lunes, 24 de octubre de 2016

NACIÓN | 2016/10/21 19:18

“Cumbres como Habitat III son una

farsa”

El urbanista Jordi Borja, famoso por transformar a Barcelona y liderar hoy las

protestas contra las políticas urbanas de Naciones Unidas, se encuentra en

Bogotá en un foro de la Universidad Nacional y la UIS. Semana.com lo

entrevistó.



 Jordi Borja, urbanista. Foto: Archivo particular

Semana.com: Junto al urbanista argentino Fernando Carrión usted creó el

foro Hábitat III alternativo, que tuvo lugar en paralelo al que convocó

Naciones Unidas esta semana en Quito. ¿Por qué hacer esa disidencia?

Jordi Borja: Porque estas conferencias, y otras como las de cambio climático,

son una farsa. Son pura retórica: denuncian problemas más que archisabidos,

pero no muestran los mecanismos causales y los actores responsables. Los

compromisos que se aprueban, como la Nueva Agenda Urbana firmada el

jueves en Quito, son genéricos y no indican quiénes los asumen.

Semana.com: ¿Cuáles son los verdaderos problemas de la agenda urbana

global?

J.B.: En las últimas décadas se han acelerado las formas de urbanización

extensiva, dispersa, fragmentada, segregadora y atomizadora. Esa es la

urbanización sin ciudad que no sólo se da en los entornos periféricos de la

ciudad, sino que también afecta a la ciudad compacta con zonas marginales,

enclaves elitistas, rupturas del tejido físico por medio de infraestructuras,

murallas físicas y simbólicas.

Consulte: Manizales, la ciudad que quiere ser Boston

Semana.com: ¿A qué se refiere con urbanización sin ciudad?

J.B.: A una socialmente excluyente, económicamente más especulativa que

productiva, culturalmente miserable, absolutamente insostenible y

políticamente sólo gobernable por vías opacas, por el miedo y la represión

preventiva. Contra la urbanización sin ciudad hay que promover la ciudad

compacta: mixtura de poblaciones y actividades, centralidades integradoras y

articulación con las otras ciudades de la región urbanizada.

Semana.com: ¿Se puede promover una ciudad compacta con

megaproyectos de vivienda de interés social?

J.B.: Los sectores populares, de bajos ingresos, son los que más necesitan de

la ciudad. Es una aberración contraria a la lógica, a la justicia y a la cultura

ciudadana promover conjuntos de vivienda social en las periferias sin calidad

de ciudad; en zonas reservadas, sin centralidades propias y sin convivir con los

sectores medios y altos de la sociedad. La mezcla es la razón de ser de la

ciudad, un lugar de gentes libres e iguales. La ciudad debe ser reductora de las

desigualdades.

Semana.com: La ONU sostiene que el diseño de políticas públicas

urbanas debe estar primordialmente en manos del Estado. ¿Qué opina?

J.B.: Las ciudades no viven aisladas. Todo lo contrario, las ciudades grandes y

medianas polarizan sus entornos y sus periferias. Los gobiernos locales,

incluso en las grandes ciudades, a pesar de sus grandes limitaciones pueden

diseñar lo que quieran. La cuestión entonces es si pueden ejecutar sus planes

o proyectos. Por su parte, los Estados definen los recursos, las grandes

infraestructuras, los transportes regionales y nacionales y diseñan las políticas

sociales, de vivienda, urbanística, la propiedad, pero no tienen sensibilidad

ciudadana ni conocen la integralidad de la realidad urbana. Es decir, los

gobiernos estatales o nacionales son enemigos, conscientemente o no, de las

ciudades.

Semana.com: Entonces, ¿cuál es la salida?

J.B.: Lo que llamamos el ‘Derecho a la ciudad’. Que los ciudadanos se tomen

la ciudad supone diseñar políticas integrales, no sectoriales, con el

protagonismo de los colectivos ciudadanos. Una mezcla entre derechos

urbanos: vivienda, espacio público, servicios básicos, transportes, entre otros, y

derechos sociales, económicos, sostenibles, culturales y políticos.

Semana.com: ¿Qué deben tener esas políticas?

J.B.: Deben afrontar las causas, la especulación urbana, el control público del

sistema financiero, la legislación urbanística que impida la urbanización y los

enclaves o barrios cerrados y la recuperación de la gestión pública de los

servicios de interés general. No puede ser sólo una aspiración a una ciudad

justa.

Semana.com: Como soluciones se promueven estrategias como el

reverdecimiento de la ciudades o métodos alternativos de transporte.

¿Cree que estas medidas son suficientes?

J.B.: Las regiones urbanas deben integrar reservas naturales por razones de

sostenibilidad, de paisaje, de separación de las zonas construidas y densas, de

reducir a mínimos la contaminación y el calentamiento del planeta, para evitar

el despilfarro de recursos básicos no renovables a corto plazo. La actividad

económica debe estar al servicio de la sostenibilidad y de la reducción de las

desigualdades sociales. Sobre los medios de transporte, todos son buenos,

excepto el carro privado, algo que tiene que desaparecer de la ciudad.

Probablemente en menos de 20 años, el carro privado desaparecerá o será un

lujo raro. Se generalizaran los carros alquilados.

Semana.com: ¿Hasta qué punto las nuevas tecnologías o la innovación

pueden dar respuestas a los urbanistas?

J.B.: Pueden ser liberadoras, pero también opresoras. La big data y la

acumulación de información concentrada en las cúpulas del poder político y en

las grandes empresas son un peligro enorme para la ciudadanía, no solamente

por el control sobre ella, sino por la manipulación de las informaciones y de los

comportamientos. Vivimos en sociedades desiguales, en Estados de

democracia limitada, más o menos oligárquica. Las tecnologías de información

y comunicación pueden ser un instrumento fantástico para generar redes,

asociaciones, formas de cooperación y de intercambio, de generación de ideas

e iniciativas, tanto en relación con la ciudad o con su entorno inmediato, pero

también iniciativas económicas, culturales, incluso políticas, desde la base de

la sociedad.

SEMANA: ¿Cómo se comportan las ciudades latinoamericanas frente a

estos problemas de la agenda urbana?

J.B.: Las grandes ciudades latinoamericanas y europeas tienen problemas

similares, aunque las magnitudes no sean las mismas. Los desafíos y los

problemas no son muy diferentes, pero las soluciones casi siempre son propias

de cada ciudad: las prioridades, las urgencias, la cultura urbanística

acumulada, los marcos políticos y jurídicos, el grado de democracia en los

niveles local y estatal, el grado de desigualdad social, etc. No hay democracia

si las desigualdades son grandes. No hay democracia local si no hay justicia

espacial.

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