Por: Gonzalo Ortiz Crespo
La comedia protagonizada por el Consejo Directivo del IESS es
de antología.
Primero, en diciembre, abrió las puertas a la afiliación
voluntaria. Quitó el límite de edad y hasta el requisito de los exámenes
médicos.
Como el presidente Correa criticó la medida en la sabatina
del 11 de enero…
(“Por servir, podemos irnos más allá de la capacidad del IESS
y tener déficit actuarial y un déficit en los servicios de salud")
… los del Consejo Directivo cranearon una medida
revolucionaria: hacer obligatoria la afiliación voluntaria.Esta suprema
creación del genio humano vio la luz el 24 de febrero, como resolución 464.
Pero la genialidad cayó como un plomo a todo ser humano con
entendederas.
Indignó a taxistas, empresarios, pequeños comerciantes. Los
abogados la criticaron por ilegal e inconstitucional.
Todos los profesionales se escamaron. No solo los consagrados
sino los que comienzan a abrirse camino en la vida.
Dieciséis días después de emitida y solo tras el incendio,
salió este martes el Corcho Cordero a aclarar que la afiliación es voluntaria y
no obligatoria.
El propio Cordero había declarado y lo recogieron los diarios
del 28 de febrero que se instituía un nuevo régimen denominado "afiliación
obligatoria sin relación de dependencia".
El martes se desdijo y echó el muerto al director nacional de
aseguramiento del IESS, un señor Raúl López.
Pero la nueva declaración de Cordero es ambigua, deja
portillos abiertos, como que no va a derogarse la resolución 464.
Lo que más lleva a la risa es la explicación de Cordero de
que el "régimen obligatorio es el nombre" pero que no quiere decir
que los profesionales y trabajadores autónomos tengan necesariamente que
afiliarse.
O sea que el 28 de febrero ni él mismo entendió lo que quería
decir. Y alguien le ha hecho entender.
Un papelón en toda regla. De lo más risible que se haya
visto. Un Consejo Directivo que no da pie con bola.
Otro comunicado digno de antología, es el del ministro aquel
que exige a un diario que no diga cárcel ni presos, sino Centro de
Rehabilitación Social y Personas Privadas de la Libertad.
Es la apoteosis del lenguaje burocrático. La cúspide de las
leguleyadas. El delirio del pensamiento oficinesco.
Todo adobado de calificativos peyorativos, insultos y
descalificaciones, indignos de un ministro.
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