𝗟𝗮 𝗿𝗲𝘀𝗶𝗴𝗻𝗶𝗳𝗶𝗰𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗽𝗼𝗹𝗶́𝘁𝗶𝗰𝗮 𝘆 𝗲𝘀𝘁𝗲́𝘁𝗶𝗰𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝘀𝗶𝗴𝗻𝗼
Algunos analistas en su momento anotaron que el muñeco de cartón de Noboa fue un gol en su campaña. La carne se hizo signo, el candidato devino en fetiche (fetiche del fantoche, parafraseando a Ruales) que se regalaba a la gente en las calles. Podías llevarte esa representación del arrogante e inexperto político a tu casa, o ponerla en tu negocio… aunque paulatinamente, en estos tiempos de sombras, comercios que la tenían a la entrada la han reemplazado por generadores eléctricos. O, simplemente la desecharon, decepcionados del primer mandatario una vez pasada la novelería.
La estrategia inicial de los muñecos no solo incrementó la presencia mediática de Noboa, sino que también ayudó a generar la ilusión de que era alguien mas cercano al electorado, sobre todo hacia la población joven, que incluso hacía tiktoks interactuando con esa figura. Pero, ni este gobierno ni sus marketineros imaginaron que se les iba a revertir el popular signo, desde un uso simbólico y contestatario, en las calles, en las redes sociales y ahora también en los escenarios artísticos. Una resignificación desde el mismo entramado social hacia el cual fue dirigida la imagen; desde el espacio público y la esfera digital; desde la digna rabia y creatividad popular; desde puestas en escena artísticas relacionadas con lo visual, musical y performático. Se le viró la tortilla a Noboa, y ahora el signo apropiado por la protesta social, desde muchos sectores hartos del improvisado y deslucido gobierno, es también sintomatológico del profundo desgaste que ha tenido el presidente de cartón, a tan solo dos meses de la próximas elecciones.
Desde que entró en circulación, el muñeco ha sido intervenido con imágenes y textos, ha sido arrastrado, decapitado, quemado en el espacio público. Y hace poco fue colgado del cuello en una presentación musical pública. Obviamente que al poder, que al gobierno le incomoda todo esto, pero tratar de controlarlo y reprimirlo, no solo que es atentar contra la libertad de expresión y el derecho a la protesta, actividades amparadas constitucionalmente, sino que es absurdo querer decirnos a las/los artistas qué debemos o no debemos hacer, desde actores políticos u organismos del gobierno. El comunicado del Ministerio de Cultura en contra de la performance de Mugre Sur, mas bien generó una respuesta de apoyo masivo hacia esa agrupación desde el sector artístico y cultural. Un Ministerio de Cultura (sea de izquierda o derecha) no está para decirnos a las y los artistas qué debemos o no debemos hacer con nuestras prácticas artísticas, estéticas, políticas y simbólicas, menos aún para censurarlas o reprimirlas por no ser complacientes al régimen de turno. Un sistema que no acepte los criterios, lenguajes y estéticas diversas, que no acepte la pluralidad ideológica y política, que no asuma el disenso y las prácticas contestatarias, empieza a pintarse a si mismo como un sistema intolerante, totalitario y autoritario… con todo lo que eso significa.
Hoy podrán irse en contra de la performance de Mugre Sur, pero, ¿pretenden seguir manifestándose en contra de cada uso que no les guste del muñeco o la imagen del presidente, por parte de sector artístico? Y… ¿acaso sacarán a las calles un híbrido de escuadrones volantes y Trucutú con maguera, que vaya apagando cada representación de Noboa que el pueblo queme con gusto este fin de año? Otro parafraseo: “Podrán intentar cortar las flores, pero no podrán detener la primavera”.
A la final (y mas allá de la resignificación social y estética del muñeco), simbólica y políticamente hablando es Noboa quien se está ahorcando, quemando a si mismo… por todas sus malas políticas, actitudes y desiciones.
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