El curuchupa progre
Entonces el progre apoyó una campaña para censurar el programa Los Simpson, aduciendo que el concepto de familia nuclear estaba siendo atacado con la figura de ‘ese gordo borracho y machista’ más la disfuncionalidad de todos sus miembros. También en los enfrentamientos eternos entre los estudiantes y la policía, importante prontuario del imaginario simbólico del progresista latinoamericano convencido, se puso del lado de la policía...
11 de enero del 2016
POR: Fabián Patinho
Ilustrador y Gestor Cultural
Entonces el progre, de pronto, se volvió defensor a ultranza del status quo. Se alineó junto al poder y empezó a condenar a las voces disidentes".
El 6 de enero de este año el programa Educa TV, brazo mediático del Ministerio de Educación, publicó un vídeo parodia de una bachata de Romeo Santos. El vídeo suponía enviar un mensaje de prevención del contagio de VIH, pero lo hizo de forma tan reduccionista y moralizante que de inmediato se activó una intensa crítica viral en redes sociales. Fue sorprendente la masiva y contundente reacción de protesta de la ciudadanía frente al contenido no sólo de ese vídeo sino de otros que formaban la sección Ojo con la parodia del programa Educa TV.
Los vídeos hablaban por sí solos. Partían de la premisa equivocada de que la prevención sólo puede ser entendida desde la abstención. Una errada estrategia de recuperación de valores que se parecía peligrosamente a lo que aconsejaba hacía unos meses, distendido, el Secretario Jurídico de la Presidencia Alexis Mera y al enfoque sobre la sexualidad que maneja Plan Familia Ecuador.
No fue necesaria una mayor argumentación para esclarecer los contenidos estigmatizadores de los vídeos ni explicar por qué aquella estigmatización no sólo es ofensiva con la población seropositiva, la comunidad LGBT, los jóvenes y las mujeres, sino con todos los ciudadanos de un país que se auto define como laico y en donde los asuntos de salud pública deben de una vez por todas dejar de estar atravesados por el vector de la moral.
Aunque al principio hubo un forcejeo y un intento de echar tierra sobre el asunto, la protesta tuvo un inusitado e incontenible eco en amplias esferas de población que obligó a que Educa TV baje los vídeos y tanto su gerente como el ministro de Educación emitan comunicados oficiales disculpándose por el desatino. Del despilfarro todavía no se han pronunciado.
Sin embargo, este simple y legítimo ejercicio de contra poder, arrojó un aliciente saludable para los momentos que vivimos y de cara al futuro: pudimos constatar que, tal vez, después de todo, no somos un país tan conservador como creíamos.
Cola de gusano
Curuchupa viene del kichwa ‘curu’ que significa gusano y ‘chupa’ que significa cola. El origen del adjetivo lo relaciona con la dermaptera, insecto alargado, negro profundo, con la cola dividida como tijereta y que los antiguos quiteños aseguraban se parecía mucho a los españoles y burgueses criollos vestidos de oscuro frac cuando asistían, ceremoniosos, a sus liturgias sociales y religiosas.
Es decir, lucían como ‘colas de gusano’. Con el tiempo, curuchupa se asoció a los conservadores recalcitrantes y cuyo principal objetivo era mantener los valores católicos en cada una de las instancias de la vida ciudadana. En nuestros días, curuchupa es un santurrón al que le escandalizan las nuevas formas de entender a las sociedades diversas, sobre todo en torno a la sexualidad y a las concepciones distintas a la tradicional familia nuclear.
Al curuchupa le escandalizan las costumbres airadas, los comportamientos disipados, los atuendos transgresores, los hombres que no lucen como hombres y las mujeres que no lucen como mujeres, las parejas del mismo sexo –peor aún si buscan el matrimonio y la adopción de hijos- y todo aquello que pone en riesgo lo que consideran la norma que consolida y cohesiona la sociedad. Al curuchupa también le molestan las mujeres que hacen actividades tradicionalmente consideradas ‘masculinas’, como opinar, dirigir proyectos, consumir alcohol o elegir cómo, cuándo y cuántas veces se acuestan con quien les apetece.
El curuchupa es, pues, alguien que se legitima a través de y promueve, los valores, y su principal enemigo será quien trate de desestabilizarlos.
