es decir por una causa exclusivamente interna), como algunos equivocados politólogos suelen definir en Occidente, sino también por causas exógenas muy importantes, de las que algún momento hablaremos.
Sobre la concepción de la acción estratégica no violenta –strategic non violent action-, G. Sharp encontró su aplicación óptima desde el punto de vista de esa geopolítica anacrónica, cuyas tesis se encuentran ancladas en el papel sobredimensionado de los factores geográficos con relación a la existencia de las sociedades, Estados y naciones, lo que, además, ha justificado las intervenciones político-militares contra pueblos indefensos.
Para llevar a la práctica sus tesis, G. Sharp escribió todo un tratado: “198 métodos de acciones no violentas”, con dos postulados clave: 1. La fuerza del Estado se fundamenta en la colaboración con la población y su obediencia; 2. Si las gentes abandonan la mutua colaboración con el régimen, éste pierde sus pilares en los que se sostiene. (Cf. en: George Filimonov, Nikita Daniuk y Maksim Yurakov. “El Golpe de Estado”, Ed. PITER, San Petersburgo, Ed. Junio/2016).
Pero, además, en “Introducción”, recomienda, entre otras medidas a tomar, las siguientes: la creación de la oposición, acompañada de los organismos encargados de difundir las malas noticias y socavar política, moral y psicológicamente al régimen; la operación más importante tiene que golpear sobre todo cuando la nación se encuentra en un proceso electoral y por lo tanto el gobierno es más vulnerable; las multitudes –como término medio 50 a 100.000-, identificadas por los imperios mediáticos como el “pueblo”, se lanzan a las calles (un ej. es lo que sucede todo este tiempo en Venezuela), y comienzan los mítines, las protestas, las declaraciones de los dirigentes políticos que se suman a las acciones, y exigen la salida del “usurpador”, del “corrupto”, del “dictador”; se bloquean las principales arterias de transporte y comunicación, hasta lograr la paralización o desorganización de las ciudades, especialmente de los servicios básicos –alimentos, combustible, atención de los problemas de salud, etc.- En esas condiciones, la administración de los Estados Unidos, especialmente a través del Departamento de Estado, declara la falta de democracia, el apoyo a los “luchadores” por la misma y “recomienda” al gobierno acorralado abandonar el poder; logrado el objetivo, EE. UU. declara a los cuatro vientos que ha triunfado la democracia y los poderosos órganos y agencias de información (CNN, REUTER, AFP, WASHINGTON POST, THE NEW YORK TIMES, y los más grandes medios de cada país, como “O Globo”, “Clarín”, etc.), aseguran que el nuevo régimen goza del apoyo popular y de la comunidad de naciones, que se ha recuperado la democracia y la corrupción se ha ido a los quintos infiernos (Ej. el caso Argentina con Macri, Brasil con Temer.).
El golpe blando, la revolución de los colores, las revoluciones de terciopelo, de los jazmines, ha triunfado en varias partes del globo. Caso contrario, les espera lo sucedido en Yemen, Túnez, ¡Libia!, ¡Ucrania!, el infierno al que han sometido a Siria, con la colaboración determinante de organizaciones terroristas, en gran medida creadas y sostenidas por los mismos EE UU, o la tragedia sin fin de Irak, Afganistán, a donde los norteamericanos llegaron para quedarse, la desaparición del Estado, como en Yugoslavia, o el golpe de Estado como en Honduras, el golpe parlamentario en Paraguay, etc., etc. Inclusive el régimen autoritario de Erdogán en Turquía, sin duda muy obediente con EE UU, se llevó el susto de su vida cuando quiso hacer las paces con Rusia y restaurar las relaciones económicas a plenitud: un intento de golpe de Estado de un grupo de militares, ¡organizado en una base militar que posee la súper potencia en territorio turco, echó a perder los planes de Erdogán!
Un excurso inevitable: Decíamos que G. Sharp encontró la mejor aplicación de sus tesis en varias regiones del planeta: en Europa Oriental, en el Cercano Oriente, en la vasta zona del Pacífico-Asia, en África y, por supuesto, en Latinoamérica. Por ejemplo, en tiempos del “demócrata” Bill Clinton, se utilizó exitosamente, aunque de ninguna manera pacíficamente, en la ex Yugoslavia, cuando en el año 2000 el gobierno legítimo fue sustituido por otro ilegítimo, mediante la así llamada “Revolución de los bulldozer”. Poco después Yugoslavia desapareció y de sus ruinas asomaron repúblicas liliputienses, tan manejables, como las marionetas.
