lunes, 15 de febrero de 2016

POR:

Marco Robles López 

¡La fanesca es todo, la ideología nada!
En los países latinoamericanos y caribeños, en primer lugar, con Hugo Chávez en Venezuela, y después con Néstor Kirchner e Ignacio Lula da Silva en Argentina y Brasil, respectivamente, se inició un proceso de transformaciones progresistas en política y economía, superando muchos escollos, incluyendo motines palaciegos, legislativos e intentonas golpistas, en los que los monopolios mediáticos tuvieron un papel protagónico. Todo aquello que fue objeto de ataques de los grupos dominantes, nostálgicos por el poder perdido, tuvo por fin brindar especial atención a los sectores tradicionalmente marginados de nuestras sociedades. Cabe señalar que estos destacados líderes de nuestra Latinoamérica y del Caribe, no pensaron en sus inicios en sustituir de manera radical al neoliberalismo por un modelo más justo, más equitativo y humano, a pesar de todo lo decepcionante y doloroso que significa y ha significado el mismo, no solamente en nuestras sociedades, sino en otras latitudes. ¿Por qué? En virtud de que es sumamente complejo sustituir todo un sistema teórico y práctico arraigado en las sociedades durante décadas. Pero no solamente por estas razones, sino por cuanto el neoliberalismo tiene su historia, posee, desgraciadamente, sus poderosos mecanismos de control social y por cuanto se encuentra “acorazado” con potentes organismos económico-financieros y políticos que tienen su sede en el corazón del imperialismo y dictan sus normas a gran parte de las colectividades del planeta: el Fondo Monetario Internacional-FMI, con su selecto equipo de “pirómanos”, como irónicamente motejaba a sus principales dirigentes el profesor Jean Ziegler (Cf. J. Ziegler. “Los nuevos amos del mundo y aquellos que se le resisten), y que actualmente tiene como su presidenta a la ex ministra del gabinete del ex presidente francés Nicolás Sarkozy, la Sra. Christine Legarde, la profetisa del supuesto desastre económico de Rusia, y sobre todo ¡involucrada en una gran red de sobornos y corrupciones!, según se da cuenta en un programa del escritor Tariq Ali (En: TELESUR,04-01-2016); el Banco Mundial-BM, (“The World Bank Group”), considerado en el mundo de las altas finanzas del imperialismo mundial, lo que el Complejo Militar Industrial significa en el campo de las armas y la guerra. Su poder es inmenso, porque a través de la Compañía Financiera Internacional, que prefiere la discreción y actuar a la sombra, ¡brinda asesoramiento a los inversores privados del imperialismo mundial en los países del Tercer Mundo! Cabe señalar, además, que entre el Banco Mundial y Wall Street existe un concubinato público –“alianza estratégica”, suele decirse eufemísticamente- para la mutua colaboración y beneficio, sobre todo en tiempos difíciles, como cuando Wall Street incurrió en operaciones especulativas, consustanciales a la naturaleza agiotista de estas organizaciones imperialistas, en tiempos en los que Robert Mc Namara, de jefe del Pentágono, pasó a la labor  del mundo financista, en su condición de presidente del BM y concedió préstamos a varios mercados nacionales de capitales, por aprox. ¡100 mil millones de dólares! Inefable epílogo: la mayor parte de este dinero fue aportada por los todopoderosos banqueros suizos, los mismos que reciben en sus inmensas “faltriqueras” -léase en sus secretas cajas fuertes-, los ríos torrentosos de dólares procedentes de dictadores de diferentes partes del planeta, de poderosos capos del narcotráfico, de los multimillonarios personajes de los “paraísos” árabes, de Asia, América Latina, Caribe, de los magnates de la India (nababs se les denomina a estos dichosos personajes), porque este gran país, aunque forma parte del BRICS, no ha podido escapar a los largos tentáculos del FMI y del neoliberalismo; incluso de África (No dudo que de estas cuestiones conocen muy bien connotados economistas de nuestra patria, como Don Mauricio Pozo, ex eminencia gris del gabinete del coronel Lucio Gutiérrez -¡qué escalofriante!-, y  Don Alberto Dahik, ex ministro del finado Ing. León Febres Cordero, a quien emocionado le trataba de “mi maestro”, y ex vicepresidente del Arq. Sixto Durán, el inefable Sr. de “Flores y Miel”. Dahik no solamente es un ferviente partidario del neoliberalismo, sino ahora, luego de haber sido declarado inocente de todos sus “pecadillos” económico-financieros, previa “limpia” aplicada por Don Auqui Tituaña, o el Prefecto de Morona Santiago, Don Chumpi, ha recuperado su condición de heraldo del neoliberalismo e incluso es el Nostradamus redivivo para algunos altos representantes de la “Revolución Ciudadana”, obnubilados por sus sapientísimos sermones neoliberales y fondomonetaristas).
