lunes, 7 de noviembre de 2016

El enigma de la Estrella de Panamá



Publicado en noviembre 7, 2016 en Columnistas/Las Ideas por Ramiro Aguilar
La semana pasada el país se sobresaltó con la noticia de que la República de Panamá habría enviado, a pedido de la Fiscalía ecuatoriana, un informe sobre ciertas actividades financieras irregulares que podrían involucrar al actual vice presidente de la República. ¿La fuente? Dos párrafos de no más de cuatro líneas en una columna de rumores. Conozco a una periodista ecuatoriana de medio escrito que podría publicar -con obvia reserva de fuente-, la información completa relacionada con lo insinuado por el periódico panameño Estrella de Panamá.
La opacidad de los altos cargos de este gobierno y la desvergüenza con la que han exhibido su pomposo paso del apuro económico a la opulencia, hace que el tema de corrupción, en medio de la crisis económica que nos encontramos, duela mucho.
¿Cómo explicar a varios amigos que están desempleados más de un año; que tienen que vivir al borde de la desesperación; que por otro lado, hay funcionarios públicos que con su sueldo han comprado mansiones y se dan vida de cortesanos persas? Díganme cómo, porque yo no encuentro la forma; y me hierve la sangre de ira e impotencia al no poder ayudarlos; ni poder juzgar a los corruptos porque el gobierno es amo de los jueces, fiscales, Contralor, etc.
Este gobierno, cuando diseño el esquema institucional el 2008 en la Constitución de Montecristi, sabía perfectamente lo que quería: cooptar las entidades de control y acabar con la libertad de prensa en el Ecuador. Sin jueces, fiscales ni auditores que revisen las cuentas y sin periódicos o canales de TV que puedan develar las tramas de corrupción, la mesa para el delincuente de cuello blanco quedó servida.
Toda la prensa del mundo ejerce la libertad de informar y de imprenta dentro de un marco normativo que protege sus fuentes. La famosa reserva de fuente no es un capricho periodístico. Es una herramienta jurídica necesaria para que la ciudadanía se informe del manejo de la administración pública, aún a pesar de que el origen de la revelación y su contenido, sean, digámoslo de esta manera, poco ortodoxos.
Cuando salió la nota en la Estrella de Panamá, mi amiga Líam me llamó a desahogarse.
– Yo tengo toda esa información, me dijo. Pero no me dejan publicarla. Los abogados del periódico dicen que nos podrían demandar.
– ¿Cómo te llegó la información?
– ¿Cómo crees? No te la mandan con tarjeta de navidad y acuso de recibo. Los periodistas tenemos nuestras fuentes.
– Ese es el problema Líam. Si me lo estás preguntando como abogado, yo te diría que con la actual Ley de Comunicación, tus fuentes y tú quedarían peligrosamente expuestas. El diario sería demandado y el problema es que ellos controlan la justicia. Si quieres, pido la información oficialmente. Deberían dármela; pero demoraría una eternidad.
– ¡No comprendes nada! Tengo la información te digo. No dudo de mis fuentes ni de su veracidad. Si espero a que tú la pidas, ya habrá pasado la noticia. Ramiro: yo no soy policía; no soy fiscal; no soy político como tú. Soy periodista. Mi obligación es informar a la gente, es mi deber. No sabes lo frustrada que estoy. Lo peor de todo, es que ese pequeño comentario en la Estrella de Panamá, va a desacreditar la noticia, la va a desgastar, la vuelve dudosa.
– Al menos déjame ver lo que tienes.
– No. No porque no confíe en ti; sino porque el destino de esta información debe ser el público. No hay derecho a que vivamos rodeados de noche y niebla en medio de tanta corrupción impune y tanta pobreza.
– ¿Qué vas a hacer?
– Estoy tratando de mandar todo lo que tengo fuera y que se publique. No llevará mi nombre; no me llevaré el crédito profesional; pero al menos se sabrá la verdad.
Hasta aquí la conversación con mi amiga a quién solamente he cambiado el nombre para que no la despidan del medio donde trabaja.
Así que si usted duda de lo publicado en la Estrella de Panamá, sea quien fuere el que pidió que lo publiquen al apuro, como rumor, para desgastar la noticia -y no dudo que pudieron haber sido incluso los propios militantes de AP que saben que el hombre elegido para ser segundo de Moreno, es un peligro para él-; espere tranquilo. Mi amiga Líam es una mujer tenaz. No se rinde fácilmente. Encontrará la forma de que se publique.
Lo que me dijo al final, mientras lloraba de la pura rabia, fue:
– No lo dudes. Los montos son obscenos. Pobre país. Y colgó sin despedirse.

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