Desde el 2006, cuando asumió el poder el gobierno de la Revolución Ciudadana, la población claramente curuchupa tuvo que replegarse ante la multiplicación de un actor social hasta entonces esporádico o poco frecuente, no hegemónico cuando menos, que era el ciudadano progresista o el ‘progre’, como se lo conoce en la jerga diaria. El progresista se define por oposición al conservador. El uno pretende preservar el status quo y el otro pretende transgredirlo. Simple, o quizá no tanto, como veremos. El progresista quiere que la sociedad siga hacia delante, conquiste el futuro, un horizonte promisorio, impulsada por una mentalidad más amplia en todos los niveles y, por lo general, lo hace desde el pensamiento de izquierda. Sus plataformas de actividad son los derechos civiles, la igualdad social, el laicismo, el ambientalismo y el reconocimiento de las diversidades étnicas y de género.
Por definición y desarrollo histórico, entonces, en el Ecuador el progre es el antagónico natural del curuchupa. El progre es el depredador del curuchupa y viceversa. Sin embargo, en estos casi 10 años de gobierno correísta, las fronteras de ese enfrentamiento se han ido diluyendo hasta conseguir que, en algunas aristas, se fundan y se compartan características. Suena incoherente en apariencia, pero este híbrido existe, es de carne y hueso y bien puede llamarse el curuchupa progre; un digno primogénito de la Revolución Ciudadana, que ya ha dejado de gatear, ha dado sus primeros pasos e, incluso, ha probado a dar algunas patadas.
El boy scout altanero
El aparecimiento de este participante político mixto sólo se explica porque los respaldos conceptuales e ideológicos del gobierno de Alianza País tal vez nunca estuvieron delineados con precisión o se han ido desdibujando sistemáticamente. Podríamos incluso ensayar una fecha de nacimiento: 24 de mayo del 2013, inicio del segundo mandato presidencial de Rafael Correa con su nuevo vicepresidente, Jorge Glas. Para entonces, el gobierno de Correa ya había empezado a alejarse de un pensamiento político de izquierda riguroso. El cambio de matriz productiva, una de las más importantes promesas de campaña, se alejó fatalmente de la línea de prioridades y las políticas económicas del gobierno salpimentadas con aditivos neoliberales se hicieron cada vez más frecuentes. Aumentó la participación de las voces más conservadores entre los áulicos del poder –Alexis Mera a la cabeza-; un sector oficialista de la Asamblea tuvo que replegarse en sus demandas más, en efecto, progresistas, como la despenalización del aborto por violación, para no ofender los sagrados estatutos de lealtad del partido, y una asambleísta, vicepresidenta además, se declaraba sumisa y mil veces sumisa para defender los derechos de la Mujer mientras, orgullosa, patrocinaba encuentros de la ciudadanía con el conservador mexicano Carlos Cuauhtémoc Sánchez.
Como catalizador de este proceso de ‘curuchupización’ de la revolución ciudadana, el año anterior tuvimos la visita del Papa Francisco y el usufructo político que hizo el gobierno para acallar las protestas de las clases acomodadas contra las leyes de herencia y plusvalía, un pacto de clases inconcebible para un régimen de izquierda inclaudicable, terminó por revelar el nuevo rumbo del gobierno: populismo y propaganda en ingentes cantidades para solventar las incoherencias ideológicas.
Fue cuando empezamos a darnos cuenta de que Rafael Correa tenía más de boy scout que de revolucionario. Y precisamente desde el movimiento scout, irrumpe Mónica Hernández, la funcionaria pública encargada de dirigir las políticas gubernamentales sobre la familia y la sexualidad, con vínculos con el Opus Dei y un discurso gazmoño de prevención y planificación familiar que tiene tanto de progresista como Mario Bergoglio tiene de hincha de Boca.
La revolución conservadora y el progre curuchupa.
Bastantes medidas conservadoras más han aparecido en las políticas públicas de la Revolución Ciudadana: un severo ajuste de números y proporciones en la tabla de consumo y microtráfico de estupefacientes. La dudosa concesión de la Ley de Registro Civil que permite elegir género en la cédula de ciudadanía, pero esa misma elección, registrada en tu identidad, es un impedimento para que las parejas del mismo sexo sigan sin tener derecho a casarse y peor adoptar, mientras países vecinos, incluso en manos de gobiernos marcadamente neoliberales como el colombiano, ya superaron esa atávico obstáculo legal. Además está el nuevo Código Integral Penal, que no sólo sigue penalizando el aborto sino condena a la cárcel a las personas involucradas directa o indirectamente en un procedimiento de interrupción de embarazo, no importa que haya sido producto de una violación a una menor de edad.
