El 2020 abre con Irán y EEUU en un virtual estado de guerra. ¿Hasta dónde podrá escalar este conflicto? La guerra total es una real posibilidad. Para entender lo que ocurre hay que retroceder por lo menos hasta 1979.
En 1979 la revolución islámica en Irán derrocó a uno de los principales aliados de EEUU en Medio Oriente: el monarca o Shah Reza Pahlavi. En el contexto de la instalación de la república islámica, estudiantes islamistas se tomaron la Embajada de EEUU en Teherán y mantuvieron como rehenes a 52 diplomáticos norteamericanos por un periodo de casi dos años. La toma de los rehenes fue una reacción al apoyo que EEUU había brindado al represivo régimen monárquico de Reza Pahlavi a lo largo de la Guerra Fría. La vulnerabilidad mostrada por EEUU en Teherán fue una de las peores humillaciones que ha sufrido EEUU en el plano internacional. El resultado de estos hechos acontecidos hace décadas fue una relación de enemistad entre los dos Estados que se ha mantenido.
En el contexto de esta enemistad, y con claras aspiraciones de fungir de potencia regional y retar la hegemonía de EEUU en Medio Oriente, la república islámica de Irán decidió emprender en los años 1990 un programa nuclear con miras a desarrollar armas nucleares. Asimismo, Irán proyectó su poderío en Medio Oriente, aliándose con Estados y sobre todo con actores no-estatales que compartían la vertiente chiita del islam que Irán ha abanderado. EEUU, a su vez, respondió con una constante presión a Irán consistente en sanciones para que Irán suprimiera su programa nuclear y desista de proyectar su poderío a nivel regional. Las tensiones generadas por la enemistad EEUU-Irán declinaron cuando en la época de Barak Obama, EEUU y sus aliados europeos rubricaron un acuerdo para que Irán recortara su programa nuclear. Trump en su campaña presidencial en 2016 prometió echar al traste este acuerdo y reanudar la presión a Irán.
Como presidente Trump ha cumplido su promesa electoral retirándose del acuerdo con Irán en 2018 y reimponiendo fuertes sanciones a Irán por supuestamente violar el acuerdo y por proyectar su poderío en la región. Irán respondió a la nueva ronda de sanciones con una estrategia destinada a elevar el costo para EEUU de sostener su presión a Irán. Así Irán intentó interrumpir el tráfico de buques petroleros en el Golfo Pérsico y realizó, mediante sus aliados regionales, un espectacular ataque con drones a campos petroleros en Saudí Arabia, aliado incondicional de EUUU.
En los últimos meses las tensiones entre Irán y EEUU se han centrado en Iraq. En Iraq existe una situación extraña en la que tanto EEUU como Irán mantienen una fuerte influencia y una presencia militar. Desde hace algunos meses, Irán y EEUU han competido para que el gobierno de Iraq se decida finalmente a cuál de las dos potencias rivales va a apoyar y a cuál va a expulsar. Esto ha llevado a que Irán promueva ataques a instalaciones militares norteamericanas y que EEUU ataque a las milicias pro-Irán. El resultado de este escalamiento fue el intento de una milicia pro-iraní de tomarse la Embajada norteamericana en Bagdad. Este intento tiene una fuerte carga simbólica entre el público norteamericano, sobre todo para las bases electorales de Trump. Recuerda a la humillante toma de los rehenes en Teherán y a un incidente similar en Libia en la época de Obama. Por ello Trump optó por una acción audaz para mostrar que EEUU no sería humillado nuevamente y que su promesa de “make America great again” se está cumpliendo. Así ordenó el asesinato con drone del arquitecto de la proyección regional de Irán y jefe de la guardia revolucionaria iraní, Qassim Soleimani, quien se encontraba en Iraq. Ahora Irán esta hablando de una retaliación de envergadura, lo que tiene sentido tras un acto de guerra por parte de EEUU. Trump a su vez ha anunciado que responderá a cualquier represalia iraní con un ataque a 52 blancos iraníes, recordando a los rehenes norteamericanos en Teherán en 1979.
¿Qué opciones tiene Irán, que claramente no quiere una guerra total que hundiría a ese país? Una posibilidad es una respuesta no-militar como lograr que Iraq expulse a EEUU o anunciar la aceleración de su programa nuclear. Pero dado el escalamiento estas repuestas serían vistas como débiles. Así, es una real posibilidad una acción militar que activaría los ataques ya anunciados por Trump. Para Trump los réditos electorales de mostrarse fuerte son en un año electoral evidentes. Un ataque masivo opacaría el impeachment que se juzga en el Senado y consolidaría sus bases electorales y atraería a algunos indecisos. El mundo debe prepararse para unas semanas de máxima tensión y posiblemente violencia a gran escala. Dejo en manos de los economistas, la discusión del impacto neto en Ecuador de un aumento sostenido de los precios del petróleo.
Carlos Espinosa es profesor/investigador de Historia y Relaciones Internacionales en la USFQ.
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