Pues bien, la tercera gran estructura es la Organización Internacional del Trabajo-OIT, esta última aparentemente un organismo que actúa con equidad y ponderación con relación a los pueblos más necesitados, pero en esencia una temible e inexorable máquina de presión para imponer los intereses y las condiciones de las oligarquías del imperialismo mundial –o “ultra imperialismo”, como lo calificó el eminente filósofo de la política, Yuri Ivanovich Semiónov, en su tratado enciclopédico: Filosofía de la Historia. Teoría General del Proceso Histórico (Ed. Proyecto Académico, Moscú, 2013. Versión en idioma ruso)- a los pueblos de todos los confines de la Tierra, especialmente de los llamados del “Tercer Mundo”.
Por  manera que a pesar de las grandes crisis, no solamente cíclicas sino también estructurales, como la que sacudió hasta los cimientos a la economía de EE UU el año 2008, cuando quebró estrepitosamente el banco Lehman Brothers y recibió una astronómica ayuda financiera, de parte del gobierno de G. W. Bush, ¡ese genocida del pueblo iraquí que anda suelto!, no lo olvidemos; el neoliberalismo no se ha hundido, todavía no ha iniciado su retirada definitiva, continúa vigente y junto con él toda la imponente estructura político-económica, propagandística y militar; esta última encarnada en el Complejo Militar Industrial-CMI, que tiene su cabal representación en el Pentágono. Todo esto y algo más, son las viejas desdichas.
El longevo neoliberalismo.
Por lo expuesto, ¿qué circunstancias o razones generaron el argumento para anunciar la defunción del neoliberalismo? ¿Por qué causa mentes realmente lúcidas y que conocen a profundidad las ciencias económicas -como Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía-, un buen día anunciaron el fin del neoliberalismo (sobre todo considerando esa crisis del año 2008), y sin embargo, podemos apreciar que el sistema agonizante todavía sigue gozando de buena salud o convalece?
Una de las causas para que continúe vigente dicho neoliberalismo, en realidad un sistema injusto y discriminador a nivel internacional, radica en que tan pronto como un Estado, una nación o incluso un grupo de naciones caen bajo su férula, lo que entraña una implacable política económica, pero también una ideología, se consolidan acuerdos y relaciones económico-financieras entre los grupos internacionales oligárquicos, primordialmente de los poderosos banqueros, industriales –sobre todo los magnates de la poderosa industria de la guerra y de los hidrocarburos-, comerciantes exportadores e importadores, merced a la gestión a favor de esos grupos internacionales oligárquicos de los influyentes lobby, con quienes representan el poder económico-financiero y las élites burocráticas de los Estados que han decide acoger el modelo neoliberal.
Cabe advertir que tanto aquellos lobby, como las élites burocráticas, no tienen una “muerte” política a su debido tiempo, es decir que no abandonan el escenario político una vez concluido determinado período presidencial en el imperialismo mundial, ni en los engranajes de la maquinaria burocrática de los Estados que han ingresado a su órbita, cuanto una vida longeva en esos intrincados “laberintos” del poder, lo que asegura las orientaciones y prácticas neoliberales.
