domingo, 21 de febrero de 2016

El error

Francisco Febres Cordero
Domingo, 21 de febrero, 2016 - 00h07


¡Qué maravilla que es la revolución ciudadana! ¡Cómo nos explica todo, nos aclara, nos conduce por el terreno del pensamiento! Académicamente, por ejemplo, ya sabemos lo que es gasto y lo que es inversión. Y desde ahí, ¡cómo invertimos toditos! Vamos al mercado, hacemos las compras de alimentos, los cocinamos y los comemos. No hemos gastado nada: hemos invertido en nuestra subsistencia. Nos enfermamos, vamos al médico, le pagamos, compramos las medicinas. No hemos gastado nada: hemos invertido en nuestra sobrevivencia.
¡Qué brutos que éramos antes! Creíamos que gastábamos y por eso no nos alcanzaba el sueldo. Ahora, en cambio, como invertimos bien, recibimos las utilidades y andamos forrados buscando en qué más invertir.
Es que mucho lote es la revolución, para qué también. Ha transformado nuestras costumbres, nuestra visión del mundo, nos ha hecho encarar la vida con optimismo. Por eso, como dice el excelentísimo señor presidente de la República, que nos roben todo, menos la tarjeta de crédito.
Si eso ocurre en el campo económico, también ocurre en el terreno filosófico. Sin duda, el más alto de los pensadores de la revolución es ese man que, adaptado a la realidad actual lo que él trajo del socialcristianismo en que se nutrió, nos ha iluminado acerca del error. ¡Qué Kant ni qué nada! ¡Qué Schopenhauer! ¡Qué Nietzsche! No sé pues si ellos tratarían sobre el error, pero los filósofos no podemos dejar de citarlos. O sea Kant trató sobre la crítica y desde allí hay la crítica de cine, que en su época no había porque tampoco había cine. Pero ¡qué aporte que dio a la crítica! Schopenhauer viene de la partidocracia porque era bien pesimista, creo. Y Nietzche fue el pensador que dio origen a Superman. Bueno, y Batman también.
A todos ellos los supera el iniciador de la teoría del error, gloria y prez de esta revolución: Alexis Mera. ¡Qué genio! ¡Qué profundidad! ¡Qué doctrina! Antes de él, el error era una pendejada que cualquier ser humano cometía y que, según la dimensión de la falta, podía o no ser causa de sanción. ¿Sí me siguen? Bueno, es que así mismo somos los filósofos, medio complicados. Lo cierto es que el filósofo de marras (no se preocupen, así se pronuncia Mera en alemán) ha pregonado su tesis de que el error puede ser de buena fe. Nosotros, extrapolando su pensamiento, añadimos que, en contraposición, hay también el error de mala fe. Y concluimos: el error de buena fe es inimputable y el de mala fe, putable.
Esto, aunque no me crean, da un viraje a la filosofía que, por fin, ha encontrado su momento cronológico. Ahora el pensamiento se divide en dos: Antes de Mera (AM) y después de mera (PM).
Lo maravilloso es que, según la teoría aristotélico-merista, los errores de buena fe los cometen solo quienes pertenecen a la revolución ciudadana y los de mala fe, todos los demás. Ergo, para analizar el error hay que ver primero quién lo originó para, según eso, sancionarlo o exculparlo.
Mera, pues, basa su tesis en la fe y cree que los de buena fe lograrán salvarse del juicio final que algún día va a llegar para mandar al infierno a quienes cometieron errores. ¿Entendieron? Yo sí, clarito. (O)

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