Carlos Rabascall se ha empeñado en construir alrededor suyo un caso de lucha por la libertad de expresión y de objeción de conciencia. El problema es que ese empeño es fraudulento y lleno de cinismo. «No dejaré que me impongan entrevistados, peor aún a un declarado enemigo de los medios públicos. Es mejor renunciar», dijo Rabascall apenas recurrió a los medios privados para contar que había salido de Ecuador TV porque le habían pautado una entrevista con César Ricaurte de Fundamedios.
Evidentemente, el ex presentador y entrevistador de Ecuador TV no entiende lo que es un medio público, de los que ahora pretende aparecer como defensor. Un medio público, cualquier que éste sea, es propiedad de todos los ciudadanos de un país y César Ricaurte, por más mal que le caiga a Rabascall, tiene tanto derecho a ser entrevistado como cualquier otro ecuatoriano. No solo eso, el medio público tiene la obligación de entrevistarlo si ha sido, como es el caso, parte de un debate nacional. Es más, Ricaurte, incluso en el caso de ser el enemigo número uno de los medios públicos, es tan dueño de Ecuador TV como lo es Rabascall.
Para que el argumento de objeción de conciencia que ha sacado a relucir Rabascall fuera legítimo en un medio público, el entrevistado en cuestión únicamente podía haber sido alguien que está por fuera de la legalidad; es decir un delincuente o alguien que ponga en riesgo la seguridad del Estado. Y claramente ese caso no es el caso de Ricaurte.
El problema de Rabascall es que él tiene el mismo concepto que el correísmo, del cual ha sido miembro durante muchos años, tiene de lo que es un medio público. Según esa forma de ver las cosas, un medio público pertenece al partido o movimiento político que administra el Estado porque está en el poder. Es por eso que ahora muchos correístas se desgarran las vestiduras, como lo hace Rabascall, quejándose de que en los medios públicos aparezcan voces críticas al proyecto de Rafael Correa.
El otro problema con los lamentos del ex presentador de Ecuador TV es el cinismo. Durante casi 10 años, Rabascall convivió y legitimó una política editorial que se la hacía en Carondelet donde gobernaba su amigo y ex compañero de colegio, Rafael Correa. Esa política de comunicación, bajo ningún concepto, coincide con la que un medio público decente y legítimo puede tener porque estaba diseñada a ensalzar al caudillo, marginar cualquier opinión crítica y aplastar a través de las más indignas campañas mediáticas a quienes no estaban en sintonía con el gobierno. Apelar a la claúsula de conciencia con esos antecedentes es un acto de cinismo brutal.
En el caso de Rabascall el cinismo tiene un agravante adicional. Como empleado de Ecuador TV no solo que fue pieza clave en el engranaje del aparato de propaganda que manejaban los hermanos Fernando y Vinicio Alvarado, con sus entrevistas condescendientes a los miembros del correato y sus comentarios zalameros, sino que se benefició económicamente por ello. En los documentos de transparencia de Ecuador TV, Rabascal aparece, por ejemplo, como beneficiario de una partida para el año 2015 de 100 000 dólares para la realización de un programa de televisión que se llamó Crudamérica y que tuvo un impacto bajísimo de audiencia. Si se observa en el canal de Youtube, «Rabascal Comunicación», resulta evidente que la producción del Crudamérica es artesanal y no justifica una inversión de 100 mil dólares como consta en la adjudicación de la partida. Se trata de entrevistas hechas en cierto tono amarillista donde no existe mucha más inversión que el uso de una cámara y la contratación de uno o dos personas.
Pero Crudamérica no es la única producción que Rabascall financió con dinero público entregado por el correato, amén del excelente sueldo de 5 000 dólares mensuales que recibía en Ecuador TV. También está Pulso Político que, como se ve en los documentos de transparencia, costó 28 000 dólares más otros 5 000 de escenografía. ¿Qué otro ecuatoriano tuvo la oportunidad de acceder a fondos públicos como lo hizo Rabascal de no haber sido amigo del Presidente e incondicional con su política de propaganda y comunicación?
Rabascall aparece también tras el proyecto digitial llamado Kafeina tv que a todas luces fue un intento de montar un un sitio de supuesto periodismo crítico e independiente para hacer la contra a los medios digitales que tan exitosos fueron en articular una crítica al gobierno de Correa. Aunque en Kafeina tv no hay evidencias de su relación con el gobierno, el contenido de sus programas y los entrevistados no dejan lugar a equívocos. Se trata de un espacio profundamente correísta que, con el cambio de gobierno, se fue extinguiendo con mucho más pena que gloria. Kafeina, al igual que otros sitios digitales gobiernistas como La Junta, fracasó estrepitosamente pues no tienen una audiencia importante y su influencia en la opinión pública ha sido nula. Tan nula que más aparecen como pretextos para dirigir fondos públicos a bolsillos privados.
Hay otros contratos de Rabascall con el gobierno de Correa. Diario El Universo publicó una nota en diciembre del 2015 en la que se mencionaba a algunos presentadores de los canales administrados por el Gobierno que firmaron contratos adicionales con el el Estado para trabajos de comunicación y propaganda. Ahí aparece, por ejemplo, que la firma Bestmedia que ha firmado varios contratos, uno de ellos por 530 640 dólares para hacer «pastillas» audivisuales para la Secom, tiene registrada su dirección en la oficina de Rabascall en Guayaquil.
Presentarse como defensor de la libertad de prensa y objetor de conciencia no le queda bien a Rabascall. Un empleado del Estado, como era él, no tiene la posibilidad de escoger a quién entrevista de acuerdo a sus simpatías o antipatías políticas como fue el caso de la entrevista que se negó a hacer a Ricaurte. Tampoco le queda bien lo de la clúsula de objeción de conciencia del que está hablando porque los privilegios económicos que recibió él y su empresa del Estado correísta y de su ignominioso aparato de comunicación y propaganda a cambio de su adherencia al proyecto de Rafael Correa lo deslegitiman como el periodista independiente que pretende hacer creer a todo el mundo que es.
Además de fraudulento, el operativo que está montado Rabascall es brutalmente cínico.
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