Análisis de Hoy
Resulta muy interesante observar cómo el tema del Yasuní, que
desató tanta polémica y malestar cuando el Gobierno anunció el abandono de la
iniciativa para dejar el petróleo bajo suelo, ha vuelto con fuerza al escenario
político de la mano de un sinnúmero de organizaciones y colectivos ecologistas.
La impresión que se tenía era de que la recolección de firmas
para convocar a una consulta popular que permitiera a los ciudadanos expresarse
sobre un tema tan sensible, había caída en un vacío. Sin embargo, organizaciones
de jóvenes activistas ambientales han venido desarrollando un trabajo
silencioso que los ha puesto a un paso de completar el número de firmas
requerido para llamar a la consulta. Se trata, sin duda, de un esfuerzo enorme
de movilización desde la sociedad civil inspirado en el ideal de proteger una
de las áreas más diversas del plantea como es el Parque Nacional Yasuní.
Con la vuelta a la escena del tema Yasuní, vuelven también
todos los debates que se condensan alrededor suyo: el modelo extractivista
planteado por el Gobierno, la preservación del medio ambiente, la defensa de
los pueblos en aislamiento voluntario, la política de gasto público, y el
rentismo estatal generado por la propia idea de extender en el tiempo una
política fiscal basada en los ingresos petroleros.
Tal como se dijo cuando el Gobierno anunció su plan B de
explotación del Yasuní, la sola idea de seguir con la lógica petrolera de
financiamiento del desarrollo dejaba al Ecuador atado al modelo para los
próximos 30 años. Tampoco los recursos que el Gobierno calcula que se obtendrán
de la explotación -$18 000 millones repartidos en 20 años- nos colocan muy
lejos de pensar en la posibilidad de obtenerlos gracias a un esfuerzo mayor
racionalidad del gasto público, sin tanto despilfarro.
El momento político en el que vuelve a la escena la idea de
una consulta no puede ser mejor, después de que el Gobierno, Alianza País y el
propio liderazgo del presidente Rafael Correa mostraron todas sus fragilidades
en las últimas elecciones locales. Llega cuando la escena política ha dado un
giro importantísimo que empodera, sin duda, a las organizaciones y movimientos
sociales duramente criticados por Correa y la revolución.
Muy interesante convergencia de momentos políticos dentro de
un proceso que se había caracterizado por la excesiva y autoritaria
concentración de poderes. Primero fueron los votantes de las capitales
provinciales los que dieron la espalda al movimiento de gobierno; y ahora
parece que puede ser el turno de la sociedad civil movida por las
organizaciones ambientales.
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