martes, 16 de julio de 2024

 

Reclutamiento de menores:

la estrategia de los GDOs para delinquir

Crnl. ® MSc. Mario R. Pazmiño Silva


América latina y especialmente Ecuador vienen incrementando el reclutamiento de menores de edad a las filas del crimen organizado, especialmente en zona en donde el estado ha perdido el control o no existe una presencia gubernamental. Los santuarios constituyen los espacios territoriales propicios para influir en los menores que ingenuamente ven una oportunidad para ganar dinero de una manera rápida. Los grupos delictivos influencian en los estudiantes para cambiar las aulas por las acciones delictivas, especialmente en áreas marginales, con hogares disfuncionales y donde la falta de oportunidades incita a una vida supuestamente más fácil y cómoda.

 

En Ecuador, el reclutamiento de menores por parte del crimen organizado ha emergido en la última década como una fuente permanente para el fortalecimiento de las organizaciones criminales. Esto destruye el tejido social y construye verdaderos ejércitos de colaboradores juveniles, quienes ven como la mejor opción involucrarse decididamente en los grupos de delincuencia organizada (GDOs). Según la consultora política Katherine Herrera, en declaraciones al portal Ecuadorenvivo, manifiesta que “el 60% de los miembros de bandas delictivas son menores de edad”. Este fenómeno no solo amenaza a la seguridad de los jóvenes, sino que también socava la estabilidad social y económica del país. Los menores son frecuentemente atraídos por organizaciones criminales que operan en áreas urbanas y rurales, utilizándolos para diversas actividades ilícitas, desde el tráfico de drogas hasta la extorsión y la violencia armada.

Organizaciones de Crimen Organizado Transnacional (COT) como las mafias Ndrangheta, Albanesa, los carteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación y las 22 organizaciones de terrorismo urbano, catalogadas así por el presidente Daniel Noboa, han establecido operaciones en el país durante varias décadas, y han ampliado su cartera de negocios ilegales, ya no solo participan en el narcotráfico sino en minería ilegal, secuestro, extorsión, sicariato, lavado de dinero, lo que obliga a contar con un contingente muy grande de colaboradores. Este personal, principalmente menor de edad, se recluta en zonas fronterizas, áreas portuarias, los suburbios o zonas marginales, lo cual incrementa la violencia y la actividad delictiva. La posición geográfica que brinda Ecuador es estratégica, especialmente en ciudades como Guayaquil, Manta, Esmeraldas y Machala, donde la presencia de pandillas locales aumenta el riesgo de reclutamiento de adolescentes.

La pobreza es un factor determinante en el reclutamiento de menores. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), esta afecta a un gran porcentaje de la población joven, especialmente en áreas rurales y urbano marginales. La falta de acceso a una educación de calidad y a oportunidades laborales dignas crea un ambiente propicio para que los menores sean atraídos por las promesas de dinero rápido y fácil que ofrecen las organizaciones criminales.

Otro factor en el reclutamiento es la influencia de la cultura del narcotráfico y la violencia trasmitida en los medios de comunicación y las redes sociales. En muchas comunidades, la figura del "narco" es glorificada y vista como un modelo a seguir, especialmente en zonas donde la presencia del Estado es débil. A menudo se romantiza el estilo de vida criminal, lo que puede atraer a los jóvenes a seguir ese camino.

La falta de una presencia efectiva del Estado es una tercera razón. En zonas rurales y marginales, la corrupción y la ineficacia de las fuerzas del orden permiten que las organizaciones criminales operen con impunidad, creando santuarios o micro estados donde se ejerce una gobernanza criminal y donde el Estado ha perdido soberanía. La ausencia de programas sociales efectivos, que ofrezcan alternativas viables para los jóvenes, facilita el trabajo de la delincuencia.


Las formas que utilizan los GDOs para convencer a los jóvenes de pertenecer a estas estructuras delictivas son varias. Algunos utilizan el engaño y la manipulación, ya que prometen una vida mejor, con riqueza y estatus. A algunos le ofrecen dinero a cambio de que transporten drogas, se conviertan en "mulas", pero rara vez se materializa esa promesa. En las redes sociales, particularmente Facebook, Instagram y TikTok, contactan y adoctrinan a los jóvenes, para lo cual crean perfiles atractivos, que muestran el lujo y poder, para engancharlos.