Paralelamente, el progre empezó a comportarse como curuchupa en muchos aspectos, como cuando apoyó una campaña para censurar el programa Los Simpson, aduciendo que el concepto de familia nuclear estaba siendo atacado con la figura de ‘ese gordo borracho y machista’ más la disfuncionalidad de todos sus miembros. También en los enfrentamientos eternos entre los estudiantes y la policía, importante prontuario del imaginario simbólico del progresista latinoamericano convencido, se puso del lado de la policía, porque para él "esos jóvenes debían estar en casa estudiando y no enfrentándose en la calle contra la autoridad". También aplaudió el bochornoso incidente callejero en donde el Primer Mandatario de la República detuvo el auto presidencial para enfrentarse, destilando testosterona por cada uno de su poros, a un muchacho de 16 años que le había enfurecido con un elemental corte de mangas. Además, fue indulgente con el inicio de la explotación petrolera del Yasuní y lo que eso significa: aparente progreso económico e infraestructural, sin percatarse que eso también representa directamente un retroceso en cuanto a derechos de la Naturaleza y de los pueblos no contactados que viven de ella. El progre empezó a creer que lo mejor que le puede pasar a un grupo humano nómada de la selva tropical, es vivir como un occidental.
Entonces el progre, de pronto, se volvió defensor a ultranza del status quo. Se alineó junto al poder y empezó a condenar a las voces disidentes, a los comportamientos rebeldes y contestatarios. El progre se volvió curuchupa en un santiamén.
Por su parte, un amplio margen de población que en su vida había tenido en sus manos El Capital, de Carlos Marx o Manual de la Guerra de guerrillas, del Che Guevara, ni había escuchado con detenimiento a Víctor Jara o Quilapayún, abrazó el espíritu socialista y comenzó a repetir sus consignas de siempre sin entender ni la tercera parte de lo que significan. La imagen por excelencia de este posicionamiento oportunista fue aquella fotografía de la hermana del presidente, Pierina Correa, sentada orgullosa en su despacho mientras un asistente, improvisado a última hora, sostiene decorativo con las manos un afiche enmarcado del Che Guevara.
Ahora, progres curuchupas y curuchupas progres se reparten por igual por todo el territorio nacional; muchos ocupan cargos públicos, son autoridades de alto y bajo rango, son colaboradores de medios oficiales y son realizadores de programas de televisión con vocación educativa. Pero, menos mal, como lo que sucedió con los vídeos de Educa TV, si sus debilidades conservadoras son señaladas a tiempo, es probable que aún tengamos la oportunidad de ponerle un cerco a más comportamientos curuchupas que intentan pasar por progresistas.
Al fin y al cabo, no hemos sido tan progresistas como quisieron hacernos creer, pero tampoco tan curuchupas. Enhorabuena.
Los vídeos hablaban por sí solos. Partían de la premisa equivocada de que la prevención sólo puede ser entendida desde la abstención. Una errada estrategia de recuperación de valores que se parecía peligrosamente a lo que aconsejaba hacía unos meses, distendido, el Secretario Jurídico de la Presidencia Alexis Mera y al enfoque sobre la sexualidad que maneja Plan Familia Ecuador.
No fue necesaria una mayor argumentación para esclarecer los contenidos estigmatizadores de los vídeos ni explicar por qué aquella estigmatización no sólo es ofensiva con la población seropositiva, la comunidad LGBT, los jóvenes y las mujeres, sino con todos los ciudadanos de un país que se auto define como laico y en donde los asuntos de salud pública deben de una vez por todas dejar de estar atravesados por el vector de la moral.
Aunque al principio hubo un forcejeo y un intento de echar tierra sobre el asunto, la protesta tuvo un inusitado e incontenible eco en amplias esferas de población que obligó a que Educa TV baje los vídeos y tanto su gerente como el ministro de Educación emitan comunicados oficiales disculpándose por el desatino. Del despilfarro todavía no se han pronunciado.
Sin embargo, este simple y legítimo ejercicio de contra poder, arrojó un aliciente saludable para los momentos que vivimos y de cara al futuro: pudimos constatar que, tal vez, después de todo, no somos un país tan conservador como creíamos.