Pongo un solo ejemplo de nuestro país: la Eco. Nataly Celi, alta funcionaria en el gobierno de Mahuad, también se desempeñó por buen tiempo como ministra de Economía en el actual régimen y después, embajadora en Washington. Es decir que, supuestamente ha servido a dos gobiernos completamente contrapuestos. 
Por lo tanto, aquella estratégica unión contribuye a brindar normatividad –es decir a proveer de normas, de reglas y condiciones, para que funcione conforme a los intereses de los grupos dominantes el sistema económico-político neoliberal-. La ideología completa este proceso, porque como todo conjunto de ideas, conceptos, incluso de mitos, en sentido general no es más –ni menos, tampoco- que una concepción teórica mediante la cual se entiende el mundo, la sociedad, un sistema, el pensamiento mismo (desde los tiempos de A. Desttut de Tracy, aunque la encendida polémica entre los partidarios de la interpretación gnoseológica y ontológica, siga presente); explica, sustenta y sobre todo justifica y ampara teóricamente determinadas relaciones entre las personas, ciertos estilos de la vida, inclusive ciertas subjetividades que se refieren a nociones como democracia, libertad, derechos humanos, etc., sin dejar de apoyarse en las ideas y sentimientos de que ese neoliberalismo supuestamente brinda una inefable libertad y más pronto que tarde asegurará una sociedad de progreso y bienestar, no importa el costo para los marginados, que desgraciadamente no pueden faltar en ese sistema Por estas razones, entre otras, el neoliberalismo no solamente ha arraigado en gran parte del Occidente cristiano, primordialmente, ¡en uno que otro camarada marxista desorbitado!, sino también en parte del Oriente islámico, hinduista, estableciéndose alianzas muy particularmente entre EE. UU. y algunas potencias capitalistas europeas de la OTAN, con Arabia Saudita, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Kuwait, Bahréin; en el Lejano Oriente Japón, Corea del Sur, ¡inclusive Vietnam, quién lo creyera!, cuyo heroico pueblo fue masacrado por el imperialismo yanqui, sobre todo en tiempos de Richard Nixon y del Secretario de Estado, el siniestro Henry Kissinger; en Oriente Próximo con el Estado de Israel, que comete todas las fechorías imaginables contra el martirizado pueblo palestino, con total impunidad. En África no se requiere de alianzas especiales, y las grandes transnacionales del imperialismo mundial, como Monsanto o las que comercian los hidrocarburos y minerales estratégicos, se encuentran en varios países de este continente como en casa propia; en Latinoamérica y el Caribe, con la dirección de EE UU, forman parte del Tratado del Pacífico, esencia del neoliberalismo, Canadá, México, Colombia, Perú ¡y Chile!, que, curiosamente, ha gozado de la cortesía de los imperios mediáticos del imperialismo (¿por qué será?),  y no es imposible que pronto Argentina, cuyo pueblo ya saborea las amargas recetas neoliberales con el gobierno conservador de Mauricio Macri y su principal guardaespaldas mediático CLARÍN, también ingrese a ese bloque, con lo que crearán un “agujero negro” en la CELAC y UNASUR. En Venezuela a la anti patria ¡no le preocupa que EE UU un aciago día controle el petróleo de la nación bolivariana!, e incluso se suman alborozados a esos planes desestabilizadores y hasta sediciosos del gobierno del lacrimoso Barack Obama, contra su nación. Por lo tanto, todo esto (alianzas militares, económico-financieras, políticas), no es nada fácil detener, mucho menos desmontar, porque además esa concepción neoliberal –sobre la economía, la prosperidad, como lo entiende el neoliberalismo, la vida misma y sus quehaceres- tiene sus connotados defensores, no solamente mercenarios: intelectuales, economistas, sociólogos e incluso filósofos, que se resisten al riesgo de aceptar lo “desconocido” o lo que suponen que puede ser más malo que el neoliberalismo. Esta realidad evidente, igualmente refuta la tesis de Samuel Hutington, sobre el supuesto choque de civilizaciones, especialmente entre las de Occidente y Oriente, pues apreciamos las sólidas relaciones entre potencias de Occidente, como EE UU, Reino Unido, Francia, en primer lugar, con países del mundo árabe-islámico, como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes, Qatar, el Estado judío, etc., etc. Lo cierto es que el neoliberalismo -cerebro y médula espinal del imperialismo mundial- acaba decretando determinadas normas de convivencia, de existencia, que conjuga lo que se considera la modernidad con la economía, y que constituye un inmenso espacio en el que se lanza a los grupos sociales de diferentes condiciones económico-sociales y culturales –empresarios, trabajadores, campesinos burócratas, educadores, artesanos, también los intelectuales, por supuesto-, y entonces las desigualdades que son consustanciales a dicho sistema –o modelo, si se prefiere utilizar este término-, no solamente que se justifican sino que ¡se exhorta a aceptarlas!, porque supuestamente así se ha construido y funciona el mundo, y ese es el costo para llegar al progreso. Al mundo, diríamos, se le nutre con el “néctar” de ese ponderado neoliberalismo, ofrecido en el mágico cáliz de la resignación: es mejor lo malo conocido que lo peor por conocer.

