martes, 8 de abril de 2014

El Presidente es víctima del sistema que creó



Por: José Hernández
Director Adjunto
Entrevista: Luis Verdesoto, máster en filosofía y doctor en Ciencias Sociales, analiza el panorama del oficialismo desde el 23-F. El presidente Rafael Correa, según él, no ha entendido algunas cosas…

¿Cómo analiza las señales producidas por el Gobierno desde el 23-F? La primera es negar la derrota electoral, aduciendo mayoría de alcaldías y prefecturas. ¿Es eso una lectura política?
El Presidente cuando quiere se vuelve un académico y entonces compara elecciones que son académicamente comparables. En este caso tenemos un acontecimiento político significativo que es un descenso entre la elección anterior donde el Presidente se jugó personalmente, porque era elección presidencial, y la actual que es una lección de carácter también general, donde el presidente también se jugó y se registra un descenso significativo de aproximadamente 40 % de votos. En términos políticos lo que hay que mirar es este descenso donde el Presidente no alcanzó a transferir votos.


¿Se puede hablar políticamente de una derrota?
En términos políticos puede llamarse derrota. Es una caída electoral significativa que puede o no generar acontecimientos. La principal estrategia de Gobierno, que era probar la transferencia electoral del Presidente hacia otros actores políticos, se mostró que era imposible. Y esto nos pone frente al tema central de la reelección.

¿Encuentra que sacar la carta de la reelección es una respuesta consistente con lo que ocurrió el 23-F?
Es una respuesta de emergencia política. Este Gobierno se ha caracterizado por tener un gran número de iniciativas políticas que, finalmente, ocultan sus errores. Lo que muestra la elección del 23-F es que PAIS cuenta con un tercio del electorado, como electorado estable, y que vive de la debilidad de la oposición. Al leer esto, sale con la reelección para poner otra vez a la sociedad ecuatoriana frente a una disyuntiva: o está Correa o se derrumba la revolución. O está Correa o se derrumba el bienestar conseguido. O está Correa o se acaba esta movilidad ascendente que ha vivido el Ecuador.

¿Cómo se explica que, con esos resultados y con apenas un tercio del electorado, el Gobierno quiera polarizar más?
Ganamos nosotros, la izquierda, el progresismo y el futuro o gana la derecha, la regresión y el fascismo es parte de la franquicia Alba. Creo que ni el Presidente ni PAIS se dan cuenta de que uno de los elementos centrales que jugó en el 23-F, fue la lectura que los ecuatorianos hicieron de lo que está pasando en Venezuela. Se trató de decir que Ecuador va a terminar en una disyuntiva similar de intervención extranjera, como Venezuela, cuando la gente lo que vio es el caos, la agresión, la perdida de vidas y derechos humanos en Venezuela.
A través de esos resultados, la gente dijo al Gobierno: no queremos ser Venezuela, no queremos parecernos. Esta fue una elección de activa presencia internacional. Ellos no se dan cuenta, hasta ahora, de que mover el marketing a través de la amenaza de la polarización, está generando una respuesta diferente.

¿Tiene esto que ver con la actitud de la clase media?
Sí. La lectura que he hecho sobre todo en Quito, donde podemos ver cifras, de cuál es el procedimiento de la clase media, muestra que ésta volvió a funcionar en la forma más tradicional y más sobria. Si bien una parte importante de ella está votando alrededor de Rodas, o ha canalizado a través suyo el descontento y el hartazgo, esa clase media ha actuado ya sobre sectores populares. Si uno mira la composición del resultado electoral en las parroquias populares, te encuentras con que es más profunda la derrota de Barrera en sectores populares de Quito que en sectores de clase media.

¿Y eso cómo se explica?
Hay movilidad de los sectores populares hacia los sectores medios. Este rato PAIS es víctima de los mismos sectores que ayudaron a crecer. Esa es la primera lectura. La segunda es que los sectores medios están caminando hacia el centro-derecha y no necesariamente admiten la presión esa de que si no estás conmigo eres fascista. La tercera es que Correa y sus sectores están refugiados en el populismo clásico y están estacionados en los sectores más pobres que, otra vez, les devuelve a una agenda muy clásica de subsidios y transferencias, antes que a una agenda global de desarrollo.
Ahora, creo que el problema central es que, en términos de desarrollo, están tratando de generar un nuevo sistema de compensaciones: ya no obras públicas a cambio de estabilidad política, sino ganancia en nuevos sectores empresariales a cambio de control.
¿Y cómo lo harán sin perder más votos? Porque hasta ahora el Presidente no admite que el hartazgo, producido por la intolerancia, el abuso y la prepotencia, tiene que ver con los resultados del 23-F.
El Presidente es víctima del sistema que creó. Él creó un sistema de intercambios y de bonapartismos en la sociedad y también en el interior de su gabinete. Y cuando él termina siendo un repartidor de favores y equilibrios dentro de su gabinete y partido, las cosas se vuelven muy complicadas. Ya no está haciendo política sino navegando en la forma clientelar interna. El hecho de que no haya podido consolidar la coalición con Avanza y simplemente la mantenga como un grupo periférico de amenaza, es una forma muy peregrina de hacer política. Este rato estamos frente a un gobierno y a una forma de hacer política, que no corresponde a la alta política donde los mensajes provienen de la sociedad, son procesados y se responden. Estamos al borde de una modalidad muy pacata de hacer política: la confederación de grupos y equilibrios entre esos grupos. Es muy difícil poner los parámetros de la alta política de otros países a un país que está reducido a convivir en la baja política.