Las pandillas y organizaciones criminales locales también reclutan directamente en centros educativos y comunidades. Identifican a los menores más vulnerables, aquellos con problemas familiares o económicos, y los atraen con promesas de protección y pertenencia. En ciudades como Quito, Guayaquil, Esmeraldas, Santo domingo, Quevedo, Portoviejo, Manta, Duran, Lago Agrio esto es frecuente.

Los adolescentes reclutados por organizaciones criminales en Ecuador y otros países de la región son utilizados en una variedad de tareas que van desde actividades de bajo riesgo hasta aquellas que implican un peligro significativo. Algunas tareas que les asignan son:  mulas del narcotráfico entre los diferentes santuarios o para transportar la droga de una ciudad a otra. Estos jóvenes son elegidos por su aparente inocencia y menor probabilidad de ser revisados por las autoridades. En las comunidades y escuelas locales, venden drogas y también reclutan a otros jóvenes para la organización. También son espías o vigías ("halcones") para monitorear las actividades de la policía y otros grupos rivales. Estos jóvenes se colocan en puntos estratégicos y utilizan teléfonos móviles para reportar cualquier movimiento sospechoso, permitiendo que las organizaciones criminales tomen medidas evasivas. Son también utilizados como mensajeros entre la estructura delictiva o entre otras organizaciones. En algunos casos, los adolescentes son utilizados para extorsionar a negocios locales y residentes. Bajo amenazas de violencia, se les obliga a cobrar "impuestos" o "cuotas" a cambio de protección, generando ingresos constantes para las organizaciones criminales.

Cuando existe conflictos entre estructuras delictivas o en los santuarios, los adolescentes son utilizados como soldados o sicarios y participan en enfrentamientos armados con grupos rivales o en ataques dirigidos a objetivos específicos. En algunos casos, las niñas, son explotadas sexualmente, esto incluye ser obligadas a trabajar en la prostitución o ser vendidas a redes de tráfico de personas. En Ecuador se ha podido observar que los menores de edad son utilizados por los GDOs para cometer robos y asaltos, tanto a personas como a propiedades. De igual forma, trabajan en tareas logísticas, como el transporte de armas, municiones y explosivos, herramientas vitales para las actividades delictivas.


El portal digital Primicias.ec, en una investigación sobre el tema, señala: “Las cifras en Ecuador son alarmantes. Solamente entre enero y junio de 2023, la Policía detuvo a 1.326 niños y adolescentes por delitos como tenencia ilegal de armas, sicariato, microtráfico, robo a personas y otros asociados al crimen organizado”.

Las principales actividades delictivas encomendadas a jóvenes por los GDOs varían también dependiendo de las ciudades donde se encuentran ubicadas estas estructuras criminales. En Guayaquil, los adolescentes son comúnmente reclutados por pandillas locales para vender drogas en los barrios y centros educativos, así como para actuar de halcones o vigías en las zonas controladas por estas pandillas. En Esmeraldas, los menores son reclutados para transportar drogas a través de la frontera, aprovechando su conocimiento del terreno y su capacidad para moverse sin levantar sospechas. En la capital, los adolescentes son utilizados para extorsionar a comerciantes locales y recolectar pagos por protección. También actúan como mensajeros y halcones en las zonas controladas por las pandillas.

El reclutamiento de menores por parte del crimen organizado en Ecuador es un problema complejo con múltiples causas y graves consecuencias, tanto para los jóvenes como para sus comunidades. Abordar este problema requiere un enfoque multidimensional que involucre a todas las partes interesadas.

La lucha contra el reclutamiento de menores en el país debe constituir una prioridad nacional, que involucre esfuerzos coordinados entre el gobierno, organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil. Solo a través de una acción conjunta y sostenida se podrá ofrecer a las jóvenes alternativas viables y prevenir que caigan en las redes del crimen organizado.


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