jueves, 24 de septiembre de 2020

 

POR: Gabriela Astudillo

 Publicado en la revista El Observador (agosto de 2020, edición 118)

 


Agra
“…Por cada hora del día y por cada variación atmosférica, el Taj tiene su propio color desde los sueños suaves del alba y la blancura brillante del mediodía, al esplendor frío de las noches de luna cuando la cúpula ligera en sustancia como el aire, cuelga entre las estrellas como una gran perla…” Anónimo


Hace cinco meses, antes de iniciar la cuarentena -que se ha extendido hasta estos días- había contado sobre uno de mis sueños universitarios, el conocer el continente asiático, un mundo mágico, lejano e inalcanzable, lleno de misterios; una mezcla milenaria de cultura, misticismo y religión, en donde cada detalle arquitectónico tiene sentido. Sueño que se hizo realidad junto a la soñadora de mi madre-que también disfrutó del exótico país- y a mi hermano Sebastián, que en cambio se regocijaba por los largos vuelos y esperas en los aeropuertos. Más significativo aún, resultó nuestro periplo familiar, porque luego se unieron mi tía Marisol, y mi primo Rimai, quienes enriquecieron esta vivencia única, espiritual e inolvidable, por la práctica de yoga, técnicas de respiración, meditación, y búsqueda de armonía y  bienestar.

Agra, la ciudad majestuosa de jardines, es un claro ejemplo de la mezcla de poder y de religión, fue el centro de los reinos más ricos, y seguro combinado con la fuerza de la espiritualidad para dar lugar a un estilo de arquitectura con un esplendor excepcional,  cuyo nivel más alto de perfección se plasma en el TAJ MAHAL, un lugar soñado ubicado a orillas del Río Yamuna, con profundas raíces históricas en un contexto de amor y desamor -como en los clásicos de la Literatura Universal- pues durante el gran Imperio Mogol (caracterizado por el nomadismo y por la tolerancia hacia las religiones y los pensamientos de otros lugares), el Emperador Real edificó un monumento incomparable sobre la tumba de su esposa Mumtaz Mahal como símbolo de su amor sublime e inseparable, pues ella murió al dar a luz a su décimo cuarto hijo. La construcción empezó en diciembre de 1631 y se tardó 22 años representados en las 22 cúpulas de la entrada principal.

La edificación consiste en un enorme bloque de 8 lados y aproximadamente 74 metros de alto, con paredes de piedra arenisca y mármol, cuyo brillo y blancura permiten que adquiera una apariencia distinta a diferentes horas y/o estaciones; con finas incrustaciones de piedras preciosas matizadas con elegantes inscripciones realizadas en la escritura “Thulth” y textos coránicos, sobresalen los pórticos con arcos ojivales y conopial, largos balcones y cuatro minaretes de tres pisos, un inmueble rodeado por amplios jardines, los reconocidos Char bagh persas (cuatro jardines), con canales y fuentes de agua para que el Taj se refleje en todo su esplendor. Es una perfecta combinación de arquitectura de la India y de Persia, en donde los más de 20.000 trabajadores aplicaron el “Shilpa Shastra hindú” que significa la ciencia del arte y la artesanía.

Todo lo descrito resulta corto, porque conocer, recorrer, sentir una cultura totalmente diferente, en su geografía, historia, arquitectura, costumbres; y sobre todo en la parte humana con sus habitantes, es casi imposible expresar en un artículo; seguiré en una próxima entrega narrando en cambio lo más impresionante de otra ciudad: Jaipur. Fue anecdótico y digno de relatarse, por ejemplo: al llegar precisamente a este país, en la Puerta de la India, nos dieron la bienvenida una comitiva, porque era 3 de diciembre, “Día Universal de reivindicación de los derechos de las Personas con Discapacidad”, presenciando un Festival de Arte en su honor; por lo que a más de admirar las edificaciones orientales, fuimos bendecidos con las danzas y música hindú representadas por personas no videntes y con discapacidad física; en silla de ruedas hicieron gala de sus destrezas y creatividad, con atuendos coloridos artísticamente diseñados, que convocaban al aplauso y a la felicitación.

¡Fue extraordinaria la hospitalidad y amabilidad de su gente! Un viaje espiritual, inclusivo y sin barreras, en un país tan heterogéneo y diverso; comprobando así, que no sólo las formas de la arquitectura tienen sentido, sino que la vida misma tiene sentido. Paradójicamente, ahora durante casi 5 meses los aeropuertos han permanecido cerrados, esperando más encuentros familiares, pero la ilusión de un nuevo viaje jamás se debe cerrar, pues como dice Marisol, “todo está en intencionar” así que, reactivar nuestra espiritualidad en estos tiempos es muy importante, para mantener elevada nuestra frecuencia vibratoria interior y expandirla hacia todas las culturas, para que el mundo sane. Sane de todo lo que vivimos, sobre todo en la realidad de nuestro país, no sólo con la crisis sanitaria, sino también con la crisis de valores que atenta contra los derechos de los sectores más vulnerables, como es la discapacidad.  

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