martes, 17 de diciembre de 2013

Universidades: enmendar para avanzar



Por: Marco Robles López 
Las autoridades de algunas universidades afectadas por los resultados de la evaluación llevada a cabo por el Consejo de Evaluación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior, CEAACES, que les ubican en una categoría diferente a la que esperaban, han protestado, han resuelto organizar manifestaciones públicas, apelar por las decisiones tomadas y han evocado un pasado ilustre de la Alma Máter, para defender el presente, sin alcanzar a comprender que no puede vivirse de las glorias de antaño, ni que para poder avanzar, puede prescindirse de una evaluación y que si ciertas condiciones que identifican a una institución de estudios superiores, no han respondido a las expectativas, solamente es una forma de hacer universidad la que ha sido cuestionada. O quizá más crudamente hablando, solamente una expresión y praxis de universidad es la que parece que abandonará el escenario e ingresará al pasado, no la esencia de la universidad que es –o aspira a ser- imperecedera, por lo que, en consecuencia, es indispensable enmendar para recuperar el puesto anhelado y avanzar.
     Por supuesto que la renovación pretende hacerse con un cambio en la concepción y praxis académico-catedrática, que si se corona con el éxito, será plenamente reconocida: la formación de docentes con grados académicos de IV nivel, Magister en ciencias y Ph D (o Doctores en ciencias, como se reconoce en otros países y que personalmente lo considero más pertinente); la creación de condiciones intelectuales y físicas indispensables para cristalizar una verdadera investigación científico-técnica (laboratorios de investigación, campos de experimentación bien dotados), publicación de trabajos producto de dichas investigaciones, en revistas científicas indexadas con factor de impacto internacional, como SCOPUS, ISI, Ei-compendex, entre otras (Latin Index tiene un valor más regional que internacional propiamente dicho), para el caso de las ciencias llamadas “duras”, como las matemáticas, biológicas, químicas, físicas, etc., o Social Sciences Citation INDEX, el mismo SCOPUS, Arts & Humanities Citation INDEX, para las que se conocen como ciencias “blandas”, es decir las sociales y humanísticas.   Estimo que esta política universitaria es ¡lo único que puede sacarnos del estancamiento científico-tecnológico y de ese viejo mecanismo de freno que ha prevalecido en algunos centros de educación superior! -no considero ético generalizar, porque eso entraña injusticia y no corresponde a la realidad-, a fin de responder positivamente a esta exigente era del conocimiento, del imperio de las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento (N-TIC), del espectacular nacimiento de la paleo-genética, de las grandes conquistas en el mundo microbiológico, de la profundización en el desentrañamiento de las leyes de la astrofísica, de la química, de la matemática; del avance de las ciencias de la vida, del agro. Incluso para poder responder  correctamente a los nuevos desafíos filosóficos que precisamente en sus elucubraciones se nutren y plantean sus orientaciones considerando los nuevos problemas de la realidad social.
     Por manera que aquello que no responde a la nueva situación, necesariamente debe abandonar el escenario, conservando lo positivo: una universidad que tenga como norte la docencia y la investigación, para el servicio cabal del ser humano, de respeto a la naturaleza, paradójicamente, demencialmente agredida en estos tiempos de supuesta cumbre civilizatoria; una universidad sólidamente fundamentada en principios  éticos, no obstante que éstos no han sido materia de evaluación, lo que significa una Alma Máter sin esos grupos de amigos, de familiares y “albaceas testamentarios”, que en algunos centros de educación superior aseguran la continuidad de lo mismo y de los mismos durante décadas.
     Yo aplaudo que ahora se preste una gran atención a la formación de profesionales con maestrías en ciencias y con Ph D, porque esto indudablemente fortalecerá el conocimiento que constituye un excepcional valor agregado en cualquier sociedad, porque en el momento en que nuestra patria cuente con el suficiente número de profesionales de IV nivel, ¡ya no seremos simples receptores de tecnología que nos viene del llamado primer mundo, ni tendremos que pagar onerosos precios por las patentes extranjeras!. Quiero recordar que en años pasados los Ph D no tenían ninguna importancia, eran algo así como una interesante curiosidad, nada más; actualmente es otra la comprensión sobre estos profesionales, tienen su reconocimiento porque se “han quemado  las cejas” estudiando, formándose como investigadores y científicos y van a gozar de un sueldo digno que compense su sacrificio y su aporte al progreso de la nación. Entonces, debe apoyarse esta política educativa.
     Concluyo señalando que este punto de vista es muy concreto, porque en otras políticas del gobierno tengo mis objeciones, como el plan de explotar una parte del Yasuní, o los desaires y humillaciones que sufrieron las asambleístas del mismo partido de gobierno, por manifestar sus puntos de vista sobre el aborto en casos de una violación.

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