martes, 22 de septiembre de 2020

 

POR: Jaime Chuchuca Serrano

Publicado en la revista El Observador (junio de 2020, edición 117) 

 


Preguntas para la postpandemia
Aunque es aventurado especificar con claridad el mundo postpandemia, hay que partir de una hermenéutica de los grandes cambios que se realizan a diario.

La mortal crisis económica que está en el corazón y la yugular del capitalismo ha contraído la riqueza global y ha paralizado la ansiedad productivista de la existencia social. No obstante, hay miles de capitalistas que han incrementado sus fabulosas fortunas. Se desplomó el barril de petróleo -y aunque no significan los mismos miles de millones de dólares- las empresas farmacéuticas y biotecnológicas (como Moderna y Novavax que hacen vacunas; y otras como Gilead, AIM ImmunoTech y Vir Biotechnology) incrementaron su poderío mundial, algunas en más del 200Cayeron varias empresas textiles y sintéticas, pero surgieron nuevas en su reemplazo para hacer trajes y accesorios antifluídos (Top Glove, el mayor productor de guantes en el mundo, está a la vanguardia). Algunos fabricantes de alcohol y desinfectantes llegaron casi al 300 e ganancias. Fracasaron las infraestructuras educativas y se alzaron plataformas como K12 en educación online para niños. Ya no se puede dudar de la presencia mundial de Zoom y las videoconferencias, al igual que Teladoc que conecta a pacientes y médicos online. Los cines cerraron, pero Netflix continuó su incremento en la bolsa. Amazon, con algunas caídas leves, se convirtió en la empresa más segura de las potencias. Alphabet, dueña de Youtube, expandió su capital, al igual que Facebook y las empresas de video juegos. En la industria pesada, la robótica y la cibernética alimentan la producción de las principales empresas del mundo, con lo que se desplazarán millones de trabajadores más.

El Estado nación estruja los huesos de la población. La ONU, la OMS y los gobiernos, por absurdo que parezca, planificaron una arremetida militar contra un virus. Se ha recrudecido la seguridad de las fronteras, lo que repercute a futuro en los nacionalismos. Las pérdidas millonarias son aprovechadas para la reducción neoliberal de los Estados, sobre todo en occidente, salvo excepciones. La presencia de los poderes locales ciñen estrictamente las libertades sociales. Las leyes de seguridad han traspasado las puertas de las casas y hay una tendencia a la militarización física y digital de toda manifestación y protesta social. Los confinamientos están preparados dentro de la estructura de las clases sociales y han generado mayor desigualdad, pobreza y hambre. El “deber cívico” de quedarse en casa, no lo pueden cumplir quienes no tienen ingresos, alimentos, salud y menos los que no tienen casa. La atención en los hospitales y los mismos procesos fúnebres están atravesados por la clasificación económica de la sociedad. El retorno de las protestas tiene varios orígenes, pero sustancialmente se practican por el conjunto de desigualdades económicas, étnicas, de género y las ineptitudes políticas.

Los cambios en la vida cotidiana han trasladado la disputa territorial hacia el cuerpo. El miedo al otro como enfermo, extranjero o extraño, causa problemas políticos, sociales y psicológicos. El miedo se ha internalizado en los hogares, cuando el peligro es el conviviente que somete a mujeres y niños. Hay una destrucción de los lazos sociales y por tanto de la vitalidad de las relaciones humanas. Están latentes, trastornos mentales sociales e individuales. Antes del confinamiento parecía que los sujetos gozaban de autonomía, ahora se ha mostrado la dependencia total de la mayoría a los Estados y las empresas privadas. Algunos hogares campesinos, que en ciertos sentidos son independientes, han conservado parcialmente la autonomía, otros están a la merced de los especuladores.

Hay cambios considerables en los dispositivos gnoseológicos y epistémicos para la construcción del conocimiento y la interrelación de los sujetos con la realidad. El individuo como producto está siendo intercalado por anomalías a las cuales nuestra sociedad no estaba acostumbrada. Notas que son comunes a los períodos de guerra, son remarcadas con una vida virtual que décadas antes parecían ficción. Los cambios materiales en nuestra lógica y representación simbólica son ostensibles.

Hay decenas de preguntas que surgen en un mundo postpandemia: ¿habían (y habrán) otras opciones y narrativas para enfrentar la pandemia?, ¿cuán flexibles serán los cambios en la sociedad sin menoscabo de los derechos?, ¿nos estamos retrotrayendo a colonialismos esclavistas internos y externos?, ¿las ciencias de la salud y la naturaleza superarán el límite del modo de producción capitalista?, ¿el lenguaje bélico del enemigo invisible impidió ver a los enemigos reales de la salud como los líderes incapaces, el neoliberalismo y la acumulación del capital?, ¿será que la ética y el derecho de la democracia liberal -a similitud de la decadencia de los samurays de Masaki Kobayashi- expresarán “nuestro reconocido honor (…) no es sino un brillo que se queda en la superficie?, metafóricamente ¿no somos como Simbad el Marino que con sus tripulantes están haciendo una fogata sobre una ballena sin saberlo?, contradiciendo al Homo Deus de Yuval Harari, ¿no somos dioses de una tragicomedia tecnológica decadente?, ¿habrá una superación de la necropolítica o decaeremos en una profundización de esta?, ¿ha llegado el momento de transformar la sociedad capitalista por un sistema armónico entre los seres humanos y la naturaleza?

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