Del exceso de gobierno y falta de razón gubernamental.
Uno de los más lúcidos y penetrantes talentos de la filosofía francesa, que detectó estas sutilezas del neoliberalismo –y las correspondientes limitaciones del socialismo que colapsó-, fue Michel Foucault, cuando se refirió a estas trascendentes cuestiones en un libro excepcional: Nacimiento de la Biopolítica. En esta obra, producto de sus magistrales conferencias, sustentadas durante el período 1978-1979 en el Collège de France, M. Foucault se refiere a lo que el filósofo llama la “razón gubernamental”:
“Toda esta cuestión de la razón gubernamental crítica va a girar alrededor del “cómo no gobernar demasiado”. Las objeciones ya no caerán en el abuso de la soberanía, sino en el exceso de gobierno. Y la racionalidad de la práctica gubernamental podrá medirse en relación con ese exceso, en todo caso, la delimitación de lo que sería excesivo para un gobierno”. (Cf. M. Foucault. Nacimiento de la biopolítica. Ed. FCE. 2010, p. 29). 
Para esclarecer esta importante reflexión de M. Foucault, apréciese lo que sucede en nuestro tiempo y en diferentes latitudes: cuando un gobierno, aunque no tenga nada por orientación hacia una forma de socialismo, pero que considere indispensable el control de parte del Estado de áreas estratégicas, como educación, salud, defensa de la soberanía,  yacimientos de hidrocarburos, energía eléctrica, recursos hídricos y otros, de inmediato los heraldos del neoliberalismo hablan de ese exceso de gobierno, augurando, además, que el Estado va camino a la obesidad y a la ineficiencia. En otras palabras, al fracaso administrativo. El Estado estigmatizado como carece de su razón gubernamental, se presenta completamente vulnerable a los ataques de la derecha y del neoliberalismo. 
Sin embargo, si sucede lo contrario, como en México, el ejemplo más elocuente, en donde la explotación del petróleo se privatiza y gran parte va a manos de compañías extranjeras, sobre todo norteamericanas y del Reino Unido, no existe la mínima crítica. Y los grandes imperios mediáticos, guardan sepulcral silencio no solamente sobre esta cuestión en la que se ha consumado la enajenación de la soberanía, sino ¡sobre la extraordinaria violencia criminal que, desde la administración de Felipe Calderón, ha cobrado aprox. 160.000 víctimas!; igual silencio sucede con relación a los muertos de Ayotzinapa, demostración elocuente de la colusión entre el Estado y las poderosas estructuras del narcotráfico y del negocio de armas. En estos casos las manifestaciones populares y las protestas de los deudos de las víctimas son sometidas a la conspiración del silencio, no hay condenas por las violaciones de los derechos humanos; la CNN, el Washington Post, el The New York Times, TELEVISA(México), GLOBO (Brasil), CLARÍN (Argentina), etc., se convierten en un cementerio, el presidente del poderoso imperialismo, Barack Obama, guarda la más “prudente” de las discreciones para con su “aliado” y fiel partidario, Enrique Peña Nieto.
