viernes, 27 de diciembre de 2013

Matar al mensajero



Por: Gonzalo Ruiz Álvarez
Ni la frase es nueva ni debe desubicar al lector cuando se la cite ya que, se sabe, alude a la actividad de la prensa, los poderes y la violencia de la guerra. Soazig Dollet es el responsable para Oriente Medio y el Norte de África de RSF (Reporteros Sin Fronteras) y él sabe de qué habla con absoluta y contundente claridad. RSF envió estos días el informe que muestra la espeluznante situación de muchos periodistas muertos y secuestrados por cumplir su trabajo: la misión no es otra que la de contar historias. 

Esas historias son, claro está, una versión de la realidad. Nada sustituye a la realidad sino la realidad misma. Una crónica -como una foto- muestra lo que el ojo humano pueda o quiera ver. Siempre habrá una carga subjetiva sesgada por la formación, los valores y los enfoques que tal o cual periodista quiera dar para llegar con más fuerza a sus audiencias. Es parte de la naturaleza humana y de la dinámica de un oficio muchas veces criticado desde la opinión pública, incómodo al poder, insoportable para el tirano o el guerrero cruel. Tan intolerables son los periodistas para sátrapas y asesinos revestidos de una cobertura institucional porque ganaron elecciones o se creen enviados de algún dios, que en algunos casos los matan. 71 periodistas han muerto( (menos que el año pasado que fueron 88), los secuestros, según el recuento de Reporteros Sin Fronteras, subieron a 87 de los 38 del año 2012. 49 lo fueron en Siria( donde hay una guerra civil cruenta) y 14 en Líbano. Hay 178 periodistas presos en el mundo. En China, Eritrea, Turquía, Irán y Siria, está el mayor número. El Comité de Protección de Periodistas (CPJ) coloca a Turquía a la cabeza de los países que ejercen condenas a los periodistas acompañado en la lista de Irán y China. Son países donde la democracia al estilo Occidental no existe ni se le parece de lejos. El mismo informe citado al principio muestra otras realidades más cercanas que desnudan una creciente ola de violencia en países cercanos. Honduras es el caso más crítico, Las pandillas se adueñan de las calles, los ciudadanos no viven en paz y los periodistas que cuentan esas historias pagan las consecuencias por la osadía de informar a la gente lo que pasa. México, aunque haya experimentado un descenso en las cifras, sigue siendo un territorio preocupante por la influencia de las mafias del narcotráfico y el crimen organizado con énfasis en la trata de personas y el manejo de emigrantes con destino a Estados Unidos. Por eso es que la vieja frase de matar al mensajero, recogida en el informe por Dollet, tiene dolorosamente vigencia, acaso miles de años después de que los portadores de las malas noticias que no gustaban a los reyes eran decapitados o colgados. Hoy la versión del poder, del general en combate o el político déspota es la única admisible. Sino, simplemente se mata al mensajero. O se lo calla que es igual para efectos del silencio

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