lunes, 10 de marzo de 2014

Perpetuarse en el poder



Lo dicho por el presidente Rafael Correa inmediatamente antes de  asumir un nuevo mandato, el 24 de mayo de 2013 en el hemiciclo de la Asamblea Nacional, ha sido olvido por el Gobierno y el por él mismo. En entrevista por televisión, aseguró que no se candidatizaría en 2007. Palabras más, palabras menos, esgrimió como argumento haber dedicado muchos tiempo al servicio del país (cumpliría 10 años en 2017) y, sobre todo, a un compromiso con la familia a la que ha sacrificado con su ausencia.
Los ecuatorianos respetaron esa decisión. Sin embargo  poco tiempo después, la titular de la Asamblea, Gabriela Rivadeneira, dijo en una visita a  Guayaquil, algo así como “con el respeto a su familia, pero Rafael nos pertenece a todos”.

La propuesta de cambiar la Constitución para permitir la reelección presidencial indefinida surgió  bastante antes que en estos días, cuando se la reactualizado a propósito  de  los resultados  de las votaciones del domingo 23 de febrero  que, para el Gobierno, fueron solo un “revés”, mientras que la oposición  las considera una “derrota” del oficialismo.
La propuesta del legislador socialista Fabián Solano, secundado, de manera inmediata, por Rivadeneira, se venía cuajando desde mucho atrás. El propio Correa dijo en una sabatina: “Síganme molestando y me les lanzo para la reelección”. La idea de perpetuarse en el poder es parte sustancial de esa suerte de credo político que mueve  al llamado socialismo del siglo XXI. De eso han dado pruebas el fallecido Hugo Chávez, en Venezuela; Evo Morales, en Bolivia, que también reformuló la Constitución, y, últimamente, Daniel Ortega, que usó todas las fórmulas del juego político hasta tener mayoría que propicie la reelección indefinida para perpetuarse en el poder.
Para estos gobernantes, coincidencialmente todos militantes de la Alianza Bolivariana  (Alba), el poder no puede estar en otras manos que no sean las suyas. Por eso, ni siquiera preparan relevos dentro de sus organizaciones. La alternancia, consustancial a las democracias, es desdeñada y menospreciada. Eso sí, les encanta repetir que nada de los hacen es por ellos, sino que todo es por la Patria, pero igual no admiten que nadie les sustituya en el poder.
La alternancia en el poder es un principio básico de la democracia. Las experiencias caudillistas y dictatoriales en América Latina, llevaron inclusive a prohibir la reelección consecutiva y, en algunos casos, a vedarla en absoluto.   Perpetuarse en el poder por la reelección indefinida es crear ficciones de democracia con el disfraz de la legitimidad electoral, pero sin división ni independencia de poderes ni pluralismo y en función de liderazgos personalistas.

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