martes, 16 de febrero de 2016

sabatina 462. min. ambiente

Rafael Correa: un mentiroso con método científico

  en La Info  por 
El método correísta para el establecimiento de la verdad se parece sospechosamente a los procesos sumarios que usaban los tribunales de la época del terror durante la Revolución Francesa: para mandar a alguien a la guillotina sólo se requiere del testimonio de un enemigo o un malqueriente. No hacen falta evidencias ni demostraciones, no se permite argumentos de defensa y nadie asume la carga de la prueba. Basta con una fuente que nadie corrobora.
–Señor ministro, ¿es cierto lo que ese politiquero corrupto disfrazado de periodista dice, llevado por su odio?
–No, señor presidente.
–Queda demostrado que mintió.
Palabras más, palabras menos, esta escena se repite cada sábado.
Luego mandan a alguien de la Secom o El Ciudadano a buscar un intelectual orgánico de la academia correísta para que se invente una teoría que legitime ese expediente. Así como Alexis Mera siempre encontrará la figura que justifique cualquier aberración jurídica, los académicos amigos de la Flacso o el IAEN siempre hallarán la vuelta teórica de lo que se les ponga por delante. No interesa cuán obtusa llegue ser su explicación (que en ocasiones bate récords), para efectos de la propaganda lo que importa es que alguien ponga la jeta.
Isabel Ramos, por ejemplo, catedrática de la Flacso. En la última sabatina echaron a correr un video en que aparece con aires de estar hablando cosas inteligentísimas. Pero lo que dice es esto: “No está siendo respetado nuestro derecho a la información porque justamente hay parcialidad, hay una sobredeterminación de un solo tipo de fuente, hay una presencia privilegiada de ciertos actores con palabras respecto a otros actores que están silenciados, hay ciertos aspectos de la cuestión legal que no nos están contando. Me parece que esto es violar derechos a la información”. Considérese que está hablando del manejo informativo en torno a la crisis del Issfa, tema en el cual, en efecto, “hay ciertos aspectos de la cuestión legal que no nos están contando” los voceros del gobierno; y ciertos actores que, también es verdad, están silenciados (Marcela Aguiñaga y Javier Ponce, por ejemplo), pero por voluntad propia. Sin embargo, los que violan el derecho a la información, según ella, son los periodistas. Por lo demás, lo que fuera que quiso decir con eso de “sobredeterminación”, está claro que la palabra es incorrecta. Sí, tiene más de cinco sílabas y eso le confiere gran prestigio en el mundo del que Isabel Ramos forma parte, pero en el contexto no quiere decir nada. Y hablar sin decir nada, ¿no es una violación flagrante del derecho a la información? Hay que tener jeta.
No importa. Con que hable el ministro de turno y desmienta sin aportar prueba alguna lo que algún periodista ha dicho; con que hable el o la académica de turno y despache cuatro pendejadas con cara de solvencia intelectual a toda prueba… Con eso basta. Los chicos de la Secom ya pueden darse el gusto de sacar la manito con el sello de caucho sobre la pantalla. ¡Mentira comprobada! Es el procedimiento correísta de construcción de la verdad. Simple y puro. Sistemático. Casi científico.
A Janeth Hinostroza le sometieron a ese procedimiento en la última sabatina. En el noticiero de Teleamazonas ella había mostrado las imágenes de un grupo de manifestantes frente al ministerio del Ambiente y los había identificado como “funcionarios públicos del ministerio del Ambiente en horas de trabajo, incumpliendo con sus labores”.
concentración 10 feb, 2
¿Es verdad eso?, preguntó Rafael Correa a su ministro, Daniel Ortega. Y él, disciplinado y enjundioso: “Se les acabaron los argumentos, señor presidente, están desesperados. Esto es una completa mentira. Lo que vimos ahí son jóvenes, son jóvenes que son dueños de la moral revolucionaria, que han retomado una nueva dignidad gracias a este proyecto político que nos da una patria hacia adelante. El día que están concentrados no son horas laborables y son jóvenes de todo el país, no sólo son miembros del gobierno”.
¿No sólo? ¡Menos mal! La construcción de la verdad correísta pasa por alto estos detalles, quizás ahogados en medio de tanta retórica barata. Y hace de la vista gorda con las pequeñas mentiras. Por ejemplo, el hecho de que las mismas banderas (que pertenecen a un grupo juvenil del ministerio) fueran vistas más tarde en la concentración de la Plaza Grande contra “los golpistas” del Issfa, significa que el ministro faltó a la verdad cuando dijo “el día que están concentrados no son horas laborables”. Esto ocurrió el miércoles 10 de febrero. ¡Mentira comprobada!
concentración 10 feb, 1
–Muy claramente, Daniel –pregunta Correa–: lo que saca esta señora en Teleamazonas, ¿son funcionarios públicos en horas de oficina? ­
“No sólo”, pudo repetir el ministro. O sincerarse y responder: era miércoles. En su lugar, cumplió con lo que se esperaba de él:
–No, presidente.
–Ya. Esta señora mintió. Este es el periodismo deshonesto.
Basta con la palabra de un funcionario con el suficiente instinto de conservación como para saber qué puede decir y qué no en una sabatina. Y listo. Para Rafael Correa el proceso de construcción de la verdad tiene su ciencia: la ciencia de la puesta en escena.
Ese es el honestísimo presidente que tenemos. Su imagen pública se levanta sobre una retórica de la verdad, de la pureza de espíritu, de la transparencia, de la superioridad moral. Cada sabatina es un nuevo capítulo de la santa cruzada que ha emprendido contra la mentira. Rafael Correa el intachable, Rafael Correa el de las manos limpias, Rafael Correa el íntegro, el ético, el honorabilísimo. Hay que verlo retorcerse de la irritación contra aquellas minúsculas personitas que no le llegan ni a los tobillos en cuestión de dignidad y de valores. Hay que oírlo indignarse contra la mentira, contra la mediocridad moral propia de los perdedores, los amargados, los que no saben sino odiar. ¡Cuánto teatro! En qué consumado actor se ha convertido el presidente. Basta con rascar apenas sobre la superficie de esa verdad luminosa que el presidente de la República dice defender para descubrir que está construida sobre la más metódica y sistemática aplicación de la corrupción de valores y de la mentira. Una mentira que, para afirmarse a sí misma y proclamar su superioridad, recurre a burdos y precarios procedimientos como el descrito en este artículo. Con cuánta naturalidad el presidente convierte la mentira en verdad y la verdad en mentira. Ya ni siquiera se trata de que Correa mienta: es que en su retórica no hay una sombra de verdad. Ningún pudor. Ni el menor sentido de vergüenza.
(En la imagen de arriba el ministro de Ambiente, Daniel Ortega, comparece a la sabatina número 462 para mentir como le enseñaron).

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