Por Jaime Cedillo
Publicado en la Revista El Observador (edición 87, Junio del 2015)
No vaya a ser que me multen por no haber escuchado el cansadísimo informe a la nación, que el dignísimo señor Presidente Constitucional de la República, Rafael Correa Delgado, ofreció a su pueblo el pasado 24 de mayo, en cadena de radio y televisión; me levanté tempranito, tomé papel y lápiz, subí el volumen de la tele para escuchar bien la lección (así, bien sumiso), me puse los lentes para anotar correctamente, para que no se me escape ningún detalle del país de las tantas maravillas que habló el dignísimo, por más de cuatro horas. ¡Qué bestia el man!.
Y nos dieron las nueve, los invitados con sus mejores trajes, enjoyados, enternados, afeitados, con los copetes bien tiesos como para que aguanten el huracán que se venía, pasaron por la alfombra roja, se ubicaron en los puestos asignados por el protocolo. Las tres “parcas” bien rectas le esperaban al dignísimo para agradecerle, por los dos años más en el “poder” legislativo. Con el puño en alto, gritaban a los cuatro vientos: sumisas, una mil veces. Y los invitados aplaudían, por tanta sumisión.
Y nos dieron las diez, las once y las doce, y el cansancio cobraba sus primeras víctimas. Los bostezos se multiplicaban, los ojos se enrojecían, las manos se adormecían de tanto aplauso, la sed secaba sus bocas, el hambre retorcía los estómagos, la angustia era evidente, todos miraban el reloj, sacaban, una y otra vez, los celulares, revisaban los mensajes, las noticias, las fotos publicadas en las redes sociales.
Y nos dieron las unas, y el turno para los burócratas dorados, uno a uno, el mismo libreto, con infinito amor, hasta la victoria siempre, abajo los medios corruptos, vivan los míos, esos sí son independientes, publican la verdad y nada más que la verdad. Y nos dieron las dos, y volvió el dignísimo señor Presidente, es que todavía faltaba lo mejor. La bomba que tenía preparada estalló, y todos volvimos a la realidad. Como la “revolución” es incorruptible, cueste lo que cueste, anunció el cometimiento de un presunto acto de corrupción de una de sus “sumisas”, de una madre de la patria verde. Eso sí que es tener las “manos limpias, las mentes lúcidas y los corazones ardientes”, gritaban en coro los asistentes al espectáculo. La susodicha involucrada ni se mosqueaba que la cosa era contra ella, sí contra ella, por no haber participado, es que como los “revolucionarios” deben ser bien obedientes y consecuentes, de la cuota no se salvan.
El informe completo: Que con petróleo o sin el, la economía es sólida. Que se acabó la evasión. Que se vienen más impuestos. Que terminó la impunidad. Que prohibido olvidar. Que no se dejen engañar. Que reelección, reelección indefinida. Que diez elecciones consecutivas ganadas. Que vamos por más. Que han disminuido los pobres, y han aumentado los nuevos ricos (o creo que dijo al revés). Que se acabó la triste y larga noche neoliberal. Que la revolución tiene para largo. Que la oposición tenga un gramito de sensatez. Que no existe tercerización, pero están más vigentes que nunca los contratos a plazo fijo. Que los mismos de siempre con su amargura. Que los seudoperiodistas. Que los críticos de buena fe. Que los detractores de mala fe. Que los honestos somos más. Que una mala prensa es mortal para la democracia. Que una buena prensa (como el Telégrafo) es vital. Que hasta la victoria siempre. Que conste que mi informe está completito, de principio a fin.
Ojalá que el dignísimo no presente una queja al supercan de la supercom, con el cuento de que mi cuento está incompleto. Hasta siempre.
Y nos dieron las nueve, los invitados con sus mejores trajes, enjoyados, enternados, afeitados, con los copetes bien tiesos como para que aguanten el huracán que se venía, pasaron por la alfombra roja, se ubicaron en los puestos asignados por el protocolo. Las tres “parcas” bien rectas le esperaban al dignísimo para agradecerle, por los dos años más en el “poder” legislativo. Con el puño en alto, gritaban a los cuatro vientos: sumisas, una mil veces. Y los invitados aplaudían, por tanta sumisión.
Y nos dieron las diez, las once y las doce, y el cansancio cobraba sus primeras víctimas. Los bostezos se multiplicaban, los ojos se enrojecían, las manos se adormecían de tanto aplauso, la sed secaba sus bocas, el hambre retorcía los estómagos, la angustia era evidente, todos miraban el reloj, sacaban, una y otra vez, los celulares, revisaban los mensajes, las noticias, las fotos publicadas en las redes sociales.
Y nos dieron las unas, y el turno para los burócratas dorados, uno a uno, el mismo libreto, con infinito amor, hasta la victoria siempre, abajo los medios corruptos, vivan los míos, esos sí son independientes, publican la verdad y nada más que la verdad. Y nos dieron las dos, y volvió el dignísimo señor Presidente, es que todavía faltaba lo mejor. La bomba que tenía preparada estalló, y todos volvimos a la realidad. Como la “revolución” es incorruptible, cueste lo que cueste, anunció el cometimiento de un presunto acto de corrupción de una de sus “sumisas”, de una madre de la patria verde. Eso sí que es tener las “manos limpias, las mentes lúcidas y los corazones ardientes”, gritaban en coro los asistentes al espectáculo. La susodicha involucrada ni se mosqueaba que la cosa era contra ella, sí contra ella, por no haber participado, es que como los “revolucionarios” deben ser bien obedientes y consecuentes, de la cuota no se salvan.
El informe completo: Que con petróleo o sin el, la economía es sólida. Que se acabó la evasión. Que se vienen más impuestos. Que terminó la impunidad. Que prohibido olvidar. Que no se dejen engañar. Que reelección, reelección indefinida. Que diez elecciones consecutivas ganadas. Que vamos por más. Que han disminuido los pobres, y han aumentado los nuevos ricos (o creo que dijo al revés). Que se acabó la triste y larga noche neoliberal. Que la revolución tiene para largo. Que la oposición tenga un gramito de sensatez. Que no existe tercerización, pero están más vigentes que nunca los contratos a plazo fijo. Que los mismos de siempre con su amargura. Que los seudoperiodistas. Que los críticos de buena fe. Que los detractores de mala fe. Que los honestos somos más. Que una mala prensa es mortal para la democracia. Que una buena prensa (como el Telégrafo) es vital. Que hasta la victoria siempre. Que conste que mi informe está completito, de principio a fin.
Ojalá que el dignísimo no presente una queja al supercan de la supercom, con el cuento de que mi cuento está incompleto. Hasta siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario