domingo, 24 de enero de 2016

Desbandada

Francisco Febres Cordero
Domingo, 24 de enero, 2016


Es como si flotara en el ambiente un sentimiento de desolación, de desasosiego, de desencanto. Es como si un calofrío recorriera los músculos y terminara por salir en forma de un inútil suspiro, cuando no de un despectivo escupitajo.
Los que hasta hace poco eran más, muchísimos más, se van convirtiendo en menos, muchísimos menos, masivas desafiliaciones mediante. Con la crisis que azota lacerante y la angustiosa dificultad de hacerle frente, fue el excelentísimo señor presidente de la República quien primero hizo sonar la corneta de la desbandada. Al anunciar su retiro, se limitará a contemplar desde Bélgica la larga, cruenta, torturante agonía de un país que dejó en huesos.
Atrás le siguen quienes no solo que se manifestaban como sus más leales aliados, sino que aprovecharon de los largos nueve años de vigencia de la revolución ciudadana para, enquistados en el Gobierno, enrolar también ahí a sus familiares, por aquella máxima imperante de que familia que cobra el sueldo unida, permanece unida.
Ahora resulta que los que se mantuvieron callados ante las arbitrariedades, las persecuciones, los insultos, los juicios espurios, al verse sin el amparo de su líder comienzan a balbucear que hay que restablecer la democracia; empiezan a abogar por la vigencia de un Estado de derecho, a proclamar unión para derrotar a ese gobierno que, disfrazado de revolucionario, malgastó la más grande cantidad de dinero con que ha contado el país en toda su historia.
Y uno, atónito, se pregunta: ¿Y ellos, dónde estaban? ¿No se encontraban gozando de todos los beneficios que un gobierno dilapidador les otorgaba? ¿No integraban la trupé de aduladores que aplaudía cada acción del autócrata, por más infamante que esta fuera? ¿No estaban ellos también usufructuando de las delicias de un poder omnímodo donde, enmudecidas las autoridades de control, solo restaba silenciar a la prensa para que nadie pidiera cuentas sobre sus ejecutorias? ¿Dónde estaban?
¿Y por qué recién ahora desperezan su conciencia para reconocer que la revolución fue, más que nada, un largo y cuantioso despilfarro? ¿Y por qué ahora, cuando el rostro de ese país rubicundo ha quedado reducido a calavera, ellos buscan situarse en otro campo, extraño al del régimen al que con tanta sumisión sirvieron y del que tanto provecho obtuvieron? ¿No se llama eso deslealtad? ¿No se llama eso oportunismo? ¿No se llama cinismo? ¿Cuál es la palabra exacta que define esa conducta?
¡Se les acabó la fiesta!, decía el excelentísimo señor presidente de la República en sus horas de esplendor, cuando daba algo por terminado y se posesionaba, por sí y ante sí, como único dueño de la situación. Esa frase puede repetirla ahora para referirse a quienes, cuando cae el telón de la comedia y se abre el que da inicio a la tragedia, le dan las espaldas. ¡Se les acabó la fiesta! Se quedaron sin tarimas sobre las cuales bailar la música del dispendio y el autoritarismo, en medio de la fanfarria y la incesante algarabía.
Ahora ellos, en esta hora de confusión y caos creado por la desbandada, intentan borrar su pasado inmediato presentándose como contradictores al régimen. Transmutándose de cómplices en traidores, pretenden encarar el futuro desde la desmemoria, en el país del olvido. (O)

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