Cola de gusano
Curuchupa viene del kichwa ‘curu’ que significa gusano y ‘chupa’ que significa cola. El origen del adjetivo lo relaciona con la dermaptera, insecto alargado, negro profundo, con la cola dividida como tijereta y que los antiguos quiteños aseguraban se parecía mucho a los españoles y burgueses criollos vestidos de oscuro frac cuando asistían, ceremoniosos, a sus liturgias sociales y religiosas.
Es decir, lucían como ‘colas de gusano’. Con el tiempo, curuchupa se asoció a los conservadores recalcitrantes y cuyo principal objetivo era mantener los valores católicos en cada una de las instancias de la vida ciudadana. En nuestros días, curuchupa es un santurrón al que le escandalizan las nuevas formas de entender a las sociedades diversas, sobre todo en torno a la sexualidad y a las concepciones distintas a la tradicional familia nuclear.
Al curuchupa le escandalizan las costumbres airadas, los comportamientos disipados, los atuendos transgresores, los hombres que no lucen como hombres y las mujeres que no lucen como mujeres, las parejas del mismo sexo –peor aún si buscan el matrimonio y la adopción de hijos- y todo aquello que pone en riesgo lo que consideran la norma que consolida y cohesiona la sociedad. Al curuchupa también le molestan las mujeres que hacen actividades tradicionalmente consideradas ‘masculinas’, como opinar, dirigir proyectos, consumir alcohol o elegir cómo, cuándo y cuántas veces se acuestan con quien les apetece.
El curuchupa es, pues, alguien que se legitima a través de y promueve, los valores, y su principal enemigo será quien trate de desestabilizarlos.
Desde el 2006, cuando asumió el poder el gobierno de la Revolución Ciudadana, la población claramente curuchupa tuvo que replegarse ante la multiplicación de un actor social hasta entonces esporádico o poco frecuente, no hegemónico cuando menos, que era el ciudadano progresista o el ‘progre’, como se lo conoce en la jerga diaria. El progresista se define por oposición al conservador. El uno pretende preservar el status quo y el otro pretende transgredirlo. Simple, o quizá no tanto, como veremos. El progresista quiere que la sociedad siga hacia delante, conquiste el futuro, un horizonte promisorio, impulsada por una mentalidad más amplia en todos los niveles y, por lo general, lo hace desde el pensamiento de izquierda. Sus plataformas de actividad son los derechos civiles, la igualdad social, el laicismo, el ambientalismo y el reconocimiento de las diversidades étnicas y de género.
Por definición y desarrollo histórico, entonces, en el Ecuador el progre es el antagónico natural del curuchupa. El progre es el depredador del curuchupa y viceversa. Sin embargo, en estos casi 10 años de gobierno correísta, las fronteras de ese enfrentamiento se han ido diluyendo hasta conseguir que, en algunas aristas, se fundan y se compartan características. Suena incoherente en apariencia, pero este híbrido existe, es de carne y hueso y bien puede llamarse el curuchupa progre; un digno primogénito de la Revolución Ciudadana, que ya ha dejado de gatear, ha dado sus primeros pasos e, incluso, ha probado a dar algunas patadas.
El boy scout altanero
El aparecimiento de este participante político mixto sólo se explica porque los respaldos conceptuales e ideológicos del gobierno de Alianza País tal vez nunca estuvieron delineados con precisión o se han ido desdibujando sistemáticamente. Podríamos incluso ensayar una fecha de nacimiento: 24 de mayo del 2013, inicio del segundo mandato presidencial de Rafael Correa con su nuevo vicepresidente, Jorge Glas. Para entonces, el gobierno de Correa ya había empezado a alejarse de un pensamiento político de izquierda riguroso. El cambio de matriz productiva, una de las más importantes promesas de campaña, se alejó fatalmente de la línea de prioridades y las políticas económicas del gobierno salpimentadas con aditivos neoliberales se hicieron cada vez más frecuentes. Aumentó la participación de las voces más conservadores entre los áulicos del poder –Alexis Mera a la cabeza-; un sector oficialista de la Asamblea tuvo que replegarse en sus demandas más, en efecto, progresistas, como la despenalización del aborto por violación, para no ofender los sagrados estatutos de lealtad del partido, y una asambleísta, vicepresidenta además, se declaraba sumisa y mil veces sumisa para defender los derechos de la Mujer mientras, orgullosa, patrocinaba encuentros de la ciudadanía con el conservador mexicano Carlos Cuauhtémoc Sánchez.