Pero el puntual reparo de M. Foucault al socialismo de los tiempos de su cátedra (1978-1979) en el Collège de France, todavía vigente -estimamos-, también gira en torno a esa gobernanza, no en lo que se refiere a la teoría, nos guste o no: “Para terminar, que haya o no una teoría del Estado en Marx, repito: los marxistas deben decidirlo. Por mi parte, diré que lo que falta en el socialismo no es tanto una teoría del Estado sino una razón gubernamental, es decir una medida razonable y calculable de la extensión de las modalidades y objetivos de la acción gubernamental. El socialismo se da o propone, en todo caso, una racionalidad histórica” (M. F. Op. Cit., p. 117) (Lo subrayado es nuestro. M. R.).
¿Se ha superado en estos años esa falta de la razón gubernamental? Tenemos para considerar que no se superó cuando existía aquel modelo de socialismo que desapareció hace un cuarto de siglo y que, en los actuales Estados progresistas, los “contornos” de esa razón gubernamental todavía son notablemente brumosos. Pero, además, lo que los gobiernos progresistas –así se les denomina, por ahora, a falta de un término que los identifique de manera más exacta- que han surgido en Latinoamérica y el Caribe han descuidado, es la protección conveniente de su imagen, ¡de su honor!, ante las arremetidas de las empresas mediáticas identificadas con ese neoliberalismo, y también con la política internacional del imperialismo. Por esta falla imperdonable, los ataques de la CNN, de la SIP, de las agencias de espionaje y sabotaje de EE. UU., de los imperios mediáticos de Europa, en varias ocasiones han tenido un efecto devastador.
El quid del asunto es que el neoliberalismo, que no se resigna a dejar “agujeros” en sus vastos dominios, ¡conduce su guerra ideológica!, de manera implacable y sin descanso -eso entrañan en parte los “golpes blandos”-, merced a esos imperios mediáticos, desde el mismo corazón del imperialismo, mientras los gobiernos progresistas no han constituido todavía una genuina y efectiva comunidad que les brinde una segura protección (en la praxis política, en lo teórico, en la comunicación, si se exceptúa TELESUR, ahora en peligro en la Argentina del neoliberal y pro-norteamericano, Macri).
En semejantes condiciones, una vez sembrado el escándalo, la difamación más atroz, las manifestaciones en las calles, el ataque de los grandes medios de comunicación afines a la política imperialista, vienen las labores de sabotaje, descrédito del régimen, se recurre al poder judicial, arrecian las acusaciones de corrupción (la comprobación generalmente no hace falta, lo fundamental es el objetivo: ¡quebrar al régimen o por lo menos dejarle indefenso!), de atropello a los derechos ciudadanos, prácticas autoritarias, incompetencia, etc., etc. En estas condiciones, un gobierno que se ha propuesto brindar mejores días para los sectores tradicionalmente marginados, para los pobres del campo y las ciudades, educación, una economía sin desmesurados privilegios para los sectores dominantes, etc., en primer lugar tiene que ser profundamente consecuente con la práctica moral en el manejo de los asuntos del Estado -Aristóteles, a propósito ya estableció una relación coherente entre la ética y la política, hace más de dos mil años atrás, enterrada ¡con el triunfo del capitalismo!-; en otras palabras, el gobierno no puede permitirse ni la sombra de una duda en su gestión, debe cortar de raíz las relaciones de nepotismo, por ej., y si se presentan los signos de corrupción, el castigo debe ser inmediato y ejemplar, por muy encumbrado que sea el funcionario, porque la dilación tiene el efecto de un veneno letal de acción retardada.
