miércoles, 17 de junio de 2015

POR: RODRIGO PESÁNTEZ RODAS


El premio Nacioanl de Cultura "Eugenio Espejo" y sus puntos suspensivos
Hay que reconocer -por encima de criterios políticos- que mientras el país vivía una de sus rupturas democráticas, tuvimos un capítulo que la historia habrá de recordar con gratos beneplácitos.
El General Guillermo Rodríguez Lara que presidía la Junta Militar de Gobierno (1972-1976), el 16 de agosto de 1975, mediante los Acuerdos número 677 y 699 instituyó el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo.
Entre las disposiciones se hicieron constar, a) Que el premio será concedido por el Presidente del Ecuador; b) Que el sería bienal; c) Que el Consejo Nacional de Cultura (CNC) sería el encargado de elaborar una terna, agrupando en ella a los finalistas nominados para asignarles en base a las siguientes categorías:
Promoción Cultural.
Artes.
Literatura.
Ciencias.
Organismos Públicos o privados que apoyan a la cultura.
El Jefe de Estado entonces selecciona, de aquella lista a los ganadores, a quienes se les concede una suma de dinero, un diploma, una medalla y una pensión vitalicia.
Desde entonces la entrega del Premio se ha sujetado a varios cambios desde su instauración en 1975, siendo el más notorio en que dejara de ser bienal, para realizarse cada año. ¿Razones?: Primer punto suspensivo.
Sin embargo, en ninguna de las modificaciones que experimentó el Premio más importante que entrega el Gobierno se replanteó la forma en la que se hace la selección.
El jueves 7 de agosto (2014), dos días antes de la entrega tradicional del Premio Nacional Eugenio Espejo, el Ministro de Cultura, Paco Velasco convocó al Consejo Nacional de Cultura a una reunión para tratar las ternas que se entregarían al Presidente  para la selección de los condecorados. En dicha reunión los Miembros del Consejo tuvieron un debate en relación a la inexistencia de una metodología con la cual deben designarse estas ternas. Por este motivo, ese mismo día mediante la resolución N° 01-2014, enc, se solicita  al señor Presidente Constitucional de la República se difiera por esta ocasión la entrega de las ternas de candidatos para el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo con el fin de encargar al Ministerio de Coordinación de Conocimiento y Talento Humano, la elaboración del procedimiento que regule la postulación y selección de las candidaturas que conforman la terna que serán sometidas a su decisión.
Esta resolución fue refrendada por Francisco Velasco Andrade, Ministro de Cultura y Patrimonio y Presidente del Consejo Nacional de Cultura e Irving Iván Zapater, secretario Técnico del CNC.
A partir de esta reunión es donde empiezan a aparecer los otros puntos suspensivos pues, según el vice-ministro encargado Alberto Gordillo, la postulación de las ternas era casi una  decisión a gusto de los Miembros del Consejo. No había  un procedimiento que regulase las candidaturas por lo que “se resolvió que esta decisión arbitraria debía cambiar”. Y el mismo viceministro Gordillo resalta en la solicitud al Presidente para que sea “el Ministerio  de Coordinación de Conocimiento y Talento Humano el que establezca los parámetros académicos; que “haya una representatividad en las postulaciones y que no sea una cuestión en la que los Miembros del Consejo de Cultura se reúnan y decidan como las parezca”  (Lo subrayado es nuestro)
Partiendo de una realidad inobjetable, todas las personas a quienes se ha conferido esta presea, son dignas de esta distinción que se les entregó en su oportunidad. Son escritores, artistas, intelectuales, en fin, que los acreditan sus méritos. Sin embargo, aun dentro de esta codificación valorativa hay escalas que deben ser tomadas en cuenta, siendo la primordial, como lo asevera con sobrada razón el excelente narrador y ensayista quiteño Abdón Ubidia: la trascendencia.
A fin de ir desglosando los otros puntos suspensivos aparte del ya mencionado salto que se dio de bienal a anual y esgrimiendo tal vez, una razón que alguien la supo manifestar que, en el Ecuador sí hay talentos. Por supuesto. Y nadie lo duda. Pero hay que esperar que esos talentos maduren, trasciendan, fulguren, donde solo el tiempo tiene la suprema razón y no las bienaventuranzas que nos llegan desde ciertos medios de comunicación escritos, revistas, editoriales, grupúsculos; espejismos desde donde esas decisiones eran arbitrarias, causando un grave daño a la cultura nacional y más aún, al propio autor que lo engolosinan antes de tiempo, haciéndole perder la visión de una realidad.
Para tener una mejor apreciación de cómo advinieron estos puntos suspensivos en la postulación y luego, concesión del Premio Nacional Eugenio Espejo, vamos a referirnos solamente en este artículo a los de la categoría literaria para lo cual segmentaremos  el panorama en tres vertientes:
A quienes los adelantaron.
A quienes los postergaron
De quienes se olvidaron 
Partiendo de la segunda vertiente y continuando luego, con la tercero, será muy fácil que el lector reconozca a los de la primera.
