miércoles, 3 de diciembre de 2014

Miseria de la semiótica




“El lenguaje de los compañeros comunistas se parece a una improbable y gigantesca maquinaria llena de engranajes, pistones y poleas, correas de transmisión, válvulas, resortes y palancas cuyo único objetivo es sacar un clavo de una pared”. Así solía discurrir Alexéi Páez, politólogo de izquierda e historiador del anarquismo ecuatoriano, en los tiempos en que se autodefinía como libertario sin que nadie se atreviera a acusarlo de neoliberal por ello. Hoy sus palabras se aplican con precisión matemática a uno de los más vistosos subproductos del lenguaje correísta en su vertiente seudoacadémica: la semiótica aplicada a la vigilancia y el control de los medios de comunicación.
Un día todo esto habrá terminado, el aparato de control será disuelto y Carlos Ochoa posiblemente volverá a ocupar el puesto de reportero de segunda fila que ocupaba antes de su vertiginoso ascenso o será, en honor a sus méritos, presentador de noticias en alguno de los canales del grupo Alvarado. Entonces los archivos de la Supercom se abrirán al público y los ecuatorianos miraremos esos documentos con una mezcla de incredulidad y asombro, y sus huecas pretensiones científicas nos producirán risa nerviosa. Sí, este párrafo es ficción.
Por suerte algunos de esos documentos ya salieron a la luz, así que podemos reírnos por adelantado sin necesidad de imaginar el futuro, aunque sí sintiéndonos bastante más nerviosos. El último informe de la Secom sobre el enésimo caso Extra, por ejemplo, ofrece deliciosas oportunidades para el escalofrío. Se trata de un análisis de contenido de la portada de diario Extra del 19 de julio de 2014, en el que se recoge la noticia del estrellamiento de un avión malasio en territorio ucraniano.

