JUAN CUVI
Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo.
2020: a palazos de ciego
Las predicciones políticas para 2020 lucen arriesgadas, por no decir imposibles. Existen demasiados imprevistos en el escenario, factores internos y externos de muy difícil manejo. Entre estos últimos, la contracción de la economía mundial podría provocar una desestabilización política mayor que la del 2019. Si a esto añadimos el eventual juicio político a Donald Trump, la alteración de las relaciones de poder a nivel global será inevitable.
Internamente, la situación se torna aun más confusa debido a la inercia crónica en la que ha terminado sumido el Gobierno. Dar palos de ciego es una metáfora que se aplica a la perfección al régimen de Moreno. No obstante, hay que tener en cuenta que esa metáfora no se refiere a la inutilidad de una acción, sino a la casualidad de un acierto. Así como el ciego, en su alocada desesperación, puede atinarle a una cabeza, el Gobierno podría dar un golpe certero en medio de tanto intento fallido. Por ejemplo, en su política de seguridad. No debe sorprendernos que el día de mañana encuentre alguna conspiración que termine justificando la represión a los movimientos sociales. A fin de cuentas, lo que salió fortalecido del último estallido popular fue el discurso antisubversivo y la hegemonía militar como condición del orden social.
Pero esta casualidad, de producirse, no será suficiente para compensar la grave inoperancia del Gobierno en distintas materias. La crisis fiscal no tiene visos de solución; la economía continuará deteriorándose; los posibles acuerdos para la gobernabilidad siguen siendo difusos. Con este panorama, la apuesta por el papel distractivo de las próximas elecciones aparece como una ilusión. Todavía falta medio año, por lo menos, para que la sociedad ecuatoriana experimente el encandilamiento electoral. Mientras tanto, el desencanto social por la crisis económica aumentará inevitablemente.
El gobierno de Moreno no está en la recta final, como algunos analistas y comentaristas quieren hacernos creer; apenas está saliendo de su medio período. Y como nunca asumió con seriedad su condición de transitoriedad, no puede desentenderse de ciertas obligaciones fundamentales. Por ejemplo, generar empleo, ofrecer una alternativa a los bachilleres o aplicar estrategias productivas para el agro. Hay sectores sociales que no están dispuestos a prolongar su exclusión y su pobreza hasta que el nuevo redentor aparezca en el horizonte; exigirán que sus demandas sean atendidas ahora.
¿Cómo sobrevivirá Moreno en estos 18 meses que le quedan? Esa es la pregunta del millón, y no hay respuestas medianamente convincentes. Es cierto que a nadie —exceptuando al correísmo obtuso y desubicado— le interesa que el gobierno se caiga. Pero también es cierto que a nadie le interesa el desgobierno total: del caos usualmente surgen sorpresas inimaginables, sobre todo para los candidatos que se sienten presidenciables.
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