Adalberto Ortiz (1914-2003), narrador, poeta y pintor de prestigio internacional. Su novela Juyungo fue traducida a seis idiomas y su poesía de resonancias sociales y étnicas, materia de estudios y seminarios  en universidades norteamericanas junto a la poética de Nicolás Guillén y Palés Matos entre otros. Con el escritor Jorge Icaza (1906-1978 comparte por su trascendencia el prestigio universal. Ortiz llegó  a ser nominado para el Premio Nobel de Literatura en el 2002. Se le entregó el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo, recién en 1995, es decir 21 años después de haberse instituido esta presea y ocho años antes de su fallecimiento.
A Angel F. Rojas (1909-2003), narrador que supo cerrar el ciclo indigenista con estructuras épicas bien codificadas y fulgores de estilos únicos en los lenguajes con su novela El Éxodo de Yangana,1946 también lo retrasaron. Rojas, además, nos dejó un bello libro de narraciones cortas, Un Idilio Bobo, 1946 y una estudio cronológico y bien documentado, (el primero en  su género escrito en el país) La Novela Ecuatoriana, 1948. Le dieron el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo en 1997  seis años antes de su óbito, es decir casi  postmorten.  Creemos en cambio que a Nelson Estupiñán Bass, (1912-2002), otro de los grandes de su generación se le concedió el Premio a su debido tiempo.
El segmento más cuestionado y cuestionable en sin duda alguna, el de los olvidados. Espacio que hay que dividirlo en dos andariveles; pues, aquí hay omisiones graves y olvidos imperdonables.
En el primero –para no citar sino a dos de los ausentes- están Francisco Tobar García (1928-1997) y Alfonso Barrera Valverde (1929-2013. En el caso de Tobar García, es inconcebible su ausencia al coro de los ungidos, si pensamos que este singular talento quiteño se paseó con aristocráticos estilos, singulares contenidos y formas por varias escalas de la literatura nacional: la poesía, el teatro, el ensayo, la novela. Hay que leerlo, por favor, señores que conforman el CNC, -por lo menos- en su poiesis, desde Amargo, su primer cuadernillo de versos hasta La Luz Labrad,a para sintonizar y sincronizar las esencialidades supremas de su palabra. Luego Alfonso Barrera Valverde, poeta novelista, autor de un texto clásico de la literatura infantil y juvenil, El País de Manuelito; amén de su labor como diplomático de carrera  y sobre todo como Canciller de la República en la época del conflicto con el Perú en Paquisha, cuyo tino diplomático y actuación patriótica difícilmente serán superados en el devenir de la historia en la defensa de nuestra soberanía territorial. Su última obra apareció en el 2006 titulada Sancho Panza en América. ¿Se puede pedir más?. 
Y por fin, los olvidos imperdonables cometidos no en contra de dos de sus grandes escritores, que no solo dignificaron en su tiempo a la Patria en sus actuaciones políticas y diplomáticas,  sino que además, instauraron los aleros gratos desde donde se emblematizó la gran literatura social de los años 30. Fernando Chaves  (1904-1999) y Leopoldo Benites Vinueza (1905-1995). No hace falta hablar sobre la talla intelectual de los dos y su contribución como escritores  en los géneros de la narración y el Ensayo. Las generaciones de ayer, las de hoy y las de mañana sabrán que sus nombres y su obra son paradigmas soberanos de una labor no solo dentro de la literatura nacional sino en las representaciones diplomáticas universales como es el caso de Benites Vinueza quien desde 1973 al 74 presidió el organismo mundial de la ONU.Con ellos y ya en el campo de la literatura se dan los primeros brotes de lo que sería después el realismo social tanto en la Sierra como en la Costa. La Embrujada y La Mala Hora de Chaves y Benites, respectivamente, son los relatos fundacionales de un proceso reivindicatorio en nuestra literatura.  Plata y Bronce del otavaleño es la primera novela sobre el indigenismo escrita en nuestro país; y, Los Argonautas de la Selva y,  Ecuador,  Drama y Paradoja del guayaquileño son textos donde los telares literarios de ufanados estilos (no olvidemos que Benites Vinueza escribió también versos y con buena poesía), tejen tramas y lienzos por donde caminan la historia geográfica y la geografía histórica y social de nuestra patria.
Parece que llegó el momento de poner punto final a los puntos suspensivos y así tener por lo menos una idea primaria en cuanto a saber desde qué circunstancias surgieron esas arbitrariedades que nos condujeron a los rezagamientos y “los piadosos olvidos”. Y esto lo hace  nada menos que un ilustre escritor ungido también con esta Presea Nacional, el Dr. Galo René Pérez, (1923-2008) en una carta dirigida al suscrito y que por razones de ética y moral, hoy la damos a publicidad, rompiendo el sagrado deber, --y que su memoria nos perdone-  el de la confidencialidad. (Lo subrayado es nuestro).

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