POR: Eduardo Cardoso Martínez
Publicado en la revista El Observador (diciembre de 2019,edición 114)
Ya no hay discusión, el tranvía de Cuenca se ha convertido en «LA GRAN ESTAFA» de los más de 462 años de historia de nuestra bella ciudad. Además, vamos a llegar al bicentenario de «su independencia con la herida abierta por unos rieles que la han partido en dos. La llaga nos duele, nos indigna, nos tortura diariamente desde hace más de siete años. La ciudad de Cuenca fue violada en su integridad y en su patrimonio, inicialmente por el entonces alcalde Paul Granda, promotor de la ridícula idea de implementar un medio de transporte obsoleto carente de estudios completos y sin la debida planificación. Atrás de Granda llegó Marcelo Cabrera anunciando durante su campaña a la alcaldía, que no continuaría la destrucción de Cuenca iniciada por su antecesor que apuradamente raspó 50 centímetros del suelo, para iniciar la destrucción de la ciudad Patrimonio de la Humanidad. No sé si el permanente estado de ebriedad de Cabrera le impidió ver las cosas con claridad y le llevó a incumplir su palabra; o fue consecuencia de su primer viaje a Francia realizado casi al siguiente día de asumir su segunda alcaldía, es por eso que sigo preguntando ¿qué les dieron en Francia a Cabrera y Fernández? Podría haber sido también el temor de la amenaza que posiblemente recibió del entonces presidente Rafael Correa. El hecho es que Cabrera en lugar de frenar el proyecto y denunciar a su antecesor, continuó violando a la ciudad de Cuenca, destrozándola aún más e hipotecándola irresponsablemente, Cabrera dejó en evidencia su incapacidad para hacer lo debido, es decir terminar unilateralmente los contratos, y al contrario, permitió continuar el malhadado proyecto tras afirmar solemnemente que «el tranvía va porque va». Después de Granda y Cabrera, tenemos frente a la alcaldía de Cuenca al «+/- alcalde al final del día», sí, me refiero a Pedro Palacios. Palacios llegó al municipio con apenas un 28 e los votos válidos, es decir, con una legitimidad cuestionada por el propio electorado y lo hizo con el ofrecimiento de inaugurar el tranvía lo más pronto posible, pero sin tener idea de lo que estaba ofreciendo y menos de lo que debía hacer. Es así como, ahora, Palacios nos tiene pagando alrededor de 250 mil USD mensuales (TRES MILLONES DE DÓLARES ANUALES) por unos fierros que los tiene arrumados en el «patio taller del tranvía» y sin saber qué hacer con ellos; en el mismo lugar, unas tres decenas de personas entre choferes y mecánicos matarán su tiempo, tal vez jugando al cuarenta y embolsándose su jugoso sueldo. Es decir, también este tercer alcalde enredado, impreciso, contradictorio e inseguro, continúa la violación del patrimonio y de los recursos de los cuencanos.
Pero…, afirmar que los tres alcaldes son los únicos responsables de esta violación en grupo a una ciudad, no sería acertado, ellos son parte de una manada que incluye a los más altos representantes del poder político ecuatoriano, empezando por presidentes, pasando por ministros de estado – entre ellos un par de cuencanos-, hasta llegar a la opacidad de concejales que para desgracia de Cuenca, algunos repiten sus sombrías concejalías cubiertas de Puro Humo Denso - sí, algo así como un PHD vendedor de humo- y unos cuantos directores y coordinadores de la rimbombante e inútil Unidad Ejecutora del Proyecto Tranvía 4 Ríos de Cuenca. Todos solapados por la Contraloría General del Estado.
Los tres alcaldes han sido oportunamente advertidos por mí respecto de lo inconveniente, nefasto e inservible que resultaría imponer un tranvía en Cuenca.
A Paul Granda le cuestioné y le demostré técnica y documentadamente que su proyecto tranvía adolecía de una serie de presuntas irregularidades, tales como: contratos con sospechosas cláusulas secretas o confidenciales; le advertí -antes de la firma de los contratos- que ALSTOM (fabricante de los tranvías) estaba incursa en problemas de corrupción a nivel mundial y que al ser dueña de la tecnología APS la convertiría en proveedora única, lo que obligaría al municipio a contratarla para el mantenimiento y al costo que dicha transnacional pretenda aplicar durante toda la vida útil de este sistema de transporte; demostré que los tranvías adquiridos no son para 300 pasajeros, máximo 200, y que al haber adquirido menor cantidad de unidades que las ofrecidas, resulta imposible cubrir los 120 mil pasajes diarios; afirmé que al ser menor la cantidad de pasajeros (30 mil diarios), la tarifa de 25 centavos de dólar por pasaje sería inaplicable por razones de sostenibilidad del sistema, -Granda decía que no sería necesario un subsidio-; afirmé, en 2013, que de acuerdo con mis cálculos y análisis, el costo final del proyecto tranvía superaría el monto de los 300 millones de dólares, pero Paul Granda de manera descarada y solapado por algunos medios de comunicación de Cuenca, sostenía categóricamente su mentira de que el proyecto tranvía iba a costar 232 millones de dólares, ni un dólar más.
En mayo del año 2014, Marcelo Cabrera antes de viajar a Francia, tras escucharme, admitió que lo más conveniente era impedir que siga adelante el proyecto tranvía, me dijo que la terminación unilateral de los contratos le podría representar al municipio unos 54 millones de dólares en indemnizaciones a los contratistas -lo que nos habría evitado endeudarnos por más de 300 millones por algo inservible-, parecía resuelto a hacerlo, pero hizo todo lo contario, permitió que la obra del tranvía continúe por un laberinto de complicidad con Granda, Correa, Glas y Moreno, permitió que se incumplan plazos, que no se cobren multas a los contratistas, que se den contratos de emergencia a dedo, su fiscalización fue inefectiva e hipotecó económicamente a la ciudad de Cuenca. Todo bajo la vista gorda de la Contraloría.
Tras Cabrera llega Pedro Palacios Palacios, -a quien yo no conocía, hasta que apareció de candidato para la alcaldía de Cuenca-, me invitó a una de sus reuniones de campaña para que les de una charla sobre el tranvía de Cuenca, en esa ocasión le regalé un ejemplar de mi libro «Ilusiones – Una ciudad para el tranvía», estoy seguro de que no lo ha leído porque está haciendo todo lo contrario de lo que contiene ese documento. Ya como alcalde electo, Palacios en el mes de abril de este año 2019, volvió a invitarme para conversar sobre el proyecto tranvía; en esa ocasión le recomendé que, pese a que la obra del tranvía se encontraba en el punto que Cabrera lo había dejado, lo más conveniente para Cuenca era no poner en servicio el sistema tranviario por los altos costos de operación y mantenimiento que ello representa y porque habían muchos asuntos que no dejaba resueltos su antecesor en la alcaldía, tales como: la tarifa, el sistema de integración del servicio de transporte, estaciones de transferencia para facilitar la intermodalidad, la falta de recepción de las obras, las demandas de los contratistas del tranvía en contra de la municipalidad y sobre todo lo inservible que va a resultar el tranvía para resolver los problemas de la movilidad en la ciudad de Cuenca, convirtiéndose en un estorbo en lugar de una solución.
A todo esto, hay que sumar el insistente mensaje dejado en Cuenca por el actual presidente de la república, Lenin Moreno: «Dejemos de buscar culpables…».
¿Por qué será?
¿Por qué será?
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