martes, 8 de abril de 2014

Papel de inquisidores



Por: Diego Araujo Sánchez
E l arte, el pensamiento, las múltiples expresiones de la cultura y la vida social necesitan de libertad. Sin embargo, con el propósito de coartarla, en todo momento surgen inquisidores de la más variada laya . Y con ellos reaparecen las acciones de censurar, castigar, prohibir o quemar libros, romper diarios, levantar la horca o atizar la hoguera para los heterodoxos y disidentes; condenarlos a la cárcel, obligarlos a retractarse, a pagar multas, o exigirles cargar sambenitos, ofrecer disculpas o cualquier otra acción que los humille y satisfaga la prepotencia y vanidad del poder turno…

Los inquisidores surgen para defender el dogma, el pensamiento único, el partido hegemónico; se consideran guardianes de la moral, la fe, la corrección, las buenas costumbres, el orden establecido, árbitros supremos del bien y del mal.
“Nueva historia universal de la destrucción de libros” es una investigación del venezolano Fenando Báez (Océano, 2013), una obra que resume de forma amplia una parte de la historia universal de la infamia: la destrucción del pensamiento y la puesta de candados al debate y la libre circulación de ideas. En ellas son actores principales la Inquisición, el nazismo y más regímenes de terror, los censores de la religión, la ideología, el sexo… Es un recuento de la destrucción de libros y bibliotecas, desde la de Alejandría hasta la catástrofe en Bagdad en 2003, cuando el 14 de abril quedaron reducidos a cenizas más de un millón de libros en la Biblioteca Nacional, y 10 millones de registros del periodo republicano y otomano ardieron en el Archivo Nacional.
Es pavoroso comprobar que las formas más perversas de destrucción de la memoria de los pueblos no son obra del agua, el polvo, los hongos, las polillas o la devastadora acción del tiempo, sino de la intervención humana: las guerras, el fanatismo, la intolerancia, la censura, la falta de libertad, la acción de los inquisidores…
Cosechan tempestades los vientos que siembran obstáculos para la libre circulación de ideas, rompen en público diarios, persiguen a quien hace una seña que disgusta al poderoso, crean mordazas para la prensa, castigan con prisión y multas millonarias por un artículo de opinión al autor y los directores del medio, obligan a rectificar su dibujo a un caricaturista…
La pequeñez de mira inquisitorial quiere imponer ahora conductas éticas a un diario con multas, rectificaciones y pedidos de disculpas. Y hasta se elige en juez de las palabras políticamente correctas: por cuenta de una abusiva aplicación de la inconstitucional Ley de Comunicación, la Supercom obliga a Alfredo Pinoargote a pedir disculpas al pueblo afroecuatoriano y a la colectividad de diversa orientación sexual por tres o cuatro palabras dichas en un comentario dentro de su programa Contacto Directo de Ecuavisa, palabras a las que atribuye intenciones discriminatorias.
Esas acciones inquisitoriales son los espurios primeros frutos de la Ley de Comunicación; y suman evidencias de que esta lesiona las garantías constitucionales y los tratados internacionales en materia de libertad de expresión. Qué vergonzoso papel con el cual quieren hacer méritos ante el poder los inquisidores.

La pequeñez de mira inquisitorial cree que el castigo, la multa, las retractaciones son formas de imponer la ética

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