Jaime Cedillo Feijóo.
Publicado en la Revista El Observador (octubre de 2019, edición 113)
Se farrearon la plata y nos quieren cobrar la fiesta. Esta es la mejor definición que ha hecho el pueblo sobre la tristemente célebre década saqueada. Una banda de delincuentes de cuello blanco, liderada por un astuto cuentero, más cuentero que el de Muisne, se organizó de tal manera, que lograron llevarse inmensas sumas de dinero, lo que más pudieron, dejaron las arcas fiscales en cero, con un déficit incalculable.
Nadie sabe a ciencia cierta a cuánto llegó el lleve, unos hablan de 60, 70 mil millones de dólares. Monstruoso, infame, intolerable, imperdonable. Le llamaron la “década ganada”. El rebaño, con su oveja negra a la cabeza, hicieron el negocio del siglo, sus vidas cambiaron para siempre, pasaron de chiros a millonarios, de hombres y mujeres humildes de a pie, a conducir lujosos vehículos que muestran sin una pizca de verguenza.
Disfrutaron a lo grande. y siguen metiendo mano, porque dicen que ya no están, pero si están, los muy sabidos se cambiaron de puestos, de ministros pasaron a ser “padres” y “madres” de la patria. Se mudaron de traje, de lock, de colonias baratas pasaron a usar perfumes de marca . Si antes compraban en la bahía, hoy se van de shopping a Miami, derrochan el dinero que se llevaron con “manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes”.
Los maestros del engaño, del cinismo, siguen disfrutando de las delicias del poder corrupto y corruptor. Los muy astutos, para seguir en la “teta” , se fueron a vivir en otras ciudades, a los más descarados el”cuántico” les convirtió en diplomáticos de pacotilla, bien refugiados en embajadas y consulados, para disimular, para despistar, pero siguen siendo los mismos sapos sedientos del dinero ajeno. Los atracos a los recursos sagrados del pueblo, están a buen recaudo, bien guardados en paraísos fiscales, porque para eso sirvieron los aviones del Estado. Se hicieron vuelos misteriosos, sin y con pasajeros, sin registros ni permisos oficiales, a destinos sospechosos Toda una trama de corrupción de alto vuelo.
Se cubren las espaldas, se hacen los ciegos, los sordos y mudos. Los correistas ahora morenistas. Se desgarran las camisas diciendo yo no fui, fue teté. Los falsos revolucionarios hicieron de la corrupción, un gran negocio, con ganancias millonarias. Y, ahora la gente repite una y otra vez,: por qué el pueblo tiene que pagar las fechorías de sus amigos. Por qué, señor Presidente Moreno¨. Usted fue parte de la “década saqueada”, ahora se hace el asustado, el dolido, pero mientras disfrutaba de la abundancia, de las farras, bebelonas y comelonas, toda estaba bien. En las tarimas aullaban, cantaban, le llenaban de adulos y elogios al prófugo de la justicia. Acaso ya se olvidaron cuando coreaban “contigo Rafael siempre, tenemos a Rafael.” La casa presidencial la convirtieron en un lugar de dudosa reputación.
Nos vino a comer el cuento con eso de la “cirugía mayor a la corrupción”, pero lo del atraco del siglo no se ha recuperado ni siquiera para los caramelos. Se inventó una secretaría anticorrupción para fingir que están luchando para acabar con la epidemia social que ha exterminado pueblos, que ha dejado en la miseria a la gente. Dos de sus empleados, se pasean por el país, hablando maravillas, dando conferencias, visitando medios de comunicación, y firmando acuerdos. Pobres ingenuos charlatanes, como dice la canción, a otro perro con ese hueso- Y, ahora nos piden comprensión para aguantar el garrotazo anunciado en cadena de radio y televisión. La desgracia para los pobres está completa, nos cayó del cielo un aguacero de severas medidas económicas. La eliminación del subsidio a las gasolinas extra y eco, al diésel, más un aporte de un día del sueldo mensual de los trabajadores públicos, la reducción de las vacaciones de 30 a 15 días, más un veinte por ciento menos en la renovación de contratos, más despidos a nivel nacional. Más y más sacrificios. Hasta cuándo. El gobierno dice que no dará marcha atrás, y declara estado de excepción a nivel nacional, para poder reprimir legalmente. El pueblo está indignado, cabreado, emputado. Las calles arden.
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