Como catalizador de este proceso de ‘curuchupización’ de la revolución ciudadana, el año anterior tuvimos la visita del Papa Francisco y el usufructo político que hizo el gobierno para acallar las protestas de las clases acomodadas contra las leyes de herencia y plusvalía, un pacto de clases inconcebible para un régimen de izquierda inclaudicable, terminó por revelar el nuevo rumbo del gobierno: populismo y propaganda en ingentes cantidades para solventar las incoherencias ideológicas.
Fue cuando empezamos a darnos cuenta de que Rafael Correa tenía más de boy scout que de revolucionario. Y precisamente desde el movimiento scout, irrumpe Mónica Hernández, la funcionaria pública encargada de dirigir las políticas gubernamentales sobre la familia y la sexualidad, con vínculos con el Opus Dei y un discurso gazmoño de prevención y planificación familiar que tiene tanto de progresista como Mario Bergoglio tiene de hincha de Boca.
La revolución conservadora y el progre curuchupa.
Bastantes medidas conservadoras más han aparecido en las políticas públicas de la Revolución Ciudadana: un severo ajuste de números y proporciones en la tabla de consumo y microtráfico de estupefacientes. La dudosa concesión de la Ley de Registro Civil que permite elegir género en la cédula de ciudadanía, pero esa misma elección, registrada en tu identidad, es un impedimento para que las parejas del mismo sexo sigan sin tener derecho a casarse y peor adoptar, mientras países vecinos, incluso en manos de gobiernos marcadamente neoliberales como el colombiano, ya superaron esa atávico obstáculo legal. Además está el nuevo Código Integral Penal, que no sólo sigue penalizando el aborto sino condena a la cárcel a las personas involucradas directa o indirectamente en un procedimiento de interrupción de embarazo, no importa que haya sido producto de una violación a una menor de edad.
Paralelamente, el progre empezó a comportarse como curuchupa en muchos aspectos, como cuando apoyó una campaña para censurar el programa Los Simpson, aduciendo que el concepto de familia nuclear estaba siendo atacado con la figura de ‘ese gordo borracho y machista’ más la disfuncionalidad de todos sus miembros. También en los enfrentamientos eternos entre los estudiantes y la policía, importante prontuario del imaginario simbólico del progresista latinoamericano convencido, se puso del lado de la policía, porque para él "esos jóvenes debían estar en casa estudiando y no enfrentándose en la calle contra la autoridad". También aplaudió el bochornoso incidente callejero en donde el Primer Mandatario de la República detuvo el auto presidencial para enfrentarse, destilando testosterona por cada uno de su poros, a un muchacho de 16 años que le había enfurecido con un elemental corte de mangas. Además, fue indulgente con el inicio de la explotación petrolera del Yasuní y lo que eso significa: aparente progreso económico e infraestructural, sin percatarse que eso también representa directamente un retroceso en cuanto a derechos de la Naturaleza y de los pueblos no contactados que viven de ella. El progre empezó a creer que lo mejor que le puede pasar a un grupo humano nómada de la selva tropical, es vivir como un occidental.
Entonces el progre, de pronto, se volvió defensor a ultranza del status quo. Se alineó junto al poder y empezó a condenar a las voces disidentes, a los comportamientos rebeldes y contestatarios. El progre se volvió curuchupa en un santiamén.
Por su parte, un amplio margen de población que en su vida había tenido en sus manos El Capital, de Carlos Marx o Manual de la Guerra de guerrillas, del Che Guevara, ni había escuchado con detenimiento a Víctor Jara o Quilapayún, abrazó el espíritu socialista y comenzó a repetir sus consignas de siempre sin entender ni la tercera parte de lo que significan. La imagen por excelencia de este posicionamiento oportunista fue aquella fotografía de la hermana del presidente, Pierina Correa, sentada orgullosa en su despacho mientras un asistente, improvisado a última hora, sostiene decorativo con las manos un afiche enmarcado del Che Guevara.
Ahora, progres curuchupas y curuchupas progres se reparten por igual por todo el territorio nacional; muchos ocupan cargos públicos, son autoridades de alto y bajo rango, son colaboradores de medios oficiales y son realizadores de programas de televisión con vocación educativa. Pero, menos mal, como lo que sucedió con los vídeos de Educa TV, si sus debilidades conservadoras son señaladas a tiempo, es probable que aún tengamos la oportunidad de ponerle un cerco a más comportamientos curuchupas que intentan pasar por progresistas.
Al fin y al cabo, no hemos sido tan progresistas como quisieron hacernos creer, pero tampoco tan curuchupas. Enhorabuena.
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