Lo primero que sorprende en este documento es descubrir la nomenclatura institucional a través de la cual los semiólogos del correísmo actúan: Intendencia Nacional de Monitoreo y Análisis de la Información; Intendencia Nacional de Vigilancia y Control de la Comunicación Social; Intendencia Nacional de Procesos y Sanciones… Son semiólogos de intendencia los del correísmo. Como tales, acomodan sus procedimientos a la intrincada tramitología de la burocracia estatal, se remiten expedientes los unos a los otros, se someten a revisiones formales y verificaciones, se hacen sellar el papelito. Las primeras páginas del informe citado dan cuenta de estas operaciones. Es lo que en el correísmo se conoce como “debido proceso” y merece un análisis aparte. Al final, en lugar de parir un sesudo ensayo académico titulado El sensacionalismo gráfico y la construcción social de la idea de la muerte en el eje bananero ecuatoriano: el caso Extra (la Flacso podría imprimir los primeros y últimos 250 ejemplares), estos semiólogos de intendencia terminan redactando el informe titulado Trámite No. 17-INPS-DNGJPO-SUPERCOM-2014. Notifíquese.
La parte propiamente semiológica del documento viene a continuación de la justificación del trámite y pretende ser apabullante. Plantea un marco teórico (“lógica de intervención”) que se sujeta a tres parámetros de estructuración de modelo (aceptabilidad, relevancia y suficiencia), “se fundamenta desde tres perspectivas teóricas” (visión cognitivista, psicoanálisis de dinámicas sociales y antropología de la violencia) y “se construye en base a” nueve “categorías teórico-conceptuales” que caben todas en un diagrama de bombitas y flechitas, pues la semiótica de intendencia sólo puede ser, al fin y al cabo, semiótica de Power Point. Todo este arsenal epistemológico se detalla a lo largo de 16 intimidantes páginas que son un completo fárrago, no tanto por la complejidad intrínseca de la materia, que también, sino por el hecho de que sus autores, entregados como están a las elucubraciones más complejas en el nivel más alto del conocimiento teórico sobre la ciencia de la comunicación, parecen pensar que los escalones bajos, por ejemplo la sintaxis, son pelotudeces intrascendentes y prescindibles.
Una vez planteado este marco teórico, el análisis de contenido propiamente dicho sale soplado. Basta con trazar una cuadrícula según los requerimientos de cada “matriz técnico-conceptual” y llenar pacientemente cada uno de los campos. Lo dicho: semiología de Power Point. Así:
Y así:
Veintitantas páginas de eso. Y una serie de conclusiones del siguiente tenor: “La violencia simbólica se manifestaría en el quiebre del código de la cotidianidad (rituales de interacción): de un lado, las imágenes de cuerpos muertos y fragmentados; de otro, la imagen de una mujer con vestido corto, floreado intentando significar el ‘luto en Ucrania’, por tanto, se violentaría la cotidianidad del lector”.
El documento concluye con diez páginas de argumentación jurídicos que sopesa los hallazgos semiológicos expuestos en los cuadritos y los interpreta a la luz de la normativa vigente, evalúa las competencias institucionales de cada parte actuante del aparato de control, celebra las bondades del Estado de Derechos y de libertad de expresión que impera en el Ecuador y concluye con que diario Extra “no consideró la norma deontológica establecida en el artículo 10 numeral 3 letra d) de la Ley Orgánica de Comunicación que determina: ‘Evitar un tratamiento morboso de la información sobre crímenes, accidentes, catástrofes u otros eventos similares”. Dicho lo cual se recomienda “la remisión del presente reporte interno a la la Intendencia Nacional de Procesos y Sanciones a efecto de que se dé inicio al procedimiento administrativo correspondiente”.
Es curioso que un estudio semiológico que empieza reconociendo expresamente, en la página 6, la posibilidad de que existan otras interpretaciones diferentes de los mismos hechos, termine por recomendar, en la 51, la adopción de sanciones a los infractores. Ya el columnista Iván Sandoval de diario El Universo demostró, con más propiedad de la que se puede encontrar aquí, cuán diferentes pueden ser las interpretaciones alternativas. Tan diferentes que bien podrían terminar recomendando premios ahí donde los semiólogos de intendencia solicitan sanciones. Porque las ciencias sociales son así. No es esto un análisis matemático de estructuras que concluye prohibiendo la edificación de una torre, porque si se edifica como está diseñada se cae. La semiótica no tiene esos grados de certeza y nunca, en ningún caso, se debería usar como argumento para castigar a nadie.
Pero eso es lo de menos. Lo más vistoso es la simplicidad de los argumentos, el rampante moralismo con que se trata de sentar jurisprudencia. Si tomáramos en serio lo que los semiólogos correístas dicen sobre “el contraste de sentidos muerte-vida” en la construcción y representación del morbo, habría que terminar prohibiendo la procesión de Jesús del Gran Poder, que de eso tiene bastante aunque le falten minifaldas que exacerben los sentidos de atracción de nuestros semiólogos “en un orden de discurso de masculino a femenino”.

Quizás los intendentes del Power Point deberían dejar el Extra en paz por algún tiempo. Y ocuparse, por ejemplo, del Chavo del Ocho. La preclara asambleísta Rosana Alvarado ya señaló el camino y el propio Hernán Reyes, de la Cordicom, no ha dejado de difundir en las redes sociales material teórico que demuestra la perversión inherente al tipo de humor conformista y discriminatorio de Chespirito, pinche rata priísta. ¿Qué lo detiene? ¿Será el hecho de que ese programa se transmite en un canal del Estado? ¿O la fotografía sacada el lunes último en la ceremonia de cambio de guardia en Carondelet, donde aparecen el Presidente y el Vicepresidente de la República ostensiblemente haciendo llorar a la Chilindra, su nueva amiga? Nada de eso debería ser obstáculo para que nuestros valiente semiólogos de intendencia cumplan con su deber. ¡Vamos allá! ¡El Chavo del Ocho debe ser prohibido!

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