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A veces lo nuevo no siempre es algo que no existía, sino lo viejo olvidado y actualizado; en ciertas condiciones incluso puede ser lo decrépito y escondido, que en determinadas circunstancias históricas aflora a la superficie y provoca un gran impacto, porque equivale a una resurrección de lo negativo.
Si no ando muy equivocado, Aleksandr Blok, ese legendario y estupendo poeta ruso que encarnó el espíritu y el tiempo de la pos revolución de su patria, alguna vez sentenciosamente manifestó que la revolución era “una venganza cósmica”, queriendo significar que ésta, en determinado momento de la existencia de un pueblo es inevitable y repentinamente se hace presente y arrasa como un río embravecido todo lo que encuentra a su paso: lo vivo y lo yerto, lo bueno-lozano, lo decrépito-negativo. ¿Será así, porque en ese punto de viraje de la historia se acumulan aquellas fuerzas sociales que, cansadas de lo viejo e injusto quieren algo nuevo, una salida a sus angustias, a sus sufrimientos, a las seculares injusticias a las que han sido sometidas por los implacables poderes de antaño? Podría ser; por ello una revolución genuina, sea recurriendo al empleo de las armas (la opción más traumática, menos probable en estos tiempos), o merced al debate político, a la organización de los sectores populares y democráticos de la sociedad para alcanzar las conquistas que conduzcan a un estado que asegure una más equitativa redistribución de la riqueza, la justicia social, educación, etc. (menos traumática y más probable), resulta extremadamente complicada y el “timonel” de la nave del Estado tiene que ser una personalidad dotada de sabiduría política, revestida de gran serenidad para sortear hábilmente las convulsiones, amenazas políticas o ataques que necesariamente se producen durante los virajes, a fin de frenar a una oposición que quiere volver a los “buenos tiempos”, a aquellas fuerzas de antaño que no ceden ni cederán jamás espontáneamente sus posiciones, sus privilegios. Es indispensable, por cierto, un penetrante intelecto para hacer transformaciones verdaderamente profundas y democráticas, para “edificar” una sociedad más humana, más justa, más equitativa, de una manera civilizada, porque la perfección –así consideramos nosotros- solamente es una meta o una utopía. Si se opta por otro camino, por el de la confrontación permanente con una oposición nostálgica por el poder perdido, el nuevo régimen puede de alguna manera concluir deformándose y reeditar los defectos y las limitaciones políticas del pasado. Otro asunto relacionado con esta última cuestión, según han señalado ciertos analistas políticos, ¡inclusive algunos procedentes del mismo gobierno!, radicaría en que la llamada “restauración conservadora” merodea e incluso se ha anidado en los campos de la organización política del régimen. Esto tiene su explicación si consideramos que en países como el nuestro, todavía con tradiciones patriarcales, con colectividades marcadas por el peso de los lazos familiares, con un sentido de ciudadanía y de praxis política que todavía no ha logrado romper sus ataduras con ese pasado; con una ciudadanía que aún no consolida su formación en valores cívicos y relaciones ciudadanas, la práctica política se guía en notable medida por dichos afectos, simpatías y lazos familiares, por esas amistades de vieja data (Desde luego en sociedades con un capitalismo más desarrollado, la política tampoco se encuentra exenta de estos defectos: por ej., en EE.UU, los clanes familiares se turnan en el poder y en las más altas funciones del Estado: los hermanos Dulles, Alan y John Foster, en tiempos pasados; el clan de los hermanos Kennedy, el clan de los Clinton: esposo y esposa; el clan Bush: padre e hijos, en nuestros tiempos), y en consecuencia, partidos y movimientos no han podido librarse de esos lazos que en fin de cuentas pueden afianzar el coservadurismo político. No olvidemos que los dirigentes políticos, con frecuencia “eclosionan” de determinadas familias, de clubes sociales, de empresas o de grupos de amigos. Esta situación se traslada a los diversos núcleos del poder y el ejercicio político porta este sello, no hay escapatoria. De hecho la ideología suele quedar “secuestrada” a esta innegable realidad. Si apreciamos los últimos gobiernos, veremos cómo el peso de los familiares, compadres, socios y amigos han marcado la vida política -¡y no solamente con relación al Estado!-. Esto tiende a “volatizar” la concepción teórica del mundo, de la sociedad, del individuo y del mismo pensamiento humano, que constituye una ideología. Por ello igualmente no nos admire que un ex socialcristiano, por ej., sea el cerebro jurídico del actual gobierno, o que antiguos colaboradores de L. Gutiérrez, o del “loco que ama”, o de la extinta D. P. de Mahuad, se encuentren en altas funciones del gobierno y compartan experiencias con algunos camaradas comunistas y compañeros socialistas. En la oposición, la cuestión no es diferente: un ex banquero, que tuvo una desafortunada participación en el régimen de J. Mahuad, durante el terrible “feriado bancario”, ahora con la entusiasta participación de la dirigente de Pachakutik, la Sra. Fanny Campos y del recordado Don Auki Tituaña, aspira a la presidencia de la república, probablemente para reinstaurar el desastroso modelo neoliberal; y en la otra derecha opositora, también se ha juntado el agua con el aceite, es decir el conservadorismo político y el modelo económico neoliberal más radicales de Jaime Nebot S., el delfín del finado Ing. León Febres Cordero, con Mauricio Rodas, asimismo de raíces socialcristianas, aunque con una imagen de político apacible, pero con el preocupante antecedente de haber cultivado una estrecha amistad con el sinaloense (México) Luis Ignacio Muñoz Orozco, un experto lavador, de dinero, para el Cártel de Sinaloa, acusado por esta causa por el Departamento de Justicia de EE. UU., según el periodista mexicano Rafael Croda (Cf. PROCESO, Semanario de Información y Análisis, Nº 1983, 02-10-2014), y con el prefecto del Azuay, de centro-derecha o centro-izquierda (todo depende desde qué ángulo se lo vea), este último en plenas romerías pre electorales, llevando sus oraciones y jaculatorias a la conquista de futuros votos, contando, además, con la activa participación de la inteligente dirigente del movimiento indígena, la Sra. Mónica Chuji. Por lo expuesto, ¿en dónde se encuentra esa concepción teórica de la que hablamos? Perdida en los mágicos laberintos de esas amistades, en esos lazos familiares, en esas “galladas”, que todavía marcan nuestras actividades políticas, que todavía “inspiran” el comportamiento y la acción de nuestros dirigentes, movimientos y partidos, con las excepciones de rigor. Y en la cúpula del poder, invisibles y poderosas empresas suelen “monitorear” el ejercicio político, el rumbo de un régimen. Por manera que, de ese vidrioso “material” político estamos hechos y por ello, quizá, hace más de 2000 años el genial Estagirita afirmaba que el ser humano es un animal político; esto último, les guste o no a los partidarios de la “excepción” humana.
Publicado en la Revista El Observador (edición 87, junio del 2015)
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