En el año 2001, con la llegada al poder de los republicanos –generalmente más conservadores e implacables que los llamados demócratas-, se recurrió con alta eficacia al método de los golpes blandos en varios países, principalmente en Georgia, antigua república de la ex URSS; años después se desencadenaron los efectos nocivos de la “Revolución de las rosas”, en Ucrania, otra ex república de la desaparecida Unión Soviética (año 2003); en el Líbano, un singular tipo de golpe quebró las estructuras del Estado: la “Revolución de los Cedros” (2005); en Kirguizia, una siniestra conmoción sacudió a su pueblo: la Revolución de los tulipanes” (2005), y nuevamente en el año 2010, se desencadenó una de esas “revoluciones de colores”, para defenestrar al mandatario K. Bakiev. En el año 2009, Gene Sharp, el reconocido teórico de estos golpes (¡en unión de John McCain, ex combatiente en Vietnam y un conservador muy radical, el infaltable magnate George Soros, y con el sustento estratégico-logístico de la poderosa maquinaria de espionaje y sabotajes de EE UU!), fue acusado por el gobierno de Irán de participar a través de sus organizaciones “democráticas”, en un golpe de Estado. La indignación del régimen iraní fue mayor cuando en INTERNET, vísperas de las agitaciones y protestas, apareció la consigna “De la dictadura a la democracia”, en idioma farsi, del teórico de los golpes blandos, Gene Sharp, que añoraba los tiempos “maravillosos” del corrupto y grotesco Shah Reza Palevi…
El rechazo del gobierno de Teherán y de gran parte de la población del país fue evidente, pero aquello no constituyó un freno, aunque sí influyó para que Barack Obama, el Premio Nobel de la Paz, ¡quién lo creyera!, dos años después, en el año 2011, cambie de rumbo y se inmiscuya de manera directa en otras dos campañas militares, a fin de lograr el cambio de regímenes, tanto en Túnez, en enero del año 2011, como en Egipto, en febrero del mismo año. (Conforme a las llamadas “revoluciones de colores”, desatadas en Europa Oriental y en el espacio territorial post soviético, a estos golpes blandos que con frecuencia han concluido en asonadas militares, se las denominó la “revolución de los jazmines”, con relación a Túnez y la “segunda revolución de los jazmines” con relación a Egipto (Cf. Georgi Filimonov et al. Golpe de Estado. 03’06’2016. Moscú, pp. 12-15).
Luego, las llamas del caos y la desestabilización, en las que el “trío” Sharp-Soros-McCain de alguna manera estuvo involucrado, alcanzaron a Argelia (2010-2011), al martirizado Yemen (2011), hasta hace poco, todavía castigado implacablemente por los bombardeos de Arabia Saudí, el socio mayor en el mundo árabe de EE UU para Oriente Medio y Próximo, y con cierta frecuencia con la sigilosa participación de Israel, el mortal verdugo del pueblo palestino, no lo olvidemos.
Jordania, Libia, esta última prácticamente ha desaparecido como nación, como Estado, el poder se encuentra en manos de terroristas mantenidos por las mismas potencias de Occidente, especialmente EE UU, Reino Unido y Francia, que disfrutaron del botín y que han generado esa gigantesca ola de migrantes a Europa.
La gran marea de las protestas organizadas por “manos invisibles”, también apareció en Marruecos, en la misma Arabia Saudí, aunque resulte insólito, en Irak y Afganistán, estas dos últimas arruinadas naciones ocupadas por fuerzas extranjeras, especialmente por el “democrático” imperialismo y su principal socio de aventuras, el Reino Unido, y con sus guerras intestinas sin fin. El fuego de los “golpes blandos” ha llegado asimismo a Omán, Kuwait, Mauritania, Sudán, Somalia, el Sahara Occidental.
Y retornando al caso del magnate George Soros, considerado adalid de la democracia y símbolo del neoliberalismo “sempiterno”, tiene otras “hazañas”, que vale la pena recordarlas, no sea que el olvido se convierta en cómplice de seculares injusticias: en connivencia con las famosas organizaciones del núcleo más profundo del capitalismo global, transnacional y monopolista, como “Fundación Nacional para la Democracia”, NED, por sus siglas en inglés; el “Consejo Nacional de Seguridad”-NSC; la “Agencia Inteligencia para la Defensa”-DIA; “Freedom House” y el IDN-“Instituto Democrático Nacional”, la infaltable CIA, por supuesto, más las propias fundaciones de G. Soros, pertenecientes a la pomposa OPEN SOCIETY – SOCIEDAD ABIERTA, han intervenido, en profunda clandestinidad, en cambios de regímenes indeseables a los intereses de las élites políticas y corporaciones transnacionales de EE UU y de las potencias capitalistas, especialmente europeas. En estos casos la soberanía y la democracia de pueblos y naciones son pisoteadas, desaparece el Derecho Internacional, los genocidas se pasean libres (H. Kissinger, G. W. Bush y su equipo, y otros más) y las injustas situaciones con frecuencia cuentan con el silencio sepulcral de los imperios mediáticos. Y Barack Obama está concluyendo su gobierno, fiel a la estrategia geopolítica de quienes verdaderamente tienen el poder en sus manos: el establishment, las gigantescas corporaciones bancarias, el Complejo Militar Industrial, la todopoderosa oligarquía. Ni siquiera ha sido capaz de poner freno a ese racismo desbocado en su propia nación, que ha asesinado a mansalva a inocentes ciudadanos, incluyendo niños y adolescentes afronorteamericanos, ¡sus hermanos de etnia! ¡Que inconsecuencia, qué vergüenza del supuesto demócrata y Premio Nobel de la Paz!
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