Otra respuesta al 23-F parecía estar en el cambio de gabinete. Pero, finalmente, se limitó otra vez a un trueque de sillas. ¿Qué lectura le suscita?
Tenemos un gabinete que no es representativo. Lo que hay es un gabinete que recoge este orgullo de títulos de posgrado de algunas universidades de dudosa reputación. Un gabinete así, no es representativo de tendencias de la sociedad, de tendencias de la política pública y de tendencias de la articulación internacional y nacional. Un gabinete así puede ser modificado como quieras y en él se puede asociar la seguridad social con la seguridad nacional. Hay un intento de pensar que el único hecho representativo en Ecuador es el Presidente y que todos los otros son meros actores administrativos. Pensar así la administración pública y pensar así la gestión estatal es demasiado pequeño. Es demasiado concentrador de los mensajes de la sociedad, reductor de la capacidad de la sociedad de emitir mensajes y fundamentalmente reductor de la democracia.
La democracia es fundamentalmente un conjunto de mensajes que tienen que ser decodificados, no por el Presidente en una sabatina sino por el conjunto de actores de la administración pública. Y tienen que abrirse una serie de ventanillas de incidencia que el Presidente no abre sino que permanentemente cierra.
No hay señales nuevas en temas espinosos como, por ejemplo, la relación con los indígenas. Y esto, a pesar de que en ciertas regiones el electorado ratificó líneas políticas contrarias a las que impulsa el Gobierno.

¿Cómo se debe interpretar esa impermeabilidad?
Hay muchas cosas opacas en la política pública y también impermeables. Entre ellas, como dices, no se quiere leer que el antagonismo con el movimiento indígena ha llevado a una ratificación primero de las áreas de la Sierra Central y luego a una ampliación de las áreas de influencia en la Amazonia. No solo se trata de dos prefectos sino la formación de un cordón indígena amazónico que genera un panorama absolutamente diverso de composición e incorporación de la Amazonia en el desarrollo y en la política. El Presidente no ha entendido que en los lugares donde tuvo más activa injerencia, son los lugares donde pierde radicalmente. No ha querido entender ni quiere entender que todas las ciudades intermedias del Ecuador, han sido los agentes de la democratización. El Presidente no quiere entender que a ratos su presencia puede ser útil para el control territorial pero también puede ser un comunicador del aflojamiento y del cuestionamiento. Lo que ha pasado es que centralizaron el control territorial nacional y ahora esa misma centralización está en contra de ellos. Lo que han logrado con la excesiva centralización es transmitir las debilidades del Gobierno central, antes que sus fortalezas.

No obstante, ¿cree que pueda haber alguna inflexión en la judicialización de la política que afecta, entre otros sectores, a los indígenas?
Creo que el Gobierno no va a aflojar respecto a los juicios y al endurecimiento político. Lo que el Gobierno está procurando es una nueva fórmula de intercambio: el control de los sectores populares con el control de los sectores empresariales que aceptan la inclusión dentro del nuevo esquema de desarrollo. No va a ver un aflojamiento, más bien va a ver un creciente endurecimiento.

Si ese fuera el camino, no se entiende cómo pudiera llegar la reelección.
Se sigue insistiendo en que el Presidente es independiente de las políticas que genera. Que su simpatía es tal que él está por encima. Se sigue insistiendo en el esquema obra pública igual votos. Siguen sin leer que se ha producido por ahí un drenaje de legitimidad. El hartazgo ya se expresó. Ahora el problema de la oposición es cómo orientar los comportamientos de ese hartazgo en función de una estrategia política. No una estrategia de desgaste sino de transición hacia la democracias en sus cauces originales.

El 23-F la gente dijo al Gobierno: no queremos ser Venezuela’.
Se sigue insistiendo en el esquema obra pública igual votos’
El personaje: Luis Verdesoto es cientista político y catedrático en varias universidades de Ecuador y Bolivia. Tiene un doctorado en Ciencias Sociales por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de Francia.

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