Es decir, si no se enmienda de manera radical y si no se refuta oportuna y convincentemente los ataques difamatorios, las gratuitas acusaciones, si no se defiende esa imagen y ese honor del régimen, se tiene ya asegurado un golpe artero que erosionará su prestigio y que puede desembocar en un cambio de timón al poder constituido. Los ejemplos se encuentran a la vista: Paraguay, Argentina, Venezuela, y un auténtico motín palaciego inspirado y dirigido ¡desde la base militar norteamericana en Palmerola, territorio de Honduras!, contra el gobierno legítimamente constituido de Manuel Zelaya, ¡únicamente porque se proponía cambios democráticos para el pueblo hondureño! Recuérdese lo que dijo la arrogante Sra. Hillary Clinton, aspirante a la Casa Blanca con relación a la víctima del golpe, en su libro Tiempos difíciles: es una “…caricatura del pasado de la era de los caudillos centroamericanos”
Ergo: el mejor antídoto para los golpes blandos, ¡inspirados y generados en Washington!, son la práctica de la honradez y la demostración fehaciente de esa honradez, de principio a fin del período.
 Además, es indispensable comprender que en este mundo, en el que todavía señorea el neoliberalismo, exclusivamente los regímenes neoliberales, la bancocracia, las transnacionales, las oligarquías dentro del imperialismo mundial, los gobiernos abusivos, como el sionista, los de estructura medieval, como el de Arabia Saudí, o los que negocian el petróleo con los terroristas del Estado Islámico, como el de Turquía, y todos socios incondicionales del imperialismo mundial, pueden permitirse la corrupción, la violación de elementales derechos humanos, porque tienen gigantes mediáticos que actúan como auténticos escudos: suelen silenciar cualquier carcoma o manifestación de violencia, a fin de permitir que siga funcionando el sistema.
Por ej. Colombia tiene en su territorio ¡siete bases militares de Estados Unidos!, lo que significa que ha enajenado gran parte de su soberanía (en efecto, por las violaciones a niñas y mujeres, de parte de los mercenarios contratados por el Pentágono o de los soldados yanquis, ¡no se responde por semejantes delitos a las autoridades judiciales de Colombia!), pero ningún medio de comunicación, absolutamente ninguno, dice nada al respecto. Esas bases apuntan a los gigantescos yacimientos de hidrocarburos de Venezuela, a las cuencas hídricas del Orinoco (venezolano), del Amazonas (compartido por Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, principalmente), del mismo Magdalena colombiano, del Paraná, del Paraguay, etc.; a las tierras feraces de Paraguay -¡Monsanto, el gigante norteamericano ya se encuentra en Paraguay, haciendo de las suyas!-. ¿Qué le impele al imperialismo a cometer estas agresiones? Las riquezas naturales de nuestros países, incluidas las de Colombia y las calamidades ecológicas que sufre el imperialismo en su propio territorio.
Me explico: Germán Castro Caycedo, en su revelador libro, “Nuestra Guerra Ajena”, que ha sido castigado por los grandes medios privados con el más “elocuente” de los silencios, nos relata que en EE. UU., el año 2010 el río Bravo se secó antes de llegar al mar; en Arizona, los diques y canales han desecado todos los ríos del sudeste de EE. UU.; en el Parque nacional de Los Glaciares -Montana-, de 150 nevados, hoy solamente quedan ¡menos de 30! La mitad de la población del imperialismo ¡depende del agua subterránea! EE. UU. tiene un déficit de agua subterránea calculado en 14.000 millones de metros cúbicos anuales; según los científicos norteamericanos, el 40 e sus ríos y lagos están contaminados. (Cf. G. Castro C. Op. Cit., Ed. Planeta, 2014, p.p. 96-97) Esto, que debemos saber los latinoamericanos y caribeños, explica en gran parte la naturaleza sumamente agresiva del imperialismo ¡en todos los continentes!, la guerra que desataron contra Libia, pero también la guerra contra Siria (¡el Dr. Frankestein imperialista fue uno de los que creó a los terroristas del Estado islámico!), el conflicto que desencadenaron en Ucrania, luego del golpe de Estado a su anterior presidente, etc., etc.

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